Acuse de recibo
«Atrapados por las redes». Así se tituló el 22 de julio pasado el caso que remitía el capitalino Juan Carlos Noa Cardounell (Ánimas No. 964, e/ Oquendo y Soledad, 1er. piso, apto. 102, Cayo Hueso, Centro Habana).
Daba cuenta Juan Carlos de los cuatro días que estuvieron él, su familia y sus vecinos de edificio sin el servicio de gas manufacturado, lo cual —como es lógico— les generó espinosos inconvenientes.
El inmueble llevaba años padeciendo con la presión del gas, esencialmente entre las 6:00 y 9:00 p.m. Pero el pico al que había llegado en aquellos cuatro días creaba una situación insostenible. Lo peor resultaba que, tras muchas gestiones de los vecinos, la atención de la Empresa de Gas Manufacturado (EGM) había sido tan deficiente como el propio servicio.
De una dependencia a otra de la entidad los vecinos fueron impunemente peloteados. Y al final, cuando recalaron en el Departamento de Redes, las llamadas se sucedían una tras otra y el jefe... estaba para la calle, brillaba literalmente por su ausencia.
Si cualquier usuario no paga a tiempo su servicio, se le retira; pero cuando toca el turno de los clientes, muchas veces no se les oye, reclamaba Juan Carlos.
Desde hace tiempo conservamos otra misiva del propio lector, en la que informa del feliz término de aquella angustia. Esperábamos para publicarla junto a la respuesta institucional, pero esta última no ha llegado aún y ya casi cierra el año...
«Felizmente —evocaba el capitalino el 24 de julio— ya la instalación y recuperación del servicio, con toda la seguridad que lleva, fue concluida este día, aunque los escombros todavía no han sido recogidos. Nos explicaron que debía venir la brigada de bacheo a recogerlos (no sabemos si del municipio o de la provincia). Seguimos sin hacer las cosas completas por la descentralización de funciones de una actividad única. No obstante, el problema principal fue resuelto».
Agradece el remitente el rápido accionar del Partido de Centro Habana, desde su primer secretario hasta los funcionarios Julio César y José Antonio. También comenta que, aunque tardíamente, recibieron en el edificio la visita de la especialista de atención a la población de la EGM, perteneciente a la casa comercial del municipio: la compañera Amelia García González.
Amelia escuchó con paciencia y respeto los avatares de los clientes y reconoció «en cada momento la débil gestión de su empresa en este caso y la ineficiencia de todo el aparataje y entramado tecno-burocrático que poseen, lo que lejos de agilizar los trabajos y nivel de gestión los entorpecen y ralentizan».
Es un indicador de honradez y decencia que, con la misma prontitud que escribió para quejarse, también Juan Carlos agradezca, en nombre propio y de sus vecinos, la atención recibida.
Lamentamos que pasados cuatro meses no hayamos tenido seña alguna de la EGM referente a este caso. Porque si bien lo esencial es solucionar en la práctica los problemas, de las explicaciones que se asuman en público depende mucho el prestigio y la integridad de las instituciones frente a sus usuarios.
Solo reiterar dos cuestiones. Una la apuntaba el lector en su misiva: el «picotillo» de funciones para encarar un asunto, en nombre de la especialización, genera que muchas veces las bolas piquen y se extiendan en terreno de nadie.
Y el otro aspecto: ¿cuándo se comenzará a indemnizar como es debido a los clientes por servicios incompletos o deficientes? La racionalidad económica, anclada a los mejores ideales, debe ser la brújula.