Sucedió un sábado de agosto, al filo de la una de la tarde, en pleno corazón de la ciudad de Bayamo, específicamente en La Bodeguita, un comercio que expende alimentos en las dos monedas y tiene una clientela no despreciable.
¿Qué hacer cuando las instituciones no cumplen cabalmente con su deber de preservar los derechos ciudadanos? Cuando las personas se dirigen a una entidad o funcionario con una inquietud justa, y reciben el maltrato o la desidia reiterada, ¿cuál es el camino a seguir para hacer valer sus derechos?
Por fin fui a graduarme la vista. Mi vista no parece una chica muy lista que digamos: se graduó cuando estaba a días de cumplir 46. Reconozco que llegué un poquito tarde, pero al menos puedo decir que ya tengo dos títulos: el que me dio la universidad y el que certificó un hospital.
Sufrir por nuestras propias faltas, ahí está un tormento de la vida. En ello coincido con el escritor, poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde (1854-1900), de quien asumo que las desgracias que podemos soportar mejor son las que vienen ajenas a nuestras decisiones.
Es difícil encontrar a un compatriota que no sienta expectación ante el inicio del curso escolar. Esta afirmación pudiera resultar exagerada, pero las cifras son convincentes: ¡casi dos de cada cinco cubanos concurrió a un centro escolar el 1ro. de septiembre!
La experiencia del proyecto Cuba en mi mochila, auspiciado por el Movimiento Juvenil Martiano y la Unión de Jóvenes Comunistas, propició en los centros visitados un intercambio muy interesante, que evidencia la necesidad que hay en todo el país, sobre todo en el ámbito estudiantil, de este tipo de diálogo.
Conformar una mochila no siempre implica realizar un viaje. En ocasiones, se trata de una travesía a lo interno de uno mismo, a las raíces que sustentan nuestra vida. Quise responder al ejercicio que convocó el Movimiento Juvenil Martiano, para saber qué guardaría de Cuba en mi mochila, una pregunta sencilla con respuestas muy complejas.
Si pudiera llevarme algo de Cuba en mi mochila, no tendría por dónde acabar, y no es para menos, ya que en este ajiaco —con permiso de Don Fernando Ortiz, a quien también me llevaría— hay tantas cosas maravillosas que dicha empresa resulta casi imposible por su belleza, diversidad, y hasta sus contradicciones. Ya lo decía el dúo Buena Fe: «…Una Cuba muchas Cubas».
Son realmente satisfactorias las iniciativas que emprende la UJC para recuperar un espacio «perdido» en lo que concierne al trabajo político-ideológico; y no es que estuviera perdido, sino que había caído en un letargo y sus movimientos habían sido igualmente arrastrados a ello.
Cuando era pequeña ser feliz era muy fácil. Bastaba un grupo de amiguitos del barrio, una cuerda para saltar, una tiza, una lata vieja, una gran reserva de energía y alguna que otra iniciativa, de esas que solo los más chicos conocen.