Por estos días mi amigo Floro vuelve a ser noticia pues en diversas locaciones de La Habana se están grabando algunos capítulos que conformarán una miniserie protagonizada por este personaje cuya primera aparición tuvo lugar en dedeté, en la contraportada de nuestro querido JR.
Floro toma vida en el cuerpo y talento del reconocido actor Carlos Gonzalvo y mientras regresa a la pequeña pantalla con nuevas historias cotidianas, les brindamos, a modo de recordación, el primer texto que dio vida a este cubano sencillo y cordial, de sorprendentes e hilarantes vivencias.
Floro y la libertad
—«No te olvides de buscar el pan todos los días y guardarlos que voy a hacerle un pudín a Florita para la beca la semana que viene… Saca a Pluto todas las noches. Hay que pagar el teléfono y la luz. Te dejé hecho una cazuela de congrí para estos tres días, no lo calientes todo a la vez que se echa a perder… Floro atiende… En el frío hay pollo y picadillo… ¡dale suave con el puré!… No, mejor no te pongas a cocinar nada que tú eres el terror de la cocina… Mejor… sí, yo ayer cogí los huevos… sí mejor come huevo, es solo un par de días… ¡sí, mejor hiérvete un huevo!».
Florindo, que es el verdadero nombre de mi amigo Floro, se estremeció con esta última frase que le gritó Elena, su adorada esposa, desde la flamante Yutong que se alejaba, dejando ver en el espejo trasero un inmenso cartel que anunciaba: 4to. Seminario Nacional La mujer al rescate de la humanidad. Santiago de Cuba 2009.
Pobre humanidad, pensó Floro que todavía sostenía la mano en el aire diciendo adiós. Un par de horas después, en casa, se sentía incómodo sin la presencia de Elena. No obstante, respiraba un cierto aire de libertad que no sentía desde hacía diez años, cuando contrajo matrimonio con Ele. Sus pulmones se llenaron de aire, mientras su pensamiento se llenaba de una morbosa e infiel idea. Como niño que recuerda el lugar donde dejó escondido su juguete preferido buscó una vieja agenda entre sus papeles de archivo. Con un marcador verde fosforescente, estaban resaltados algunos nombres femeninos:
Marlene: ¡No, no, ya ella no vive aquí! —le gritaba una vecina a Floro desde un quinto piso esa misma tarde. Se casó con un italiano y se fue hace como… como cinco años. Ahora vive en Italia.
Ivonne: —Pasaba por aquí y me dije, caballero hace más de diez años que no sé nada de mi amiga Ivonne... —comentaba Floro en la sala de la casa de Ivonne, tratando de explicar su presencia inesperada un día después de la partida de Ele.
La mujer ofreció una sonrisa forzada y le invitó a sentarse. Del interior de la casa apareció un joven fornido, recién salido del baño (por la toalla que llevaba envuelta en la cintura) que también sonrió. Extendió la mano a Floro mientras Ivonne los presentaba: «Mi esposo Ryan; Florindo, un amigo de la universidad».
Liana: Tocaba la puerta y recordaba que Liana era la rubia más linda, y más rica de la Universidad. Sus amigos (incluyéndolo a él) la asediaban constantemente. Todo lo contrario de Nilda, la trigueña del grupo, que no estaba mala, pero que no tenía mucho ángel para los muchachos.
Liana mostró verdadera alegría al verlo: ¡Floro! ¡Qué bueno verte después de tanto tiempo! Floro se sentía halagado, pero no dejaba de mirar la bata de casa que permitía entrever un hermoso cuerpo. ¡Qué buena está todavía! —pensaba mientras la boca se le hacía agua.
¡Nilda, mira quien está aquí! Gritó Liana hacia el interior. ¿Y Nilda vive aquí? —preguntó Floro. Sí, hace varios años que vivimos juntas. Contestó Liana, que seguía sonriendo. Un par de horas después, sentados en la sala, botella de ron mediante, Nilda le confesó que se ponía muy molesta cuando los muchachos del aula jugaban a la pelota y no la pedían. Liana no pudo opinar nada al respecto pues se acostó temprano. A fin de cuentas, ella no sabe nada de pelota, ni de boxeo, ni de lucha…
Dania: Aún eructaba el alcohol que había consumido la noche anterior en compañía de Nilda y se preguntaba qué carajo hacía allí. Sentado en una modesta y regada cocina de una casa que además de seis niños de diferentes edades incluía a Dania como anfitriona. Una anfitriona que no paraba de hablar: Pero que bien tú te conservas Floro, estás igualito. En cambio, yo… bueno, imagínate, he parido seis veces y ahora para colmo el padre de los niños se fue con la bodeguera. ¡Casi siempre es al revés! ¿No es verdad? ¿Y tú? ¿Me dijiste que te habías divorciado?
A la memoria de Floro (con el background de la voz de Diana) acudían imágenes de su casa, de su matrimonio…. De pronto, como quien vuelve en sí respondió: ¡No, no, todavía no!
Sin apenas despedirse de Dania corrió a casa, sacó a Pluto (que llevaba tres días sin comer y por ende sin hacer caca), recogió los regueros como pudo y salió a recibir a Elena de regreso. Todavía faltaban varias horas para la llegada, pero bien valía le pena estar allí, para cuando llegara Ele, darle un beso, un abrazo, y salvarla de la humanidad.