El mismo día del triunfo de la Revolución Cubana, pero 64 años antes, nació en Washington, D.C., uno de los hombres más tenebrosos de Estados Unidos de América: J. Edgar Hoover, probablemente quien más poder ha llegado a tener en este país. Fue uno de los fundadores del Buró de Investigaciones en 1919, el cual años después, en 1935, cambió su nombre por el de Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).
«¿Dónde está mi bandera cubana…?», recito a Bonifacio Byrne, mientras redivivos autos de alquiler y bicitaxis enarbolan contra el viento los pabellones de Reino Unido, Estados Unidos, España, Canadá, Alemania o Italia, en una operación de mercadeo nada sentimental, para asegurarse clientes con turistas de esos países, al ritmo de un procaz reguetón.
…ansia negra y ansia blanca, los dos del mismo tamaño, gritan, sueñan, lloran, cantan.
Ahora, con esta noticia, pienso que no estaba tan desencaminado mi amigo de la Primaria, ni debí ofenderme tanto cuando, en pleno recreo y para vengarse de mí, porque lo había «ruchado» en el juego de las bolas, me gritó con impotencia: ¡cabeza de puerco!
Hasta las mariposas estuvieron de luto aquel día. Dejaba de perfumar con su aroma rebelde la más autóctona de las flores cubanas. Dejaba de latir un corazón que había alojado en él a un pueblo entero. Dejaba de regalarse la sonrisa diáfana de una heroína que decidió volverse recuerdo memorable.
El sonido de la sirena y las luces intermitentes del auto patrullero llamaron la atención de los vecinos —incluso de aquellos que nunca asisten a la reunión del Comité de Defensa de la Revolución (CDR)—, quienes se agolparon frente al edificio; unos, curiosos por ver a quién aprehenderían, otros para que nadie se los contara.
No vengan a Gran Bretaña. Este no es el paraíso que ustedes creen. Así ha venido pidiendo David Cameron, hace meses, intentando convencer a búlgaros y rumanos de no ir a trabajar al Reino Unido, una vez que culminara el período transitorio que limitaba el acceso de esa fuerza laboral, lo que ocurrió el 1ro. de enero de este año.
¿Cuánto hace? Creo que van como siete años que no escribo una cuartilla para Juventud Rebelde, diario en el que me hice lo que soy —periodista— a partir de 1970. Entonces tenía 18 años.
CARACAS.— Nunca supe su nombre; acaso jamás lo sabré. Pero si de algo estoy seguro es de que no podré desprender de mí su imagen.
Cuentan las malas lenguas que es muy difícil resistirse a un cañonazo de un millón de dólares, y es verdad. Muchísimos seres humanos venderían su alma al diablo con tal de tener en sus manos esa enorme cantidad de dinero. Hay quienes dicen que lo que cuenta es lo espiritual, pero lamentablemente son los menos y, además, la mayor parte de los que afirman lo anterior no poseen riqueza material alguna.