El anuncio colgado en la pared de una cafetería no estatal de cualquier esquina es categórico: «Se busca trabajadora joven de buena apariencia». No puede ser un hombre, no puede ser mayor y, por supuesto, no debe entrar en conflicto con aquello que los estereotipos más reconocidos y legitimados por las construcciones mediáticas y el imaginario popular han dado en llamar presencia física aceptable. Todo eso se lee entre líneas. Los límites de lo permisible son muy subjetivos.
En ocasiones, parece que duerme, pero solo está concentrado en sí mismo, quizá recordando a la mujer que lo acompañó por más de 60 años y a quien la vida se le acabó hace 48 meses.
Diego Armando Maradona, durante su retiro oficial en 2001, al referirse a su amor y fidelidad incondicional hacia la más seria de las pasiones deportivas, expresó entre lágrimas: «El fútbol es el deporte más lindo y sano que existe en el mundo. Eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».
Si algo necesitan las sociedades para desbaratar molinos es el diálogo; vocablo amplísimo que implica, entre otras cosas, debate, discusión, horizontalidad, propuesta y escucha. Sin diálogo el pensamiento se estanca, se engarrota, se duerme.
Ciertos grupos en el exterior, contrarios al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, utilizan el término «zanjoneros» para calificar a quienes ven posible un acercamiento respetuoso entre ambos países.
Parte de mi infancia transcurrió durante la II Guerra Mundial. Mis padres desplegaron junto a mi cama, debidamente sujeto a la pared con tachuelas, un mapa de Europa, el Mediterráneo y el norte de África, lugares donde se desarrollaba el conflicto antes del ataque japonés a Pearl Harbor. Me encargaron la tarea de ir señalando el movimiento de los frentes y sitios donde se producían importantes batallas. Fue un modo práctico de aprender geografía e historia y de adquirir la costumbre, convertida luego en vicio, de seguir en la prensa las noticias del día. Asimilé también otra enseñanza imprescindible. Comprendí que mi propia existencia se involucraba en cierto modo con los acontecimientos ocurridos en otras partes del planeta. En mi caso, la invasión alemana a Polonia, que anunciaba el desencadenamiento de una confrontación bélica de grandes proporciones, determinó mi traslado a Cuba. Pero ya instalada en la Isla, aquel fenómeno tan distante afectaba nuestra vida cotidiana. Mientras los grandes convoyes atravesaban el Atlántico amenazados por ataques submarinos para llevar suministros al Viejo Continente, el intercambio regular de mercancías sufrió un serio deterioro. Escasearon la carne, la leche condensada y el jabón, entre otras cosas. Me correspondía velar por la llegada de los productos y hacer las correspondientes colas. Un organismo llamado ORPA reguló la distribución de la gasolina y de gomas de automóvil. Para compensar la falta de la primera, se ideó un denominado carburante nacional, fraguado con un componente de alcohol.
A veces en nombre de la premura por resolver un problema en breve plazo, se ha creado otro hasta mayor. Ejemplos sobre el particular pululan. Un botón de muestra: mala terminación de obras constructivas por el corre-corre para cumplir con una fecha de terminación. O calles y tuberías que se arreglan y a los pocos días afloran de nuevo las averías...
Kalo se fue hace unos días a seguir andando el mundo con su estilo guerrillero de siempre. Con ese que lo hace volver meses después como si ayer hubiese acabado de salir por la puerta. Se fue hasta dentro de un año, pero dejó un íntimo fragmento de su ser antes de levantar el vuelo. Y la suerte de recibir ese regalo tan espiritual fue mía.
La muerte de un ser humano es definitivamente imposible de evitar, más tarde o más temprano nos llega a todos, pero a pesar de que conocemos su inevitabilidad, siempre que llega la de un familiar o un amigo querido nos cuesta trabajo el aceptarla.
Terminal de ómnibus Astro de Pinar del Río. Tres de la tarde. Había que «sudarla» para llevarse un fallo en la lista de espera hacia La Habana. «Ómnibus de Mantua con destino a la capital, completo», dijo el expedidor detrás de su taquilla. Replicó la misma expresión para el de Sandino.