La capitana está nerviosa: los marineros, los más experimentados, saltan por la borda (en todo caso, no caen al mar, sino en cómodos yates que pasan junto al buque), y ella trata de aparentar que no le afecta. Mientras, unos piratas a los que se alió para hacer el viaje más tranquila, están haciendo lo imposible por hundir la embarcación. No es seguro que toque puerto…
Si donde dice «capitana» colocamos el nombre de la canciller federal alemana Ángela Merkel, líder de la conservadora Unión Cristiano-Demócrata (CDU), y donde aparece «piratas» ponemos al Partido Liberal (FDP), socio menor en el Gobierno que lidera el partido de ella, entonces tenemos la imagen completica y explicadita: a la CDU le está haciendo más mal que bien esa amistad, y los «barones» de más ringorrango en el partido no quieren estar ahí cuando la nave vaya a posarse en un arrecife. Según encuestas, muy pocos creen que la coalición aguantará hasta 2013, momento de los próximas legislativas…
Desde que se encaramaron en el puente de mando junto a Merkel, los liberales, encabezados por el ministro de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, no han hecho sino tratar de pasarles la mano a los más ricos. En medio de una crisis económica que no hace falta describir, el FDP ha pugnado por mayores rebajas de impuestos, con las que los billetudos saldrían mejor que los «beneficiados» de abajo.
Frente a un plan de ahorro de 80 000 millones de euros, los piratas han querido aplicar el remo en dirección contraria a la deseada por Merkel. Eso sí, pasándoles cuchilla a los de renta más baja, pues han propuesto, por ejemplo, una reforma de salud que aplicaría cuotas fijas para todo el mundo, con independencia de si eres el presidente de Mercedes Benz o un Hans Muller (Juan Pérez, en alemán). Por fortuna, a la Canciller no le hace gracia el plan.
Así, no debe asombrar que, del 14,6 por ciento obtenido en las elecciones de 2009, los liberales «gocen» hoy de menos del cinco por ciento de las simpatías. Y en cualquier elección, para entrar al Bundestag (Parlamento) hay que sobrepasar ese listón.
Claro, que el FDP no se hunde solo: arrastra consigo a la CDU de Merkel, por lo que varios influyentes políticos de ese partido se han marchado. Hasta hoy, varios gobernadores regionales (los de los estados federados de Turingia, Baden-Württemberg, Hesse, Baja Sajonia y Renania del Norte-Westfalia) han renunciado y se han ido a ganarse el dinero con menos complicaciones. El último de ellos —lo anunció el domingo— fue el de Hamburgo, Ole von Beust, quien había forjado una interesante alianza local entre la CDU y Los Verdes, un experimento que muchos creen medicina aplicable a nivel federal.
Y sería curioso, por cierto, pues el tándem CDU-FDP determinó, en 2009, alargar la vida activa de las centrales atómicas hasta más allá de 2020, que era el plazo fijado por el Gobierno de verdes y socialdemócratas (1998-2005). Cómo podrán los ecologistas, llegado el caso, lanzarle un salvavidas a Merkel y hacer que esta diga «digo donde dije Diego», a saber, que eche atrás el acuerdo pronuclear, es algo que ni Einstein podría descifrar (solo algunos políticos poseen esa extraña habilidad de conciliar lo inconciliable)…
Mientras tanto, ella se limita a sostener el timón, y maldice, en lo secreto, la hora en que escogió tales aliados para el viaje…