Terminal de ómnibus Astro de Pinar del Río. Tres de la tarde. Había que «sudarla» para llevarse un fallo en la lista de espera hacia La Habana. «Ómnibus de Mantua con destino a la capital, completo», dijo el expedidor detrás de su taquilla. Replicó la misma expresión para el de Sandino.
Hablábamos entre colegas sobre la necesidad de que, para que Cuba sea un país diferente —es decir, mejor, exitoso en su paso por una nueva etapa que ha sido denominada de «actualización»—, tengamos un Hombre distinto.
En alguna placa de negativo fotográfico que debe estar situada en el lugar donde la memoria acumula las imágenes que nos marcan para siempre, supongo que se encuentran aquellos flashazos que me impresionaron cuando visité La Habana por primera vez, siendo un niño.
Yo estaba en Nueva York, convaleciente de una operación, cuando estalló la noticia de la ruptura de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. La estancia en ese país me permitió observar cómo se iba preparando sutilmente a la opinión pública para un acontecimiento que tenía que producirse antes de la invasión de Playa Girón. Imágenes descontextualizadas, sin acompañamiento de la voz, mostraban a un Fidel gesticulando airado. Luego se produjo el desfile patético de los funcionarios que abandonaban la Isla. Al llegar al aeropuerto para regresar a Cuba, una operadora de teléfono se asombraba ante mi decisión de ir a La Habana donde, según afirmaba, corrían ríos de sangre a lo largo del Malecón.
Nuestro Presidente Raúl Castro Ruz y su par de Estados Unidos, Barack Obama, anunciaron el 17 del pasado mes de diciembre el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones, después de una ruptura unilateral dictada por el presidente Dwight Eisenhower en enero de 1961.
Devota de esa espiritualidad que gravita sobre el cubano, Celina González le cantó a la Isla intensa donde nació y vivió, y a esos seres «extraterrenales» en los que confiaba.
Devota de esa espiritualidad que gravita sobre el cubano, Celina González le cantó a la Isla intensa donde nació y vivió, y a esos seres «extraterrenales» en los que confiaba.
Los jóvenes siempre hemos estado de moda. Nos ha tocado vivir en el ojo del huracán y ser vistos a través de él. El tiempo indicará la escena indicada en la que cambiaremos de rol. Mientras tanto, seguimos como proyectistas del futuro y ejecutores del presente, que heredamos de nuestros padres según sus modos y circunstancias.
No sé si será una impresión surgida del primer vistazo, pero este año me pareció ver más homenajes al Maestro que en otros eneros de aniversarios «no cerrados». Miré más calles con hondas simbólicas, más antorchas en la noche estremecida... más versos latiendo en uniformes escolares.
Solo con el primer paso se comienza a caminar el camino, y no importa cuan largo sea. Lo importante es alcanzar la meta.