Cuenta una historia, encontrada en la Internet, que un funcionario recién nombrado llegó a su oficina. Sobre la mesa, tres sobres perfectamente cerrados y enumerados habían sido dejados por su antecesor con una nota que explicaba: «Solo abrir en situaciones límite».
Bajo los fuegos climáticos de un junio que parecía agosto, el cliente recorrió con agobio varias tiendas de la ciudad en busca de un obsequio sencillo, que le sirviera para no irse en blanco el Día de los Padres.
Espero que estén de acuerdo en que, entre los cubanos, se dirime hoy un debate. Para algunos podrá sonar heréticamente el término debate. Pero no creo que vivamos en una especie de arca que nos encuadre en una alianza con el silencio, la pasividad y la resignación. Por supuesto, si debatimos, damos señales de andar litigando contra los fantasmas del descrédito y la desesperanza.
Los países desarrollados se afanan en la búsqueda de soluciones para levantar sus economías tras el impacto de la crisis. Ocupados como están, lo que antes era prioridad, en la nueva coyuntura ya no lo es tanto, y por eso los expertos advierten de la necesidad de mantener y avanzar en la lucha por reducir los efectos del cambio climático. Los tiempos que corren son propicios para que «la crisis» se convierta en el pretexto perfecto para que los ricos dejen de lado sus compromisos con el planeta.
El 15 de junio la Corte Suprema de Estados Unidos anunció su decisión de rechazar la solicitud de revisión del caso de los Cinco. Esta demanda de revisión fue planteada por millones de personas de todas las procedencias alrededor del mundo, un número récord de peticiones de «Amigos de la Corte» y miles de personalidades y representantes oficiales de todos los continentes. Muchas de estas solicitudes provenían del propio interior de Estados Unidos.
A medianoche, un ladrón entra a una casa, ata a su dueño y toma posesión de ella. Como condición para abandonarla, exige que, de las tres habitaciones, el propietario le deje dos a él, además de la libertad para poder entrar y salir cuando le dé la gana, y la promesa de que el afectado jamás llamará a la policía para dar cuenta de la fechoría. Solo así habrá «paz y concordia».
La calma volvió. Sin embargo, con este episodio regresaban las interrogantes: ¿Cuán seguros estamos con la información digital? Por esto...
Alquien filosofó que uno debe ponerse rojo una sola vez y no rosadito todos los días. Y apuntaba a la necesidad de ser sincero y arrostrar el criterio propio con valentía y limpieza, aun cuando no fuera el predominante, o quebrara el consenso.
«Ama sua (no seas ladrón), ama quella (no seas flojo) y ama hulla (no seas mentiroso)». He ahí los pilares por los que la etnia aymara educa a sus hijos. Tal vez por ellos, y por las tantas peleas de...
Ana Frank, la niña judía que escribió uno de los más célebres diarios conocidos hasta hoy, por estos días hubiera apagado 80 velas, acompañada de amigos y familiares como solía preferir.