Aunque me lo propusiera al menos por un rato para ver qué dicen, para provocar a los más escépticos, no puedo negar que soy hijo de mi padre. Esa añeja broma de que el niño se parece mucho al vecino, al vendedor de aguacates de la esquina o al carnicero, nunca han podido emplearla conmigo.
Era de extrañar que no cumplieran sus amenazas, cuando sus manos, dos años y medio después de las protestas que resultaron en la dimisión de Hosni Mubarak, aún están manchadas de la sangre de quienes fueron entonces perseguidos, torturados y asesinados por querer zafarse de la dictadura.
Por fin una noticia que puede hacer aflorar una leve sonrisa, aunque puede ser más enigmática que la Mona Lisa: Eurostat, la agencia europea de estadísticas, consideró que la producción industrial en la zona euro aumentó 0,7 por ciento y ha batido palmas porque entre los Estados con la moneda común, las alzas más importantes corresponden a Irlanda, Alemania y… Grecia. Las bajas sobresalientes las registraron Holanda, Portugal y Francia.
Me sucedió en el estado de Táchira, el pasado 2 de julio. Iniciábamos un recorrido por algunos territorios de la República Bolivariana de Venezuela cuando viví aquel episodio sencillo, singular.
¡Aquí está el circo! Con esa frase, gritada a toda voz por el maestro de ceremonia, comenzaba la función del circo que nos visitaba en aquel pequeño pueblo de la antigua provincia de Las Villas.
Tiene unas manos infinitas. Durante años su rostro inmóvil, estampado de las más diversas formas en carteles, murales y banderas junto a otros cuatro, apenas dejaba advertir al hombre real… al de la mirada transparente, al que le cambia de tono la nariz cuando la emoción lo supera, al que le nacieron canas en la cárcel, el que ya usa espejuelos para leer, el que está libre aunque no del todo.
No hay patria sin virtud. Sabemos que esa es parte de la síntesis con que el padre Varela intentó someter a tratamiento ético los hilos que articulan nuestra identidad. El «primero que nos enseñó en pensar» —«en pensar», así lo escribió textualmente Luz y Caballero en sus Aforismos—, fue también el primero en establecer la fórmula jurídica para el sostén de Cuba: «El hombre no manda a otro hombre; la ley los manda a todos».
En la clausura del reciente congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, el primer vicepresidente del país, Miguel Díaz-Canel expresó su preocupación por el rechazo de estudiantes de Periodismo a los cursos de Filosofía e Historia. A modo de hipótesis, se me ocurre que en el caso de esta última, la clave del problema se encuentra en la forma de contarla. En efecto, la gran aventura de la humanidad puede ser tan apasionante como una película de acción. Para hacerla potable, hay que tener en cuenta, como en todo acto de comunicación, el carácter y las necesidades del destinatario, ese interlocutor que puede ser un niño, un adolescente o un joven.
Ella cruzó la calle desafiando el tráfico y sobreponiéndose a la burla de un grupo de jóvenes que se ensañaron con su pie deforme. Por la insolencia con que se mostraban los «verdugos», solo atino a pensar que detrás de la cruel escena había muchos grados de alcohol, y una maltrecha educación que no se enmienda con regaños de ocasión, ni siquiera con medidas punitivas, por rigurosas que sean.
Es un mercado grande. Grandísimo. Y el más barato de todos los que conozco, porque mucha gente anda con las «piñas» y los «corazones» en la jaba de la lengua, y los «regala» como si no les hubieran costado nada. Es más, creo que algunos sienten placer «obsequiándolos» por doquier.