Acuse de recibo
Por esos disparates del destino que jamás los humanos comprenderemos, el niño José Luis González Pérez padece de un Linfoma No Hodgkin desde el 2007, antes de cumplir los 8 años. El pequeño reside con su familia en Finca Leonidez s/n, Mayajigua, municipio de Yaguajay, Sancti Spíritus.
Ha sido atendido por los trabajadores sociales desde hace meses, pero su padre, José González Saavedra, ante la necesidad urgente de que el menor inmunodeprimido esté en un ambiente de rigurosa higiene, se ha decidido a pedir apoyo.
La vivienda familiar, refiere el papá, se encuentra en construcción desde 2004, cuando se inició por esfuerzo propio. A raíz de la enfermedad del niño el entonces presidente del Consejo Popular Mayajigua, Lázaro Cordero, comenzó a hacer gestiones con el fin de agilizar y viabilizar la edificación.
Desde enero de 2010 la delegada de la circunscripción, María Consuelo Martínez Artze, también lo ha hecho con distintas entidades del municipio para darle solución al problema, relata José Luis
Al parecer, por las explicaciones que han ofrecido varios de los funcionarios, según narra José Luis, han existido interpretaciones incorrectas acerca de la asignación de recursos al caso.
Los trabajadores sociales Liliana Pérez, Yenny Cubertier y Marlon Molina han atendido en distintos períodos a la familia afectada. A través de ellos se han elevado a las instancias correspondientes los requerimientos constructivos de la familia, evoca el atribulado padre. Los resultados de estas acciones aún no llegan.
José comprende las dificultades materiales del país, pero se apena por las dilaciones en los trámites de su caso. Y necesita apoyo.
Para hacer parir la tierra
Tomás Barbarito Cáceres Pérez (Estancia Lejos Uñas, Velazco, Gibara, Holguín) tiene todo lo necesario para hacer parir la tierra: bueyes, turbina, mangueras, otros instrumentos de labranza y, más importante aún, mucha voluntad. Sin embargo, le falta un detalle esencial: la tierra.
Cuenta Tomás que desde que se inició en octubre de 2008 el proceso de redistribución de las áreas cultivables, él solicitó cinco hectáreas de tierras ociosas enclavadas en la zona de la cooperativa Álvaro Fernández, en el Cerro de Uñas, Gibara.
La petición le fue denegada por la Dirección Municipal de la Agricultura, porque las hectáreas, que llevaban años improductivas, «no aparecían en el plan de entregas», narra el remitente.
Pero como su sueño es sembrar, volvió Tomás a hacer gestiones a través de la Agricultura en la provincia. Luego de un análisis del caso le informaron «que la cooperativa había hecho una permuta interna y las habían puesto (las tierras) como patrimonio. Esto fue en febrero de 2010 y yo la estoy solicitando desde octubre de 2008. Aún la tierra sigue sin ser cultivada».
Y el lector, que sabe como muchos cubanos del llamado de urgencia a producir alimentos, a que el suelo esté en manos que lo hagan fecundo, sigue empeñado en obtener aquellas hectáreas y cosechar. ¿Quién explica las malas hierbas de las negaciones?