José Martí no debería ser pétalo ocasional de enero o mayo. Ni comodín en la boca de cualquier insensible, ni rito gastado en un aniversario.
Es imposible no sentir indignación por la suspensión de conciertos del dúo cubano Buena Fe en España. Pareciera casi ciencia ficción que bajo el pretexto de una supuesta defensa de la democracia se esté realizando esta campaña que incluye presiones y amenazas a dueños de los locales donde estaban previstas las presentaciones, pero todo es muy real.
¿Cómo se llama ese malestar que te pone a correr al principio de la primavera?, preguntó una vecina a mi madre, y ella, que me ha escuchado dar la misma respuesta a varias personas por estos días, le soltó el nombre tradicional en el centro de la Isla: el bobo de mayo.
Cuántas veces hemos escuchado decir en los últimos tiempos esa sentencia que llama en principio a quitarnos de encima todo lo burocrático, o a destrabar, como se ha enraizado de manera afanosa en nuestro argot, los obstáculos injustificados que mellan hasta el cansancio cualquier ley sensata de comprensión.
De las primeras palabras que pronuncian nuestros labios, esa arraigada al amor, sin límites, sin horarios, con efectos secundarios, quizás hasta exagerados, pero en su esencia es querer en grado superlativo, dónde todos los motivos son el sacrificio diario, la esperanza, el cariño conforman su calendario, vivir para sus retoños, luchar por su bienestar, ocupa es su itinerario la encomienda principal.
Estados Unidos es un país muy complejo, tanto en lo cultural como en lo social, étnico o financiero, con una población diversa en todos los sentidos. En lo cultural resulta un ramillete de diferentes etnias. No tengo el dato exacto pero quizá no exista un país en el mundo que no tenga al menos uno de sus nacionales viviendo aquí. Aunque seguramente resultará difícil encontrarla,...
La elevación más alta de mi pueblo no sobrepasaba la estatura de Víctor Moré, un negro gallero que medía poco más de seis pies. El caudal del río Manacal, el más profundo, podía medirse por latas y era navegable en una extensión aproximada de dos centímetros cuadrados. Haber nacido en Quemado, según afirmaban algunos quemadenses, era un honor. Un honor comparable, al decir de Mingo Mayor, a ser padrino de un enano. No obstante, cierto espeso orgullo municipal nos hacía creernos superiores a los nativos de Rancho Veloz, municipio cercano, cuya loma de La Vigía podía mirar por encima del hombro a aquel chichón en la tierra que nosotros llamábamos «loma» con exageración digna de mejor suerte. Odiábamos a los sagüeros, entre otras cosas porque Sagua la Grande era Partido Judicial y nuestro pueblo era solamente Término Municipal. Además, tenían el Undoso, sus inundaciones, su dique, y la casa de María Camión (el prostíbulo sagüero), ubicado en las márgenes del río, al que habían cantado (al río, no al bayú) poetas y literatos tan importantes como Jorge Mañach Robato.
Era todo un consagrado, tenía ya muchas horas de vuelo en el teatro, la radio y la TV cuando en 1987, con 64 años de edad, comenzó a publicar, domingo tras domingo, sus crónicas en este diario.
De la aglomeración surgen palabras sobre el irrespeto, la odisea y un ¡Hasta cuándoooo! en un Do mayor kilométrico, mientras la expresión de contrariedad en los rostros supera aquella clásica definición de que una foto vale más que mil palabras.
No fueron pocos los que, durante una protesta aislada en Cuba el sábado pasado (6 de mayo), clamaron por la invasión desde sus cómodos sofás en Florida. El incidente ocurrió en Caimanera, una ciudad de unos 10 000 habitantes, de geografía semidesértica y golpeada duramente por la crisis económica que asola a la Isla, bloqueo mediante. De los 361 kilómetros cuadrados que tiene el municipio de igual nombre, 115 están ocupados por la Base Naval de Guantánamo que mantiene Estados Unidos contra la voluntad de los cubanos.