Muchos años después de que Eduardo Chibás lanzara su consigna Vergüenza contra dinero, la frase puede seguir leyéndose en su sentido literal. Pero podría agregársele otra nueva y urgente dimensión: «No hay vergüenza en buen dinero».
«Tenemos garantizado el futuro de las reuniones», sentenció en plan de humorada, pero con un sentido parabólico claro, el personaje de Lindoro, director de la empresa, en el programa Deja que yo te cuente.
El cuestionamiento surgió como un mazazo: Bueno, ¿y hasta cuándo van a seguir los animales sueltos en las vías que nos hacen pasar a veces grandes sofocones y pueden terminar en tragedias?
Desde 1960 hasta 1989 el promedio fue de 12 cuartelazos anuales. En 1968 el 62 por ciento de Latinoamérica, Medio Oriente, Asia Sudoccidental y África estaba gobernado por dictaduras militares. El total de pronunciamientos militares que han castigado Latinoamérica en toda su historia asciende a 327
En estos tiempos de crisis económica global las ansias por la aparición de un suceso generador de dinero mantienen en vilo a todo el aparato de la industria cultural.
El mensaje de un lector pregunta «qué hemos hecho mal para que tengamos que restablecer tantas cosas». Y confiesa que le duele el término restablecer, porque implica que lo establecido una vez se «desestableció» en algún momento. Uno comprende que el remitente siente el melancólico disturbio de la pérdida. Pero si tenemos la oportunidad de restablecer, de refundar, aprovechemos la nueva oportunidad. Y démosles a ambos términos un sentido más completo: restablecer o refundar previendo que esas cosas cuya pérdida se lamenta, puedan perdurar sin trastornos.
Necesitaba mandar un e-mail urgente, a las seis de esta calurosa mañana habanera. Me conecté al Yahoo en español, como hacen diariamente cientos de miles de hispanoparlantes en todo el mundo. Allí lo primero que te proponen es la página de titulares de las noticias del día. Busqué alguna relacionada con Honduras. Anoche me fui a dormir con la preocupación por el destino de ese país, desde hace tres días revuelto por un bestial golpe de estado.
Hacer caricaturas es un oficio muy parecido en la apreciación de los lectores, a las piruetas de un arlequín. Normalmente quienes nos dedicamos a este aislado e inútil oficio nos encontramos a diario con gente que te pide que por favor le des un autógrafo en imagen para hacerlos reír por un momento, o que le dibujes a Garfield para sus hijos, que ni idea tienen de quién es uno, o qué hace. Por eso suelo no salir tanto a las calles, porque mi generosidad puede sin lugar a dudas erosionar los vuelos limitados de mi creatividad y hacerme perder la perspectiva del compromiso que diariamente tengo que asumir con la realidad y con la condición humana.