No se trata de un cocido cualquiera. Si definitorio fue el encuentro con las urnas en agosto de 2004 para ratificar a Chávez en el poder, la ocasión que se abre ahora tiene igual capacidad de sentar pauta para profundizar las transformaciones, o implicar un retroceso: una impensable marcha atrás que las mayorías beneficiadas por los cambios, difícilmente aceptarían ya.
¿Quién iba a decir que hasta los más recalcitrantes lo entenderían? Meses atrás era difícil imaginar que los conductores de moto en Cuba andarían con casco. Tanta labor preventiva, tantos comentarios y notas de prensa, tantos llamados a la cordura, y el conflicto se solucionó con una fórmula sencilla: «O te lo pones o prepárate… Con el bolsillo o la licencia, pero prepárate».
Al cumplirse el plazo que le dieron las autoridades migratorias norteamericanas para presentarse ante ellas y abandonar el país, dos años después de haber sido detectada en una operación rastreo en el aeropuerto donde trabajaba como moza de limpieza, Arellano buscó refugio en una iglesia de Chicago junto a su hijo Saúl.
Hay gente que posee especial predilección por repartir halagos, lo que asume con profesionalidad para caer bien y crearse una imagen de gracioso. Jamás ven la mancha, aunque esta tape al mismísimo sol.
Si usted se ciñera un turbante, o vistiera una túnica que delatara su origen árabe, podría demorarse un poco más en los aeropuertos británicos antes de abordar su avión. Si fuera una cruz lo que colgara de su cuello, o si una redonda kippá rematara su cabeza y alguien advirtiera que es usted judío, no tendrá problemas, previsiblemente. Bon voyage!
Una dosis nada despreciable de frases fuertes, esas denominadas «malas palabras», están en el morral del vocabulario de muchas personas. La cuantía y agresividad de estos recursos en poder de cada individuo no discrimina pautas entre unos y otros. La diferencia la marca el uso o abuso de esas alternativas idiomáticas.
Duele escribir de una muerte, pero el dolor se multiplica cuando se trata de alguien cercano como Eddy Martin, ese maestro de varias generaciones de narradores y comentaristas deportivos.
Hace días que me sentía en el compromiso humano de escribir algo sobre Eddy Martin. Los avileños me lo pedían en la calle de modo que decidí hacerlo cuanto antes. No lo había hecho debido a que quería tomar testimonio de algunos sus mejores amigos. Ante la imposibilidad de contactarlos, por diversas razones, amanecí hoy con la convicción de que iba a escribir antes de que algo sucediera, dados los intermitentes rumores que llegaban. Por esos misterios que la vida tiene, comenzaba yo a escribir a la misma hora en que el colega fallecía en La Habana: 6:30 de la mañana. Y luego de enviarla al diario me fui a la calle donde me bofeteó la noticia. Siento que esta inyección de amor, preparada con el cariño y la admiración del pueblo de Ciego de Ávila, no llegara a tiempo. Sean entonces estas palabras, sencillamente, el homenaje póstumo de un pueblo que tuvo y tiene en él a uno de sus más fieles hijos.
Escribo esta nota con el alma todavía en el Océano Atlántico. Acabo de llegar a la Isla, después de unos días de trabajo en Barcelona, y si mi alma anda con retraso se debe a que mi cuerpo no se ha recuperado de los aeropuertos en estado de máxima alerta.
Ehud Olmert, el primer ministro israelí, habló al Kneset (Parlamento) sobre un «duro golpe» contra Hizbolá, al tiempo que Hassán Nasrallah, líder del grupo chiita libanés, subrayó la «victoria estratégica» contra Israel.