Son como mundos en miniatura. Algunos con más o menos ribetes coloreados, pero mundos al fin. Muchos suelen tener nombres asombrosos como Tacita de Oro, Casita Azucarada, Pequeño Volodia... Cada uno, con un significado real y otro creado por la fantasía de sus pequeños habitantes.
Ajetreada fue esta semana para nuestro equipo multimedia, que se empeñó en regalarle a la comunidad de seguidores de JR digital una serie de trabajos reflexivos, emotivos y curiosos sobre la Unión de Jóvenes Comunistas y sus 55 años.
Cuando en medio del período especial la dirección de la Revolución decidió crear la Oficina del Programa Martiano, el 9 de abril de 1997, se iniciaban grandes desafíos.
Alianys cursa el cuarto grado; da clases a las ventanas y a los muñecos; reparte papelitos por todos los departamentos, lee poemas y trabalenguas en el horario de almuerzo, y da un beso antes de partir.
El turista enfoca la cámara fotográfica sobre el hombre que duerme en el suelo, bajo el portal de un céntrico restaurante. Una y otra vez suena el obturador para captar imágenes desde distintos ángulos. Luego se las muestra a su acompañante y sigue retratando todo lo que le llama la atención en Santa Clara: el parque Vidal, el bulevar, su emblemática arquitectura y su gente, que anda en ese transitar rápido hacia el destino que lleva en la memoria.
En una reciente reunión del núcleo del Partido de la Redacción de nuestro diario, en la que tres compañeros periodistas debían autoevaluarse, uno de los más lúcidos militantes mencionó el viejo concepto del alter ego.
Así son las cosas. Se vuelven más memoriosas que uno, se vuelven uno», dice Haroldo Conti en uno de sus cuentos; donde la vuelta de un hombre a su pueblo se le vuelve pretexto para desnudar las nostalgias del tiempo que pasa y la cruel certeza de que cada objeto que poseemos nos sobrevivirá más allá del final.
La distinción entre los verbos ser y estar es uno de los problemas más complejos del español, no solo por su conjugación verbal, sino por la manera que se interpretan en el comportamiento diario de los humanos y la actitud que asumimos ante la vida.
Como ninguna otra generación juvenil, es la actual la de mayor responsabilidad histórica. No albergo dudas. Las precedentes no tuvieron tanto que perder. Más de 17 años de militancia activa en las filas de la UJC y un acompañamiento sincero y con ganas a cada llamado de las sucesivas generaciones, me estimulan a escribir estas líneas.
Todavía me asombro cuando algún periodista me pregunta por qué prefiero escribir para adolescentes y jóvenes y no para adultos, cuando aún cargan los escritores de textos infanto-juveniles el estigma de dedicarse a una «literatura menor». Aunque en todos los casos improviso con palabras más o menos distintas, en esencia mi respuesta siempre es la misma: Los jóvenes son los encargados de cambiar el mundo, de transformarlo, hacerlo mejor. Y, más que dar fórmulas o imponer determinados patrones de conducta, trato de que mis textos los emocionen, les brinden herramientas para ser mejores seres humanos y para que desde la sensibilidad, desde el imprescindible amor y respeto al prójimo, tomen sus decisiones.