Acuse de recibo
Quienes lo han dado todo y ya van de vuelta merecen la mejor de las atenciones. Más en un país que se aboca a los bastones y las canas como imagen generalizada. Cuba envejece. Envejece a ritmo sorprendente, porque no hay un renuevo en la misma proporción.
Por eso inquietan misivas como la del granmense Luis Noris Vega Vega (calle Pío Rosado No. 172, e/ Parada y Capote, Bayamo, Granma), que narra un suceso que ha afectado la rutina de quienes asisten al hogar de ancianos Lidia Doce, de ese territorio.
La guagua contratada por la entidad para el transporte de los ancianos en régimen de «hogar de día», «ha estado fuera de servicio por cerca de un mes», cuenta Luis Noris. Esto, añade, puede parecer un problema menor, pero cuando se piensa en los veteranos, de más de 70 años en su mayoría, esperando en las paradas algo que los lleve hasta el centro de atención, situado en las afueras de esa urbe, en la carretera que lleva a Santiago de Cuba, uno comienza a comprender lo peliagudo del asunto...
«Muchos tienen enfermedades que les afectan su movilidad, sostiene el remitente. En este caso está mi abuela, que tiene 88 años y está operada de la cadera y tengo que llevarla y recogerla todos los días».
Las autoridades de la institución —afirma— han hecho múltiples gestiones, a todos los niveles, pero desde la base de ómnibus de Bayamo la contestación suele ser la misma: «No hay guagua para el hogar», sin que medie una explicación más detallada de lo que le ocurre al vehículo, si podrá ser reparado y ha de contratarse el servicio a un tercero mientras dura la contingencia, y cuáles otras alternativas se han considerado en la búsqueda de una solución.
Luis Noris ha observado que por Bayamo circula en distintos momentos del día un significativo número de ómnibus sin trasladar pasajeros, y eso lo mueve a pensar que pueden hallarse opciones para que no se afecte más a los ancianos.
Una calle oscura puede ser el caldo de cultivo de la indisciplina, la violencia, los más bajos impulsos humanos. Por eso el villaclareño Iván Eras Espinosa (Bloque 2, Apto.4, Rpto. Sandino, Santa Clara) lleva más de seis años planteando, a cuanta reunión del Poder Popular asiste, el asunto de dos luminarias de la vía que no encienden frente a su casa.
La respuesta siempre es de este cariz: la queja será «elevada» a la Unión Eléctrica y las demás entidades correspondientes.
El remitente vive en un área contigua a la Universidad del Deporte y el estadio de béisbol Augusto César Sandino. Y el segmento que queda a oscuras por la ausencia de las dos luces no solo afecta a su edificio, sino también la entrada y salida de alumnos y bicicletas al centro de altos estudios.
«Tres años atrás, cuando el play off de Villa Clara e Industriales, repusieron el ciento por ciento de las luces de calle del estadio Sandino, muy cerca de aquí, y personalmente hablé con los compañeros del carro para ver si había solución de nuestro problema». La respuesta —evoca el lector— fue que era prioridad el otro lugar.
Cuenta Iván que en ocasión del reciente play off, estuvieron reponiendo el ciento por ciento de las luces en los accesos al estadio. Él se acercó a los compañeros del carro, y para suerte suya estaba entre ellos el ingeniero Galindo, quien le dijo que era responsable del alumbrado público y que él no conocía de esa reclamación.
¿Y las veces que esta «penumbra» debió «elevarse», según le respondieron a Iván en otras ocasiones? ¿Y la seguridad, día a día, de tantas personas?, se cuestiona el lector.
Las siglas nos invaden. Casi no ha surgido una institución y ya hay cuatro o cinco cerebros tecnocratizados inventando una eufónica y bella sigla. Nadie desconoce su valor para abreviar largas nomenclaturas, pero a veces decodificarlas resulta un empeño de titanes. Por favor, en las misivas a Acuse, cuando se aluda a las entidades por sus siglas, colocar, antes o después, el nombre completo. Así nos comunicaremos mejor. Gracias.