El protagonista de esta historia, un bayamés maduro, fue avisado con cierta urgencia: debía de estar en la capital cubana para un trámite laboral, cuyo desenlace podía derivar en un estímulo a su trabajo.
En lo que parece un campanazo (necesario y bastante esperado desde hace tiempo, por cierto), el último Pleno del Comité Central del Partido puso en la mira la espiral de precios que se vive dentro de esa esfera decisiva para el país, llamada comercio minorista.
Los alarmistas andan con el palabreo a cuestas que se pueden coger a sombrerazos y NO solamente (así en mayúscula) por la agobiante situación económica, que, claro está, desata los mil y un comentarios de buena fe, mal intencionados y hasta rozando con la locura. En fin, nada de otra galaxia.
«¿Y tú no tienes una hermana?» le ha preguntado mucha gente a mi esposo cuando lo ve a cargo de su mamá, operada de cataratas hace dos meses en Santa Clara. Al principio se mortificaba con la indirecta, pero luego decidió tomarlo con espíritu conciliador, y para hacerle ver a esas personas su error de juicio cuando lo tildan de «bueno, maravilloso, generoso» o cualquier otro epíteto magnificador, responde sonriente que solo es un hombre funcional, tanto en su rol de hijo como en el de padre y marido, no por falta de opciones, sino porque le nace, porque así lo educó esa mujer cuyo proceso de recuperación está acompañando ahora.
Con su buena fe, Israel y Yoel andan de gira por España. Van armados con esos cantos que disparan al pecho de las emociones, y disparan bien: ponen a pensar al público con letras que juntan verdad y lirismo, nacidas de una cubanía y un sentido por lo justo que los hace un dúo de compromiso y no sumiso.
Tengo que decir que yo soy un cubano atípico. Vivo fuera de la Isla desde hace más de 60 años, por lo que conozco al Miami cubano —la ciudad donde vivo— desde que surgió, y me la sé de arriba a abajo. Aquí he pasado parte de mi adolescencia, toda mi juventud, mi madurez y ahora mi vejez, tiempo suficiente para ver evolucionar a los cubanos durante años. Así es que a mí no hay quien me haga un cuento de esto que algunos trasnochados se empeñan en llamar «el exilio», una entelequia que no existe ya, si es que en realidad algún día existió. Podría redactar infinidad de artículos sobre el tema; he escrito muchos, pero ese no es ahora el asunto.
Sentimos un alegrón inmenso al recibir o lograr algún bien que se refleje directamente en nuestro bienestar. Es lo que más impacta a las personas y, consecuentemente, a la sociedad, más todavía en tiempos de crisis.
Cada año desde 1992, el mundo aprueba de manera abrumadora una resolución sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba, reiterando así su rechazo al más cruel y duradero de los instrumentos de presión impuesto por el imperio en cualquier parte del mundo.
En Calle Real 43 esquina Simón Bolívar, Trinidad, hay una antigua casona que desde 1983 es la Galería de Arte Universal Benito Ortiz. Construida entre los años 1800 y 1809, esta antigua vivienda, también conocida como Palacio Ortiz, perteneció al regidor Don Rafael Ortiz.
Anualmente, desde 1992, el mundo rechaza, de manera abrumadora, mediante la resolución cubana sobre la Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba, al más cruel y duradero de los instrumentos de presión que impone el Imperio.