En estos días inaugurales de esperanza y resolución, de propósitos definidos, de aspiraciones genuinas y hasta de hechos impredecibles (para bien o para mal), afianzar esos comportamientos que, sumados unos y otros, engrandecen la sociedad, resulta, más que atinado, un clamor popular.
Alguien me dijo que la dedicatoria de un libro es lo más difícil del mundo. Nunca olvidé la frase, pero la descreí. Y pareció perderse, esfumarse en el día a día, hasta que me vi frente a Dulce María Loynaz, nuestra Cervantes, en su propia casa, en aquella hora sin fin.
En menos de diez minutos la patrulla llegó. Los dos oficiales fueron avezados y de buen trato, dispuestos a obtener la información necesaria para formular la denuncia. Al rato de realizarla en la estación correspondiente, el timbre de la puerta sonó y el equipo de guardia que se ocupa del caso, desde entonces, se tomó todo el tiempo requerido para elaborar el expediente y proceder a la investigación. La moto no ha sido hallada aún, pero las llamadas de contacto se han realizado y nos mantienen al tanto de los avances del proceso.
Quiero y pido, para todos los cubanos:
El sol quema con la misma luz con que alumbra. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz. Así escribía José Martí en su ensayo Los tres héroes, publicado en su revista La Edad de Oro, dirigida a los niños de América.
Los días finales del año son casi siempre un calco del anterior: frescos, ajetreados, musicales. El espíritu bullanguero crea una simbiosis perfecta con el cambio de chip que obsequia el calendario. Son días diferentes, en todo caso, que regalan una parafernalia peculiar, a lo mejor también un tanto más sentimental por tratarse de un período conclusivo en la vida de mucha gente.
Diciembre siempre llega con sabor a fiesta, a recuentos de alegrías y pesares en ese continuo renovar del almanaque, que nos acompaña hasta el último día después de la inmensa dicha de haber vivido.
El bullicio ronda el portal, desaliñado por la ausencia de una «buena mano» en el transcurso de varios años. Tal pareciese que un movimiento extraño ha cambiado la simpleza de lo ordinario. Con perspicacia, muy bien colocadas por tallas y colores, cuelgan las perchas usadas de la familia González.
Cuando estamos a punto de concluir el año, es inevitable un repaso de lo que hemos hecho y lo que queda por hacer, que es inmenso. Al clausurar la última sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su última Legislatura, el Presidente de nuestro país, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, repasó en apretada síntesis lo que consideró resultó su gestión de Gobierno, que no es la personal, sino es el resultado también de la actuación de todos, y a cada nivel.
Recogí los zapatos recién arreglados y luego de despedirme del sobrino, salió al portal el tío, y el saludo correspondiente terminó en asombro. «¡Qué tal!, ¿y usted como está?», le dije, y sonrisa mediante contestó: «¿Yo? ¡Superbien!». «¿En serio?», le espeté. «¿Y por qué no?», ratificó él.