Ya nadie habla de él. Nadie lo menciona. Los pocos héroes de su tipo que todavía dan tángana por ahí, como sobrevivientes y achacosos mutilados, sufren del olvido, cuando, para hacer justicia, merecen una condecoración al valor y a la constancia.
Al igual que cualquier equipo electrónico, que cuando no sirve se bota, los organismos internacionales, cuando no funcionan, deben desaparecer. Ese es el caso de la Organización de Estados Americanos (OEA). Desde su fundación, allá en 1948, esa organización regional apenas puede contar nada positivo que haya realizado en pos del bienestar de los pueblos que, supuestamente, representa. Es más, casi se puede afirmar lo contrario.
Dicho en buen cubano, en San Pedro Sula se viró el dominó.
«Da grima», dijo un lector al comentar la pérdida de tomate por falta de envases y de transporte. Luego me miró como buscando asentimiento y añadió: «Ya usted ve, la agricultura empieza a responder y otros quedan con los brazos cruzados». Este columnista, que creía haber hallado el tema de su obligación semanal, le pidió permiso para usar esas palabras, y dejó la opinión propia para este espacio.
El parlamento Europeo en una sesión de trabajo. Conclusió...
La naturaleza es sabia y Jigoro Kano lo vivió. El inventor del judo descubrió las esencias de su arte marcial en un paseo de invierno. Absorto en los árboles, el maestro observó cómo las ramas delgadas se inclinaban ante la presión de la nieve y enseguida retomaban la posición anterior. En cambio las más robustas perecían. Soportaban el peso de los elementos para al final quebrarse en un chasquido de muerte.
Esperaban el mazazo, aunque no con tanta fuerza...
Si le digo que Camilo Blanes y Elmer Figueroa han interpretado algunas de las más lamentables baladas de la historia, seguramente usted encogerá los hombros y se preguntará quiénes son esos extraños personajes. Pero si le digo que acabo de hablarle de Camilo Sesto y de Chayanne, usted aprobará o reprochará mi tesis, pero sabrá perfectamente de qué personajes le hablo.
Encontré a Ludwig Van Beethoven hace apenas unas semanas en la ciudad de Holguín, abrazando a los insólitos trasnochadores de las Romerías de Mayo con su Oda a la Alegría. El sordo inmenso que sedujo los oídos del mundo para siempre, deslizaba su himno en cualquier parque, con la resaca de tanto júbilo.
Cierto amigo veterano, a quien mucho estimo, cree firmemente que las insuficiencias del país se resolverían si los jóvenes cumplieran las tareas orientadas y no discutieran tanto. «Se pasan la vida protestando —me dice—, y no se preocupan por cuidar todo lo que hemos hecho».