Rápida y furiosa iba aquella 222 por la calle 23, en La Habana. Rápida y furiosa siguió por la calle 41. Con el mismo estilo pudo haber continuado cuando la suerte —o la llegada a mi parada— me hicieron abandonarla. Bastante la soporté. Demasiada buena suerte nos acompañó.
LONDRES.— Van pasando los días y quedan cada vez menos historias que contar. Menudo problema para el vasto ejército de periodistas apostados en esta ciudad con el objetivo de reflejar cuanto acontece en esta fiesta deportiva.
Recientemente escuchaba en el programa Haciendo radio la entrevista realizada a una alergista, quien exponía calificados criterios relativos al aumento y causas de la aparición de forúnculos en personas jóvenes que acostumbran a rasurarse casi todo el cuerpo.
Me declaro culpable, culpable por confiar aun sabiendo sus limitaciones este año, culpable por soñar y cruzar los dedos (ese fue el más fuerte artilugio que asaltó mi cabeza, con el perdón de los santos yoruba), culpable por sembrar mi patriotismo más hondo que la lógica y la sensatez.
LONDRES.— Han pasado un par de días y aún dura la resaca del apoteósico triunfo del jamaicano Usain Bolt en el hectómetro olímpico, con récord para la competencia incluido.
Más de una vez se ha insistido en el tema del pesaje en muchos establecimientos públicos y las reiteradas violaciones que en torno a ese acto se cometen, en perjuicio del consumidor.
Londres.— Dicen que para gustos se hicieron los colores, y tal vez por eso mi abuela, que sin estudiar nada sabía de todo, siempre me enseñó que las preferencias no se cuestionan.
El Congreso de Estados Unidos está de mal en peor. De entrada, la opinión pública nacional tiene de él una pésima percepción. En cada una de las encuestas que se hacen en el territorio nacional, el nivel de aprobación sobre la labor del mismo anda por los pisos. Si mal andan los candidatos a la presidencia, muchísimo peor están los congresistas.
Londres.— No me alcanzarían nuestras dos páginas «olímpicas» para reflejar todas las historias posibles, aquellas vividas en primera persona, o las otras que nos llegan de segunda mano.
Los números siempre son acusados de fríos, aunque nos pongan la cabeza caliente. Claro que no lo dicen todo, pero es mucho lo que revelan. Sobre todo cuando se les mira bajo la compleja y sensitiva lupa existencial de una nación y de su gente.