Cuando naciones como Rusia y China usan su derecho al veto en el Consejo de Seguridad para evitar una guerra contra otro miembro de la comunidad internacional, potencias encabezadas por Estados Unidos catalogan la acción diplomática como una actitud «indecente». Y los grandes medios no dejan de repetir calificativos despectivos, como parte de una componenda aturdidora que va dirigida además a endemoniar al régimen sirio, que hace unos días resultó «salvado» por Beijing y Moscú de una resolución en su contra en la alta instancia de la ONU. Sin embargo, ni se habla de otro veto anunciado por Estados Unidos para atentar contra una causa justa: la admisión de Palestina como miembro de pleno derecho en Naciones Unidas.
La respuesta de Rusia y China ante lo que calificaron como una intromisión en los asuntos internos de Siria y una acción que no opta por la solución pacífica de la crisis en ese país, molestó tanto a EE.UU. y sus aliados europeos, que hasta el diario español El País publicó un editorial en el que fustiga maliciosamente a esos dos grandes del Consejo. Pero ni una sola palabra de condena a Washington por su postura abierta a favor de la ocupación israelí de los territorios palestinos.
Las sanciones económicas y las resoluciones de condena a Siria que prentenden Estados Unidos y sus socios del Viejo Continente no apuntan, como ellos dicen pretender, a la estabilidad de esa nación. Y mientras satanizan a Bashar al-Assad, siguen apoyando al Gobierno sionista de Tel Aviv, que además de negarle a los palestinos el derecho a la vida, ocupa las alturas sirias del Golán, y mantiene en vilo a toda una región con la tenencia de armas nucleares.
Precisamente en 1972, Washington hizo uso de su privilegio del veto en el Consejo de Seguridad para impedir un castigo a Israel por masacrar a cientos de personas en Siria y Líbano con bombardeos.
En toda la historia de la antidemocrática instancia internacional, es EE.UU. quien más ha abusado de su prerrogativa con intenciones que nada tienen que ver con la preservación de la seguridad mundial. Solo en el caso palestino ha usado el veto en 41 ocasiones para bloquear cualquier resolución en defensa de los derechos de ese pueblo, y por no aislar a Israel, su aliado en Medio Oriente. Ahora, no solo dijo que lo haría para impedir el ingreso de Palestina a la ONU, sino que amenazó a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con cortarle la ayuda económica.
La acción de Washington en el Consejo de Seguridad ha sido bastante sucia. Se negó a condenar al antiguo régimen racista del apartheid en Sudáfrica y sus intenciones de expandirse a los países vecinos; impidió el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente (porque el único que las tiene es Israel). Tampoco aceptó los llamados hechos a Tel Aviv para que abandonara las Alturas del Golán, región ocupada por la fuerza en 1967. Igual interpuso el veto para evitar condenas a su Gobierno por armar a los contras en Nicaragua y por invadir a Panamá. La lista es interminable.
Y cuando no ha podido tener el respaldo de los otros miembros del Consejo para legitimar sus aventuras bélicas, sencillamente ataca sin preocuparse de cubrir la impudicia con una hoja de parra, como lo hizo contra Iraq en 2003.
La fórmula de Estados Unidos siempre ha sido bloquear lo que choca con su política y sus intereses. Desde su posición de miembro permanente con derecho al veto, ha manipulado a ese foro para buscar, con el cabildeo diplomático y a golpe de mentiras, un ropaje de legalidad para desatar guerras como la reciente contra Libia.
Ahora, con Siria, en lugar de facilitar un camino de paz, trata de convencer a los demás integrantes de ese cuerpo de Naciones Unidas sobre la «necesidad» de castigar al Gobierno de Al-Assad, al tiempo que apuesta a la subversión interna.
Es urgente democratizar la ONU, y ello pasa necesariamente por la eliminación del incongruente derecho al veto, arma fundamental del imperialismo para imponer sus designios y aferrarse al unilateralismo y la unipolaridad.