Si un deporte por excelencia acapara gran parte de los casos de dopaje a nivel mundial, se podría decir sin miramientos ni temor a represalias que es el rey de la trampa, o al menos príncipe, en pos de resultados galácticos y rendimientos sobrehumanos. Sin embargo, resulta ineludible una pregunta que asalta cuando se revisan las estadísticas del atletismo y su cantidad de procesados: ¿haber hecho público uno de los mayores índices de consumo de sustancias prohibidas —solo superado, quizá, por el ciclismo— no devela también un exhaustivo trabajo para encontrar y sancionar a los culpables?
¿Hasta dónde prevalecen en una mujer que soporta los maltratos físicos de su marido, la sumisión dada por las ataduras económicas, la dependencia emocional, o esa capacidad extrema para perdonar que hacen del personaje de Odalys —la ama de casa de la novela cubana que pugna entre su amor propio y el cariño y fe en las promesas de Saúl—, ese ser al que su hermana llegó a tildar de «aguantona»?
Muchos de ellos partieron ya a la sobrevida. Otros permanecen todavía en el lugar que acrecentó sus poros y sus venas: Manzanillo.
Transcurría el receso de un evento científico acerca de la enseñanza de la Física, el cual tenía lugar en un país latinoamericano —que no es Cuba— cuando se me acerca una persona y dice que quiere hacerme una pregunta. Accedí a atenderla pensando que se trataba de algo relativo a la ponencia que había presentado momentos antes. Pero no: su pregunta, para mi sorpresa, fue: ¿por qué hay tantos cubanos tan bien preparados?
Los recientes acontecimientos que tienen por escenario las inmediaciones de Wall Street y numerosas ciudades de Estados Unidos, protagonizados por amplios sectores sociales que asumen el calificativo de Indignados, han puesto sobre el tapete una vez más el carácter visionario y hasta profético del pensamiento martiano sobre ese país. Con esa lucidez acompañada siempre de sensibilidad y belleza literaria, José Martí analizó con rigor la sociedad norteamericana de su tiempo aportándonos una caracterización excepcional desde el punto de vista económico, político y social.
Ahora que lo pienso, nunca le he preguntado a Juana, mi madre, si fui de esos bebés que comenzó con premura a tambalearse mientras buscaba el equilibrio, en ese afán de los niños de querer correr antes de aprender a caminar. Pero sí me dijo que ya en 1967, cuando me desperté al mundo, aquellos cantores que con los años se convirtieron en mis ídolos: Silvio, Pablo, Noel, Sara, Vicente, Amaury, Eduardo..., ya habían comenzado a poblar de poesía nuestra cotidianidad, regalándole sublime belleza incluso a las tristezas.
Ahora que se van «definitivamente» de Iraq y que prometen dejar a su suerte a Afganistán, no está mal reubicar las fuerzas, a fin de cuentas el complejo militar industrial estadounidense necesita crecer, sin importar la crisis. Después de una década de la guerra e intento fallido de ocupación, no es sorpresa la vuelta a Asia-Pacífico, donde Washington tiene sobrados intereses estratégicos. Solamente para afianzar aún más, si acaso es posible, la velada estrategia de contención contra la República Popular China, sería suficiente. Pero en el continente hay más.
Idea buena es tanto mejor si la defienden hombres buenos o mejores. Aproximadamente así esbocé esta idea la semana pasada. Y hoy la reafirmo. No creo, desde luego, ser completamente original. ¿Pero quién puede presumir de original en una esfera mundialmente interconectada y donde las influencias derivan hacia todas las flechas de la rosa náutica? Lo básico es la existencia de la idea o de la opinión, y su uso en una especie de ósmosis en que jugos de uno u otro organismos se trasvasen en recíproco beneficio.
Cuando se hable del doctor Orfilio Peláez Molina, quien hoy cumpliría 88 años, la tenacidad no debe faltar, pues era su arma predilecta. Con ella derribó muros y logró, tras más de 40 años de estudio e investigación, crear una técnica quirúrgica para el tratamiento de la retinosis pigmentaria, dolencia que puede privarnos de ver el color y las formas de las cosas.
Fue una semana diferente, un domingo diferente, una tarde diferente. La noticia corrió como pólvora encendida por Camagüey: Frank Fernández daría su primer concierto en esta legendaria ciudad.