No podemos seguir revalorizando —digamos llevándola a extraordinarios o a arrastre, como se decía en mis lejanos años estudiantiles— la que el Presidente cubano identificó ante el Parlamento como la «asignatura pendiente»: la economía.
Todos conocen a Alejo Carpentier como el impulsor del concepto de lo Real Maravilloso, que marcó un punto de giro en la narrativa latinoamericana. Pero la obra de los escritores atraviesa los tiempos cuando su riqueza intrínseca subsiste respondiendo a las inquietudes de los lectores más allá de los tiempos y las circunstancias en que se produjo.
Todavía no sé cómo pueden dormir tan plácidamente. Pegar la cabeza sobre la almohada y entregarse al sueño a piernas sueltas sin remordimientos, sin pesadillas. A mí me cuesta entenderlo. Tal vez sea que estoy «chapado» a la antigua, que las enseñanzas de mi madre ya rebasaron el período de caducidad.
Iban en un ómnibus —un P4— atestado, abigarrado no solo de colores y de olores. Iban gritando a todo pulmón, riendo, hiriendo.
La noción del bien flota sobre todo
Hacía rato que no veía a Elián. Los muchachos crecen rápido, y él no ha sido una excepción. El encuentro, por uno de los pasillos del Palacio de Convenciones, fue casual, y cuando le dije «Elián, cómo has crecido», su sonrisa tímida y el beso rápido en la mejilla me hizo recordar otros tiempos, cuando tuve que llegar casi hasta el suelo para recibir su saludo, temeroso y dulce.
Fue una sesión única. Esta vez hubo más de la cantidad habitual de diputados en nuestra Asamblea Nacional. Esta vez el Poder Popular fue más poderoso que nunca. Fue la ocasión en que estuvo más completa la sesión del máximo órgano de legislatura.
Todavía recuerdo el nombre de cada uno de mis maestros, y sus rostros acuden a mi mente como si los estuviera viendo a través del cinematógrafo. Tales remembranzas no son fruto de una memoria prodigiosa, sino de la huella profunda que en mí dejaron aquellos hombres y mujeres inseparables del libro, la tiza, la pizarra y el borrador.
Una vez, a pleno mediodía, estuve ante su tumba en el cementerio de Manzanillo. Y frente al sepulcro sin adornos escuché su voz en relámpagos. Después lo vi levantarse orondo, acaso para ensillar un caballo de guerra.
Personalmente, para mi hoy ha sido un día sumamente feliz. La llegada a nuestra patria de los tres jóvenes cubanos que desde hacía años cumplían una injusta prisión en este país es más que motivo de regocijo. No recuerdo las veces que he escrito en periódicos o he hablado en programas de radio o televisión reclamando la libertad de estos compatriotas. Por fin el calvario de ellos y sus familiares ha terminado. Todos los homenajes merecen los que tanto se sacrificaron, los que, con la frente siempre en alto, se sentían orgullosos por el deber cumplido. Desde este Miami en el que vivo, les envío un fuerte abrazo a los cinco compatriotas y que disfruten del amor de su familia y su pueblo que los aplaude, los admira y los quiere.