Este periodista tiene quien le escriba. Los temas de las últimas semanas los he tomado, en mayoría, de las sugerencias de los lectores. Y he de advertir, nuevamente, que no voy a competir con mi vecino José Alejandro Rodríguez y su Acuse de recibo. Coloquiando no denuncia problemas. Simplemente aprovecha los planteamientos para conceptualizarlos editorialmente. De modo, pues, que hoy citaré fragmentos de una carta firmada, aunque silenciaré el nombre de la remitente: ha pedido discreción. La comprendo. Y respeto su deseo.
Es el cuento de nunca acabar, oportunamente filtrado a los periodistas de Miami, que se cocinan en su salsa. Ni una palabra mas allá de The Miami Herald, aunque la noticia es una bomba: la Casa Blanca ha creado en secreto cinco grupos interagencias para monitorear a Cuba, que funciona como un gabinete de guerra acuartelado en las oficinas del Departamento de Estado desde el 31 de julio —fecha en que se dio a conocer la enfermedad de Fidel.
Me había preparado para verlo, pero la realidad fue mucho más fuerte. Incluso le llevaba de regalo un ordenador de viaje. Es decir una suerte de cartuchera de cuero argentino, que en su interior tiene espacios predeterminados para papeles, tarjetas, pasaje, pasaporte, anotaciones varias, todo lo que necesita un viajero. Sé muy bien que Fidel Castro no lleva tarjetas de crédito ni dinero en sus travesías por el mundo, pero el modesto presente encerraba un mensaje subliminal: «Espero que pronto esté bien para volver a viajar».
El quinto aniversario del 11 de Septiembre (11-S) está bañado de devastación, sufrimiento, crimen y corrupción, todo a nombre de la «libertad», bajo la cual se han cometido en los últimos años graves violaciones del derecho internacional, en particular de los derechos humanos.
Es época de bonitos gestos vacíos. Mientras Laura Bush se seca las lágrimas con un pañuelito blanco, George Jr. tropieza con las palabras y hace pucheros en el homenaje a las víctimas del 11 de septiembre, en el que anuncia que seguirá la guerra contra el terrorismo y repite el «Dios bendiga a América» con el que ha terminado más de un discurso al país, tras los atentados terroristas que golpearon a los Estados Unidos en el 2001.
EL 11 de septiembre, dos palestinos murieron en la Franja de Gaza y en Cisjordania. Aunque tal vez «murieron» no es el término más exacto. En Palestina, frecuentemente las personas no mueren en una cama. Más adecuado es decir que un adolescente fue asesinado en el barrio gazano de Shauka, bajo la artillería pesada israelí, y que un hombre de 55 años fue ultimado por una unidad especial sionista en Jenín.
Hay que decir que no siempre el optimismo es mejor que el pesimismo, ni más constructivo, ni más eficaz. Si un ser humano está desarmado en medio de la selva con un león delante, es preferible ser escéptico frente al porvenir inmediato, que irrazonablemente optimista: es más probable que el león se coma al panglossiano que cree en la bondad innata de los leones africanos, que al pesimista que desde el primer instante buscará la forma de escapar.
Los diputados laboristas hacían demasiado escándalo. Los conservadores de oposición pescaban simpatías en río revuelto. Los liberal-democrátas se nutrían con disidentes de las filas gubernamentales. Y el primer ministro británico Tony Blair, finalmente, ¡parece que escuchó!
El primero de los torneos beisboleros de clasificación olímpica, concluido hace menos de siete días en La Habana, no dio pábulo a la inconformidad. Estados Unidos y Cuba fueron los poseedores de las primeras plazas.
EN uno de los costados de la entrada a la escuelita de La Higuera, donde fue asesinado el Che el 9 de octubre de 1967, alguien escribió: «Por esta puerta salió un hombre a la eternidad».