Acabo de leer lo siguiente en el periódico La Jornada, de México:
MI primer recuerdo de Fidel es su voz. Mi hermano lo oía escondido por Radio Rebelde. Por esa época cuando yo aún era una niña, en la finca que cuidaba mi padre —y mi familia vivía— a las afueras de Holguín, llegaban algunos barbudos por la noche. No había luz eléctrica a causa de los atentados y yo me sentaba cerca de aquellos amigos de la casa que la policía de Batista no podía ver.
Antenoche recibí un llamado de La Habana que me dejó sin aliento. Un compañero argentino me avisaba: «Parece que Fidel está mal», y de inmediato la conversación se cortó, generando un insoportable suspenso. A los pocos minutos la CNN informaba que Fidel Castro había sido operado y que por primera vez en 47 años transfería transitoriamente sus responsabilidades de Estado a su hermano Raúl.
La noticia sobre la operación a que fue sometido el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, compañero Fidel Castro, permitió que las personas de todo el mundo pudieran aquilatar mejor las diferencias entre los verdaderos cubanos y los gusanos de Miami.
CARCASSONNE, Francia.—En la pared de piedra están grabadas las palabras que, en el año 1244, escribió Guillaume de Puy Laurens: «Fueron quemados dentro de una cerca de palos y vigas, que fue encendida, y bajaron directamente al infierno». La imagen que la acompaña es la que cabría esperar junto a semejante prólogo: una mujer atrapada en una abrazadera de hierro, con bisagras que sujetan la cabeza, las manos y los tobillos de tal modo que ella está obligada a mantenerse arrodillada en el cerco de hierro. Este instrumento «portátil», conocido como «la hija del Barrendero», viajó por siglos de un pueblo a otro del sur de Francia y nadie podría establecer ahora cuánta sangre y confesiones, reales o mentidas, dejaron huellas en este instrumento de horror que ahora se exhibe en el Museo de la Inquisición y la Tortura, del Castillo de los Cátaros, en la ciudad de Carcassonne.
Beirut nos duele a todos. Veintitrés toneladas de explosivos en una sola noche minaron su cuerpo; la fuerza aérea israelí quería penetrar lo que sospechaba era un búnker del Partido de Dios (Hizbolá). Ya han pasado 17 noches como aquella.
El hombre, desde que llegó a Miami hace casi 40 años, no deja una noche de soñar con Cuba. La idea que más le ha perseguido, en todo este tiempo, ha sido la de volver a caminar La Habana. Esa Habana que abandonó como mujer perjura. Esa en la que cada mañana, en las esquinas, los olores a comida y a basura fornican con el hollín de los carros y el de la perniciosa cortina de humo de la refinería del puerto.
Desde el 15 de julio, el pueblo cubano ha podido seguir, detalle a detalle, gracias a la radio y la televisión, las actuaciones de nuestros atletas en los XX Juegos Centroamericanos y del Caribe, directamente desde Cartagena de Indias.
La noticia fue un arranque de ternura y piedad que tuvo ayer en Kuala Lumpur, capital de Malasia, la señorita Condoleezza Rice, la jefa de esa escuadra siempre al ataque que es la política exterior norteamericana.
CIERTO lector comenzaba a redactar una carta sobre mi nota titulada Un drama de Shakespeare, cuando decidió primeramente leer una respuesta en Acuse de recibo, donde un organismo explicaba la demora en instalar los servicios de agua y electricidad en viviendas recién construidas, y alegaba que el error se hallaba en haberlas declarado habitables antes de extenderles esos servicios básicos.