Acuse de recibo
Los climas de confianza y responsabilidad generan confianza y responsabilidad.
El 6 de octubre pasado publiqué en la columna el reclamo del granmense William Sosa Tamayo (calle 14 No. 147, entre 11 y 9, reparto Siboney, Bayamo). Contaba William que él y su familia llevaban dos años residiendo, en su propia casa, con dos ocupantes ilegales.
Según explicaba el remitente, los ocupantes habían penetrado en mayo de 2010 en dos habitaciones de la vivienda que permanecían cerradas, y desde entonces, él y su familia se habían deshecho en trámites para poder sacarlos de ahí.
Citaba William —como elemento probatorio de su postura— resoluciones del Instituto Nacional de la Vivienda (INV), encuentros con autoridades de esta entidad a nivel provincial y municipal, así como otras gestiones.
Igualmente, adicionaba el lector datos referidos a las afectaciones de su estado de salud y el de su esposa e hijo, con certificados y peritaje incluidos; y los resultados de reuniones con las instituciones que debían acometer la extracción de los ilegales y no lo hacían.
A raíz de esta publicación llegó a Acuse otra misiva, remitida por Luis López Pompa, cuya dirección es la misma que la de William. Sí, se trata del ciudadano que aquel había denunciado como ocupante ilegal y cuyo nombre, por razones éticas, habíamos omitido el 6 de octubre.
La carta de Luis señala algunas aristas del asunto que darían otro matiz a lo dicho en su contra. A William y a él los une una antigua relación familiar —afirma—, pues Odalis, su hermana, era la esposa de William cuando ambos edificaron la «casa de la discordia» en la década de los 80.
«Luego se separaron y ambos, de mutuo acuerdo, decidieron dividir la vivienda. Todo transcurrió normal y existía comunicación entre este ciudadano (William), Odalis y la familia, hasta que un día ella enfermó de insuficiencia renal crónica y por no poseer la casa las condiciones necesarias para su permanencia… fue a vivir a casa de su esposo», refiere López Pompa.
Y añade que Odalis le pidió entonces a él (Luis), que fuera a cuidarle la parte del hogar y los bienes que le correspondían allí, cosa que desagradó a William. También argumenta que no entró violentamente a las habitaciones cerradas, pues estas pertenecen a su hermana.
«Esto fue comprobado por las autoridades, y las mismas pudieron percatarse de la mentira de William, por lo que este pretende apoderarse de la parte de Odalis. Por último me llama la atención que si un ciudadano escribe a un órgano de prensa, donde expone criterios infundiosos, de malas intenciones y con falsedades, ¡puedan ser publicadas si antes el periodista no tiene un previo conocimiento del hecho!»…, opina López Pompa.
Acuse de recibo, le aclaro, no es una columna para dirimir conflictos personales, y mucho menos si hay vínculos de familia de por medio. Solo les damos luz pública a estos tópicos cuando en ellos media la gestión de instituciones, los intereses sociales que trascienden la peripecia individual.
Siempre, además, tenemos el cuidado de omitir, cuando es éticamente recomendable, los nombres de las personas involucradas en determinados hechos, porque el afán de un medio de comunicación como el nuestro no es sacralizar ni satanizar a nadie, sino a las actitudes humanas que nos encumbran o entierran.
En la carta de Luis López Pompa no se rebate ni una de las resoluciones legales dictadas en su contra a las que hacía referencia William Sosa Tamayo, por lo que aún consideramos, hasta que alguna respuesta oficial demuestre lo contrario, que se trata de un ocupante ilegal.
Pero de ser cierto lo que afirma, resulta muy lamentable que William haya omitido datos tan importantes como que el ciudadano con el que sostenía la querella era su ex cuñado. Cuando se lanza uno a batallas públicas de esta envergadura, debe poner todas las cartas sobre la mesa.
Y en cuanto a la comprobación de cada epístola antes de publicarla, como se ha aclarado ya varias veces, este es un espacio de diálogo entre ciudadanos e instituciones, no de periodismo investigativo. Publicamos. Y cuando alguien distorsiona o miente, sale a la luz, también públicamente, su mala ejecutoria.
La verdad, ese Sol indetenible, termina abriéndose paso.