Telúrica, avasallante y sublime resulta la acción política y humana de los grandes hombres y mujeres de la vida, que luchan para ser hacedores de las causas más nobles de la humanidad junto con sus pueblos. Acercarse al más alto escalafón de la especie humana es estar cerca del sol para convertirse en fuego sagrado para siempre. En esta dimensión revolucionaria ilumina y vive victorioso el Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana Socialista, Hugo Chávez Frías.
SANTA CLARA, Villa Clara.— El regocijo se nos vino encima, cuando sentados frente al televisor, escuchamos desde ese pedazo de tierra entrañable que es el Moncada, las palabras dignas sobre nuestro país de un grupo de presidentes latinoamericanos, caribeños y el canciller de Ecuador.
Si es usted de los que sale temprano a la calle, ya sabe a quiénes me refiero. Pero no es solo a esa hora en la cual podemos encontrarlos haciendo su trabajo, porque es común verlos igual —durante todo el día y ya entrada la noche— pasando la escoba en cuadras, calles y avenidas, o en viaje hacia el vertedero de la ciudad para llevar los desechos.
Veo el viejo ataúd de plomo —abierto y reemplazado por uno de madera hace tres años en el Panteón Nacional—, algunas partículas de su cuerpo dentro de las vitrinas de cristal, las botas que usó en campañas admirables… y no dejo de pensar que ese hombre, todavía es, en ciertas porciones de su vida, un desconocido.
Desde que Mariano Rajoy de manos de su neofascista Partido Popular llegó a la presidencia del Gobierno, España se ha visto envuelta en una serie de escándalos de corrupción que están llevando a este a las mismas puertas de la cárcel. No sabemos si eso va a llegar a suceder o no, pero tiene grandes posibilidades. Hasta el momento en que escribo este comentario, la situación política del jefe de la ultraderecha española es bastante inestable y precaria, ya que el ex tesorero de su partido está cantando como un buen gallo fino cada vez que lo sacan de la prisión y lo llevan al juzgado a declarar.
El inventario de males que nos aquejan, recién esbozado por el Presidente Raúl Castro ante el Parlamento, sienta un precedente histórico en la forma de visibilizar y conducir los asuntos públicos, y sitúa a la sociedad frente al espejo.
Hace muchos años, en un programa de televisión dedicado a la orientación de los padres, escuché decir que la familia cubana, por tradición, pasaba de la permisividad sin límites a la aplicación de medidas de violencia. En la distribución de papeles, a la madre correspondía la tolerancia y hasta el ocultamiento, mientras el padre se apoderaba de la correa. De tal manera, los niños no incorporan el aprendizaje de la correlación entre deberes y derechos, fundamento de toda conducta en la sociedad.
Aunque parezca raro, los cubanos tenemos mucho de su impronta. Quizá porque amó y vivió a Cuba, o simplemente porque esa loca y cierta teoría —tan loca y cierta como el escopetazo que le quitó la vida— del iceberg literario, ese armatoste de hielo flotante con palabras simples y mensajes submarinos, nos define con el mismo lujo con que definió a su desgarbado Santiago y a su queridísimo mar. Eso de sugerir, mostrar solo un pedazo, pues toda buena obra cumple mejor su cometido si está sustentada debajo del agua por siete octavos de su volumen, siempre se me antojó más apegado a la realidad que a la ficción.
El ser humano es competitivo per se, ambicioso y hasta inconforme. Por ello, en dependencia de la interpretación, del uso y abuso que le demos a estas condiciones, a veces inherentes a nuestra propia naturaleza, podemos catalogar e incluso enjuiciar a no pocos individuos, ponerlos en el saco de los buenos, o en el de los malos —por desgracia también funcionamos con estereotipos—. El deporte potencia dichos atributos, los multiplica y los sirve como necesidades para el mejoramiento, y por ende, la gloria. Entonces, buscando al hombre y a la mujer perfecta, al ser más fuerte, el más rápido, el invencible, muchas veces nos perdemos en la bifurcación de lo correcto y lo anhelado a toda costa, cegados por una imposición creada para entretener a las masas, al tiempo que llena no pocos bolsillos. «Nuevamente la “muela” del doping», dirán muchos. Sí, aunque la curiosidad de hoy señala al atletismo como antagonista de nuestra historia, y a la prueba de los 100 metros planos ondeando una bandera lamentable, que incita a la duda cada vez que un nuevo récord provoca alaridos.
De acuerdo con Tucídides, historiador ateniense (460-395 a.C.), la historia es un incesante volver a empezar.