No era Bin Laden, sino una niña de 12 años la Osama protagonista de la cinta afgana homónima de 2003, la cual vimos los cubanos hace unos meses.
Primero la sorpresa: un oscuro paramilitar pro-británico, Michael Stone, irrumpió en la sede de la Asamblea legislativa y lanzó una bolsa con seis artefactos explosivos, al grito de «¡nunca nos rendiremos!», antes de ser reducido por la seguridad. Por fortuna, las bombas fueron desactivadas y no hubo que lamentar víctimas.
Los periodistas hablan o escriben todos los días. Es su oficio. Quizá su destino. Mueren, y poco antes han firmado —o filmado— la última expresión de su trabajo, de su abnegada actitud de arriesgarse por servir a la gente y a la historia. Por ello, de los periodistas hay que hablar o escribir todos los días. Soy periodista, pero me inclino como acto de respeto ante el signo y el sino de mis colegas, que asumen una de las profesiones más peligrosas del mundo, quizá la más peligrosa.
Flyer (aviador) agitó sus alas y corrió seguro; Fryer (sartén) tampoco vio la candela. Ambos recibieron la gracia presidencial, como es tradición en Estados Unidos, y estos dos pavos vivirán hasta que les llegue su día por el normal curso de natura. Pero otro guanajo, al que no se le conoce nombre, será comido este jueves por la familia Bush en Camp David, la residencia campestre de los mandatarios norteamericanos en las afueras de Washington.
Deporte y cultura siempre han marchado en paralelo por lo que el uno encierra de la otra y viceversa. Sin embargo, el tema que abordaré tiene que ver con el lado oscuro de tan hermosas manifestaciones.
Las llamadas categorías que imperan hoy en la Gastronomía influyen en la desvalorización de nuestro menguado peso.
El domingo, otra acción, ya acostumbrada desde hace 17 años, para pedir el cierre de la escuela militar que ha formado a miles de uniformados que en América Latina han cometido una y otra vez abusos y violaciones a los derechos humanos. Pero esta vez fueron unos 22 000 a cantar, levantar cruces blancas por los caídos y asesinados y desfilar frente al enclave del ejército en Fort Benning, donde está ubicado ahora el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación de Seguridad (WHINSEC), sucesor desde 2001 —perdónenme la frase hecha, pero es la adecuada— de la tristemente célebre Escuela de las Américas, primero ubicada en Panamá hasta 1984. Rendían tributo a los seis jesuitas, su ama de llaves y la hija de esta, asesinados por algunos alumnos de la Escuela de las Américas el 19 de noviembre de 1989, en El Salvador.
El único trocito de naturaleza que Ana Frank veía desde la ventana de su escondite, está a punto de morir. El castaño de indias descrito con ternura por la niña en el diario más famoso del mundo, será talado en los próximos días porque se encuentra gravemente enfermo, atacado lentamente por un hongo que ha carcomido casi todo el interior del tronco. La enfermedad, dicen, es irreversible.
Imagine por un momento que un ciudadano libanés, miembro del partido chiita Hizbolá, camina algunos centímetros más allá de la frontera, adentrándose en Israel con una simple cámara fotográfica. El hombre va desarmado, sin una pizca de pólvora encima. ¿Qué se puede esperar de las tropas israelíes que lo descubran, sino que sus ametralladoras comiencen a ladrar inmediatamente?
A los periodistas nos encanta «alimentarnos» de la gente. El redactor que no tenga en cuenta la más discreta de las opiniones de uno de sus lectores es como ese médico que le receta al paciente sin haberle mirado a la cara, sin siquiera haberle auscultado, antes, el más mínimo soplo de aire en sus pulmones.