Al reconocido merenguero dominicano Sergio Vargas el exilio cubano quiere cerrarle las puertas por lucir una camiseta con la imagen del Che. «No tengo putas ganas de ir a Miami. Son unos cretinos y unos pedantes... Por favor, no me expliques cosas que son evidentes. Ya sé que dependemos de ellos. Mi compañía tiene muchos negocios con los americanos y ahora son los que mandan y ponen las reglas», decía la Marta de Habana blues, mientras hablaba por teléfono con alguien que desde el otro lado de la línea le recordaba que no debía salirse del plato.
La empresaria española de la película había llegado a Cuba en busca de esos músicos geniales que aquí se dan como el marabú, pero que no gozan del favor de la difusión radial y televisiva. Y claro, esperaba que estos, por tal de tener el «privilegio» de ser promocionados en Europa y Estados Unidos (con cientos de copias discográficas de respaldo), se colocaran de espaldas y enjabonados.
Por eso Marta se sorprendió tanto cuando Ruy, el protagonista, se negaba a que un dedo macabro lo penetrara, pues el precio para llegar a Norteamérica era argumentar que el gobierno cubano no los dejaba vivir. «Quieren que seamos fantoches políticos, nos pagan una miseria, y encima de eso quieren que estemos felices. Me como un ladrillo antes de que su compañía se llene los bolsillos a costa mía».
Quienes no conozcan cómo funcionan las cosas en Miami deben pensar que la historia que contaba Benito Zambrano en Habana blues era una gran exageración. Sin embargo, el director sevillano de películas como Solas y Padre coraje, se quedó chiquito al referirse a las fuertes presiones que ejerce el exilio cubano sobre los artistas que huelan a la Cuba revolucionaria. Lo ocurrido recientemente con el popular merenguero Sergio Vargas es un ejemplo que reafirma lo que digo.
Sucedió que al también diputado por el Partido de la Liberación Dominicana en representación de su Villa Altagracia natal, se le ocurrió aparecerse en una fiesta luciendo una camiseta con el retrato del Che Guevara, lo que ha causado un revuelo en Miami mayor que si Bush se hubiese presentado a vanagloriarse de la guerra contra Iraq en paños menores. Así es de insólito el odio acérrimo de esa manada que bebe todos los días la Coca Cola de la estupidez.
Seguramente usted se preguntará qué tiene de malo que Vargas haya deseado llevar la imagen del legendario Guerrillero Heroico. Pues ese gesto es suficiente para que el exilio lo tome como traidor y lo tache de comunista, clasificación que conlleva a que el merengue de Sergio dure en Miami menos que esa delicia en la puerta de una escuela, como asegura el refrán popular.
Enrique Santos, el locutor cubanoestadounidense del espacio El vacilón de la mañana, que se transmite por la emisora El Sol 95.7, quien inició la campaña contra Vargas ha explicado las razones de su conducta: es importante que reconozcan que Miami es el único frente contra el gobierno cubano.
«Simpatizar con el Che es simpatizar con Fidel Castro. Es triste que muchos no se percaten, o mejor dicho, no les importe porque no les afecta directamente», ha dicho como si estuviera anunciando el reguetón del momento.
Lo más bonito del caso es que justamente el intérprete de éxitos como La quiero a morir, Este es mi país, Perla negra, No creo una más y Ni tú ni yo, ha manifestado que aunque ha sido invitado a actuar en Cuba nunca ha accedido, pero lo que no puede aceptar es que alguien pueda decidir qué debe o no vestir.
«No me cabe en la cabeza que me censuren por una camiseta con la foto del Che. Desde muy niño he seguido y admirado a ese personaje. Yo lo veo como una especie de Robin Hood, que trabajaba a favor de los pobres, pero sé que él es muchísimo más que eso. El Che es un símbolo de la humanidad. Nadie me va a obligar a disculparme por ser quien soy. A mí no me quedan suficientes años de vida para lamentarme si me dejo arrancar mi dignidad humana».
De eso se trata, más que de un problema político, de dignidad humana. Y, por supuesto, Vargas no ha sido el único a quien le han cerrado las puertas. Cada vez son más frecuentes los boicots a quienes no se dejan doblegar. Los ejemplos sobran: Johnny Ventura cuando decidió viajar hasta la Isla para festejar el Día de la Independencia Dominicana; el cantante Andy Montañez, por haber saludado en Puerto Rico a Silvio Rodríguez.
Pero en esta breve lista no podría faltar el ultraje y la labor de «convencimiento» de la mafia anticubana para que la Academia Latina del Arte y la Industria Discográfica (LARAS), por ejemplo, no deje participar a artistas y agrupaciones criollos en las ceremonias de premiación de los Grammy Latinos, o que el cantautor Carlos Varela no lograra realizar su proyectada gira por Estados Unidos para presentar su disco Siete.
Mientras, los dominicanos al saber que su coterráneo no quiere dejarse poner el pie, insisten en ofrecer consejos: «A Sergio Vargas que no eche para atrás, y le entre con to’ a esos en Miami, que lo que quieren es ir a Cuba y acabar con todo allá y ponerla como estamos nosotros aquí, donde no hay educación, salud, ni siquiera electricidad».
En fin, que parece que con Sergio Vargas y los dominicanos la gusanera va a tener que irse con su canción a otra parte.