Malestares, zumbidos en los oídos sin saber por qué y dolores de cabeza frecuentes eran algunos de los síntomas que presentaba aquella señora después de varias noches en que la música estridente apenas le permitía conciliar el sueño. Como eran ocasionales, esta mujer, ya entrada en años, consideraba que no era necesario acudir a un médico. Pero al fin lo hizo.
Él es de esos que llegan del trabajo y enseguida le aprieta los cachetes a su hija, dejándole las mejillas sucias después del apretón. A sus manos, la grasa le pone guantes todos los días, debido a los arreglos constantes que debe hacerle al camión que maneja hace más de 15 años: un Kamaz, de esos con vikingo, una vejez soviética y crisis de asma al subir las lomas.
Problemas que se reflejan en las nuevas generaciones, incompatibles con los valores de la Revolución, emergen por estos días en las asambleas municipales de cara al X Congreso la Unión de Jóvenes Comunistas. En esos debates he percibido varias hipótesis sobre las causas de estos desajustes.
Drácula aparecía en cualquiera de las lunas (la llena, el cuarto menguante) o en la más oscura de las nocturnidades para saciar su hambre, preferiblemente en las venas de alguna bella mujer. Glacial, con expresión de deslumbrado ante el placer de su propia maldad, la criatura se acercaba a la presa lentamente, como para conjurar el temor de que se le fuera a escapar, y en el cine crecían los temblores.
Ludwig Van Beethoven, el sordo genial, escribió la Novena Sinfonía cuando se estaba hundiendo en el silencio. Y, sin embargo, en esa trágica circunstancia la poderosísima composición nos entregaba la Oda a la Alegría, canto a la plenitud de la vida venciendo la adversidad.
Si es cierto que en determinadas circunstancias esperar es vencer, entonces la mujer cubana es la mejor de las triunfadoras. Un creador de probado talento y conocimiento exquisito de la naturaleza femenina como el cineasta español Pedro Almodóvar, la ha delineado posando al borde de una ventana, frente al mar, desgranando el tiempo como si no pasara nada. Y yo entiendo lo que quiso decir: la mujer cubana es la reina de la paciencia, la Penélope de estos tiempos convulsos.
Los padres de Asdry van a salir a ver a unos vecinos y usan con ella, sin éxito, el viejo recurso de que, si no se cepilla los dientes, se queda en casa. La chiquilla no cede y, al cabo, ellos se marchan y la niña responde con su arma secreta: se pone a llorar.
Orlando regresó hace poco. Pasó dos años de vigilias y entregas humanas en otra latitud y, al retornar, se sumergió feliz en un universo de abrazos familiares.
Siempre andamos queriendo justificar con coincidencias los hechos maravillosos de la vida. Pocas veces se dice que lo sucedido obedece a las leyes más elementales del orden de las cosas. Preferimos las casualidades, los asombros, el azar, con todo lo que de magia también le ponen a la vida.
La breve, pero intensa Historia de Cuba, está repleta de epopeyas, acciones heroicas, entrega incondicional a la causa de la independencia y de la Revolución. Sería imposible enumerarlas, pero no tengo duda alguna de que si Homero resucitara, en el caso de que realmente existiera aquel cronista de la antigüedad, La Ilíada y La Odisea se quedarían pequeñas al lado de la obra que inspiraría la trayectoria de lucha de nuestro pueblo. José Martí escribió sobre muchas de esas páginas hermosas en el periódico Patria, haciendo patente su idea de que «de las glorias pasadas se sacan fuerzas para conquistar glorias nuevas».