Raúl comparte con el Presidente la carga feliz de guiar a los cubanos desde su puesto al frente del Partido Autor: ACN Publicado: 19/04/2020 | 12:28 am
Si se revisa el prontuario de situaciones complejas enfrentadas por Miguel Díaz-Canel desde que pusieron en sus manos las riendas del país, se hallará un rosario de acontecimientos que han puesto a prueba su temple, su capacidad de dirección, y el aprendizaje que ha constituido su vida política. Ha salido airoso.
El último de esos sucesos ha sido el azote de la Covid-19, que él está enfrentando con todo el equipo de gobierno «movilizado», no por las calles, porque predica con el ejemplo y en las citas que tiene diariamente con el Ejecutivo todos, incluso él, llevan su nasobuco y se sientan a distancia.
El gabinete en pleno está movilizado porque el Presidente se informa y comparte cada día el acontecer nacional y sectorial, mediante la reunión cotidiana del Consejo de Ministros que él encabeza junto al Primer Ministro, y por medio de videoconferencias que ponen «en vivo» a gobernadores y otros funcionarios públicos de cualquier parte de Cuba.
Una pandemia ha sido la más reciente de las adversidades que él ha precisado enfrentar, y ante las cuales ha tenido ese desempeño catalizador de simpatías que Díaz-Canel empezó a conquistar desde su elección el 19 de abril de 2018, hace dos años, justamente hoy, como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. La gente, entonces, lo aplaudió; pero muchos no lo conocían bien todavía, aunque había desempeñado ya relevantes responsabilidades.
Ha sido después que su quehacer le ha ido ganando, rápido, eso otro ingrediente que el pueblo cubano está acostumbrado a palpar en sus dirigentes, para seguirlos y hasta amarlos: liderazgo.
Para un hombre de menos de 60 años como él —porque los cumplirá mañana mismo—, pudo haber sido más difícil: es el primer jefe de Estado cubano que no fue a la Sierra ni tenía edad para combatir a los yanquis en Playa Girón. Es el primero que no pertenece a la generación histórica.
Ante tales circunstancias, y con tantos escollos que ha debido ayudar a sortear al pueblo, cualquiera podría decir en buen cubano que al Presidente le ha tocado «bailar con la más fea».
El estreno fue el infeliz accidente aéreo del 18 de mayo de 2018, a pocos días de su nombramiento.
Un poco después llegó la tormenta subtropical Alberto. El 2019 abrió con el tornado que destruyó varios barrios capitalinos.
Desde ese propio año se recrudecieron las injustas medidas de Estados Unidos, que llegaron al paroxismo de pretender cortarle todo el petróleo a Cuba. Es la pretensión de un castigo inédito y atroz que Díaz-Canel retrató con la criollísima e ilustrativa frase de que el Gobierno de Estados Unidos quiso «cortarnos el agua y la luz»… Pero no pudo, ni ha podido matarnos.
Antes se inició el asedio con la prohibición a estadounidenses de viajar aquí, la barrera impuesta a los cruceros; el cierre de más y más vuelos; el recrudecimiento de la persecución contra cualquier transacción comercial o financiera. Pero, nunca, acción internacional alguna ha sido tan inhumana, ni ha llegado a la paranoia de mantener el bloqueo en medio de esta pandemia.
A todo ello, la Cuba que ahora guía Miguel Díaz-Canel como Presidente de la República luego de la aprobación de la nueva Carta Magna, ha respondido con una resistencia que él llama a materializar creando —es decir, sin que detengamos nuestras gestiones con vista al desarrollo…
No es una encomienda que nos haga él solo: le acompaña un gabinete renovado e igualmente dedicado.
Tampoco está «desamparado» a la hora de las decisiones. Raúl comparte con él la carga feliz de guiar a los cubanos desde su puesto al frente del Partido, para que el buen puerto nos aguarde siempre, detrás de cada contingencia.
Estoy segura de que Díaz-Canel prefiere y propicia la dirección colectiva. Hace unos días, en una de sus diarias reuniones con el Consejo de Ministros, ello quedó de manifiesto cuando recordó que la responsabilidad por hacer que se cumplan las orientaciones para frenar la Covid-19, es «de todos los que estamos sentados aquí».
En cualquier país del mundo, cualquier observador político —y me incluyo— habría analizado estos 24 meses mirando fríamente los números de la macroeconomía y las políticas sociales emprendidas. Eso, principalmente.
Sin embargo, no vale esa cuenta para Cuba, que hace 61 años ha tenido en el punto de mira, y priorizado, la gestión social, mientras lidia con una economía lastrada por ineficiencias internas —cierto— que no solo han dependido de funcionarios de arriba, sino también de jefes intermedios que no exigieron; o de hombres y mujeres comunes que no siempre cumplimos las misiones cabalmente.
Pero, aunque muchos piensen que la que viene es una frase trillada, lo cierto es que esa cuenta no vale para la Isla, principalmente, porque somos un país bloqueado y sin riqueza natural alguna si se le compara con los vecinos conosureños—¡tanto gas y tanto litio en Bolivia; tanto petróleo en Venezuela, tanta biodiversidad, agua y floresta en Brasil, tanto cobre en Chile…!
Manejar los escasos recursos que se tienen y no esperar a que las ganancias «chorreen» — ¡aquella frase del neoliberalismo inicial, de 1970 y 1980, ¿recuerdan?—, aquí es voluntad política.
Median, desde luego, en el nivel de eficiencia de la economía cubana, los ajustes de un modelo que primero fue copia del derrumbado socialismo este-europeo, y que desde el VI y el VII congresos del Partido Comunista, introdujo cambios que lo actualizaron de acuerdo con el transitar del mundo: ya sabemos que el orbe es una gran aldea global, y resulta imposible soslayar a los otros. No siempre es posible desconocer las reglas que han impuesto los poderosos, y que han hecho del actual, un orden injusto.
En contrapartida, Díaz-Canel emprendió el camino que empezaban a desbrozarlas nuevas directrices —«los lineamientos»— y vela y palpa su cumplimiento en permanentes recorridos.
Ha implementado una política comunicacional que puso a cada ministro y funcionario a brindar información, lo que ha hecho aún más transparente la labor de un estamento de dirección que antes no soltaba prenda… Eso también brinda más confianza a la ciudadanía.
Claro que, si se le preguntara ahora mismo a Miguel Díaz-Canel Bermúdez cómo ha sido este período desde que «llegó al poder» —el término generalmente usado cuando se habla en el mundo de este o aquel presidente—, estoy segura de que esquivaría esa denominación, y diría que ha bebido del aprendizaje que propició la actuación de Fidel durante los intensos y hermosos años fundacionales. Ese, y no otro, es el poder que heredó.
#SomosContinuidad es una de sus frases más usada en las redes sociales. Eso lo dice todo.
Lo importante es que él actúa consecuentemente con tal aseveración. Esa vocación fidelista y revolucionaria de servir, esa capacidad de resistir de parte de un pueblo probado en cientos de agresiones y otras contingencias adversas, ayuda a Miguel Díaz-Canel a convertir la situación más fea, en hermosa, porque como él mismo ha dicho: «La belleza del peor momento está en el tamaño de los desafíos».
Durante estos dos años el mandatario cubano ha dialogado en múltiples ocasiones con los jóvenes. Foto: Estudios Revolución