Curso tras curso, si la ocasión se presenta, gusto de dialogar con quienes están a punto de dejar las aulas universitarias, diploma en mano, sobre las competencias, cualidades y actitudes que deberían potenciarse más al iniciar la vida profesional. Diversos criterios afloran, pero siempre se termina coronando a la humildad como una reina sabia y guiadora.
La vida se torna por instantes mohosa, casi rectilínea en su aburrimiento. Uno repite con exactitud los ritos cotidianos, y aguarda por días sublimes, que le encandilen de goce. ¿No será que todo está dispuesto así con sabiduría, para engrandecer los contados momentos de felicidad? ¿Qué seríamos, inflamados de euforia a toda hora? ¿Resistirían nuestros corazones?
La frase del Apóstol llameaba en la memoria mientras asistía esta semana a un análisis sustancial para la nación de ahora y del futuro. «En los pueblos libres el Derecho ha de ser claro. En los pueblos dueños de sí mismos, el Derecho ha de ser popular».
Ahora que se avecinan nuevas elecciones legislativas en los Estados Unidos, es bueno saber cómo se financian estos comicios y las dudas que estos crean sobre el sistema democrático norteamericano.
El dogma y el tabú —afines en sus efectos limitadores, aunque no sinónimos estrictos— componen una de las manifestaciones subjetivas que más entorpecen la reacción creadora ante las urgencias de la sociedad cubana. Fijémonos que sus efectos son los mismos que esas manijas o botones de seguridad que en un hotel, un barco, un avión aparecen con el letrero de «No tocar, salvo en caso de emergencias». El tabú y el dogma funcionan de la misma manera: No tocar… pero omiten la salvedad de tocar cuando las circunstancias lo ameriten.
Tienen nuevos argumentos quienes habían apuntado la inamovilidad de la política militarista de EE.UU. para América Latina. Ahora sus barcos y soldados también podrán desandar, libres, las aguas del istmo.
Puso un bozal en su hocico y le propinó cuatro puñaladas. Luego lo dejó en la puerta del edificio. Allí el negrísimo Cocker spaniel soltó su último suspiro en medio de la noche, incapaz de protestar, ni pedir ayuda. Su boca atada y la traición de su dueño le apagaron la vida.
No fue vestida de Papá Noel, pero la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, llegó con el saco repleto a Paquistán. Tal vez se le vio algo cansada; a fin de cuentas, la promesa de una «ayuda» de 7 500 millones de dólares debió pesar. Sin embargo, sus fuerzas fueron suficientes para exigir algunos favores a cambio de tan abultada suma a la nación asiática.
La capitana está nerviosa: los marineros, los más experimentados, saltan por la borda (en todo caso, no caen al mar, sino en cómodos yates que pasan junto al buque), y ella trata de aparentar que no le afecta. Mientras, unos piratas a los que se alió para hacer el viaje más tranquila, están haciendo lo imposible por hundir la embarcación. No es seguro que toque puerto…
Los grandes imperios en la historia de la humanidad suelen derrumbarse provocando de antemano desastres de proporciones incalculables. Esta vez, el colapso que se avecina del imperio norteamericano tiene un efecto aterrador porque podría provocar la desaparición de la humanidad en pleno y sus consecuencias no solo en los hombres y mujeres, sino también en la naturaleza y la propia vida de nuestro planeta.