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Foto: AP Uno de cada cuatro rehusó contestar; la respuesta más común fue cero; y el promedio 500. No es un acertijo, simplemente que los investigadores William Boettcher y Michael Cobb hicieron esta pregunta: ¿Cuál es el número exacto de efectivos estadounidenses que usted está dispuesto a ver morir en Iraq?, y según The Washington Post la mayoría de los indagados se sintieron muy incómodos.
Pero a los encuestadores, que realizaron la pesquisa en septiembre, les llamó la atención que cerca de dos tercios no sabían con exactitud cuántos soldados han muerto en la guerra.
Sin embargo, la fatídica cifra, cruzada ya la frontera del nuevo año 2007, llegó a 3 002, y fue recordada en unas 290 vigilias en 46 ciudades de EE.UU., una de ellas ante los curiosos turistas que llegan en esta época del año hasta el Rockefeller Center de Nueva York, donde tomaron fotos a las Grannies (Abuelas contra la Guerra) y a quienes las apoyaban mientras leían uno a uno los nombres de los jóvenes soldados estadounidenses caídos en Iraq.
«Necesitamos un nuevo curso en Iraq» y el «nuevo Congreso ofrece una nueva oportunidad de traer a las tropas a casa, engranarse en la diplomacia con Iraq y con los vecinos de Iraq, y financiar un esfuerzo de reconstrucción dirigido por iraquíes», dijeron las abuelitas, que luego marcharon hacia el centro de reclutamiento militar de la más famosa esquina de Nueva York, Times Square.
Sin embargo, George W. Bush, desde su rancho en Crawford, insistió: «en el Nuevo Año, permaneceremos en la ofensiva contra los enemigos de la libertad, avanzaremos en la seguridad de nuestro país y trabajaremos en pro de la libertad y la unificación de Iraq». Un empecinamiento bélico que está mostrando a diario sus pies de barro y también sus mentiras: no ha llevado libertad y democracia a Iraq, por el contrario, todas y cada una de sus acciones le añaden a la violencia de la guerra que comenzó en marzo de 2003 la violencia de los enfrentamientos interétnicos y confesionales que estimulan y agregan a diario nuevos muertos a las decenas de miles provocadas por las fuerzas estadounidenses y sus aliados.
Justo el primer día del año las tropas de EE.UU. mataron a seis personas durante un raid aéreo contra una casa en Bagdad, junto a las oficinas del importante líder político sunnita Saleh al-Mutlaq. Cuatro de las víctimas eran miembros de una misma familia, civiles, por supuesto.
Precisamente los musulmanes sunnitas, airados por la ejecución en la horca de Saddam Hussein, han tomado las calles en demostraciones pacíficas, a través de todos sus enclaves en el país mesopotámico, y en algunas se portaron y se dispararon armas, presagio nada halagüeño para los ocupantes.
Así que Bush, el hijo, sigue añadiendo fallos a su política guerrera que también fue criticada en la BBC por el arzobispo de Canterbury Rowan Williams, la principal figura de la iglesia en Inglaterra y de la comunidad anglicana en el mundo, quien por supuesto no dejó fuera al primer ministro británico Tony Blair.
Ya hay predicciones de que el 2007 será un año peor para Iraq, y advirtamos que ya Bush ha dejado de repetir: «Estamos ganando en Iraq», para otra frase un poquito menos impúdica; «No estamos ganando; no estamos perdiendo».
¿Cómo enfrentará Bush este año cuando tres de cada cuatro norteamericanos apoyan la retirada de las tropas, principal recomendación del Grupo de Estudio sobre Iraq, y en ese país el 92 por ciento de los sunnitas y el 62 por ciento de los chiitas aprueban los ataques contra las fuerzas estadounidenses y una gran mayoría quiere verlas retiradas.