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El cuentero Mayor

Maestro del relato costumbrista y voz esencial de nuestra literatura, Onelio Jorge Cardoso no solo retrató la Cuba rural con su prosa ágil y poética, sino que también dejó un legado en el periodismo y la radio

Autor:

JAPE

Algunos lectores me han preguntado por qué si he hablado de grandes literatos cubanos, cuya prosa incluye el humor, no he hecho homenaje a nuestro cuentista por excelencia, a quien con toda razón se la ha llamado El Cuentero Mayor… 

Y digo yo: todo a su tiempo, pues a Onelio Jorge Cardoso me une un afecto especial: fue y es mi escritor preferido. Basado en su obra y biografía hice una parábola narrativa que dio vida al cuento En carne ajena, que se convirtió en el audiovisual de mi tesis en el ISA, como director audiovisual.

En dicha investigación descubrí, para hacer mayor mi aprecio hacia ese grande de las letras cubanas, que Onelio Jorge fue un excelente comunicador de la radio y la prensa escrita. En 1948 se instaló en La Habana y trabajó como redactor de noticiero en la emisora Mil Diez, donde escribió libretos para la radio comercial y se desempeñó como Jefe de Redacción en el noticiario Cine-Revista. 

Al triunfo de la Revolución asumió diferentes cargos: director del Instituto de Derechos Musicales, jefe de reportajes especiales en el periódico Granma y jefe de redacción del semanario Pionero. Desde el año 1961 se integró a la Uneac, donde perteneció al Ejecutivo de la Sección de Literatura. 

Como la gran mayoría conoce, Onelio Jorge Cardoso nació el 14 de mayo de 1914 en Calabazar de Sagua, en la antigua provincia de Las Villas. Cursó hasta el bachillerato, teniendo que abandonar los estudios por problemas económicos de su familia. Desarrolla su vocación de escritor a la par que realiza diversas labores: vendedor ambulante, viajante de medicina y maestro rural, junto al poeta Raúl Ferrer, en una pequeña escuela del Central Narcisa. Entre los múltiples empleos que tuvo sobresale el de viajante de comercio que, sin duda, le permitió conocer muchos lugares y personajes que después tomaron vida en sus textos, todos cargados de fino humor y el más exquisito costumbrismo cubano.

No me detendré a comentar sobre la obra de este autor al que se le considera el Cuentista Nacional Cubano. La mayoría de sus cuentos han sido adaptados para el cine, el teatro, la televisión e incluso la radio. 

Para dejar una idea más consumada de la profundidad humana y profesional de Onelio Jorge Cardoso, citaré al destacado intelectual y periodista cubano Jaime Sarusky: «Digo que lo admirable en Onelio Jorge Cardoso, además de su reconocida maestría como narrador y cuentista, radica en su rara vez mencionada facultad de anticipador, de vaticinador, que ha tenido el raro privilegio de vivir para ver su concepto de lo imaginario abriéndose paso hasta insertarse en la memoria colectiva. Con voz singular, su obra no solo representa la áspera existencia de sus pescadores, sus campesinos y sus obreros agrícolas, sino que reclama el derecho y la necesidad de esos hombres al pleno disfrute de otras vertientes de la realidad gracias a los fueros de la poesía y la imaginación».

Este 29 de mayo se cumplirán 39 años de su desaparición física en La Habana.

La rueda de la fortuna

(Fragmento)

El problema que yo tengo con el cine es una cosa muy seria. La verdad: yo así no voy a poder seguir viendo películas, porque es un trastorno muy grande lo que me pasa, que se me forman unos líos en la cabeza que no hay santo que me lo arregle ni a cuatro manos. Miren, cuando yo salgo de ver una película soy el guapo si la función fue en el Oeste, el lindo si la película fue de amores, y el niño si el asunto era de un niño que salvó a su madre o a su padre, porque no hay forma de que cuando yo salga del cine siga siendo la misma persona que soy.

El otro día, sin ir más lejos, vi un asuntico ahí de un muchacho pobre como yo; nada, un muerto de hambre, pero de los muertos de hambre del cine que llega usted a su casa y ve el sofá sabroso y limpio y el jueguito de muebles que aquí en cualquier casa de Belascoaín le cuesta los doscientos y trescientos. Pues bien, que el tipo era pobre y que uno se enteraba mejor por las cosas que decía, tales como: «La vida es del que lucha», «Mi fe me sostiene y me levanta» y esas cosas que lo animan a uno oyéndolas, ¿no es verdad? Pues resulta que el muerto de hambre trabaja en una fábrica muy grande de hacer no sé qué cosa, y de mucha sirena echando vapor y sonando y mucha gente saliendo con gorritas iguales por la misma puerta con sus maleticas de lata que, si usted coge y las abre, dentro traen un perro «sangüichi» y por fuera dicen «japy».

En ese ambiente estaba el tipo que, por cierto, también, siempre andaba limpio, sin embarrarse, y esa es otra cosa que a mí me trae loco. ¡Caballeros, lo que yo hago por mantenerme limpio, pero qué va!, el trabajo mío es el diablo. Yo vendo muñecos de yeso que fabrica el suegro mío. Digo, vendía, porque ya verán a dónde vino a parar esto del suegro, del cine y de los muñecos de yeso. Bueno, volviendo al caso del tipo de la película, resulta que parece que por bonito que era y por la casualidad de que un día casi lo arrollan, el tipo va y hace amistad con la muchacha que venía manejando…

Decir amistad y volverse a ver y comer del mismo perro caliente y eso fue un mismo asunto hasta que se enamoraron y era una cosa linda ver a la muchacha suspirando porque sonara el pito de la sirena y apenas sonaba meter mano ella a correr escaleras abajo para encontrarse en la fábrica con el tipo. Bueno, pero que ella se daba su lugar, o mejor dicho, no le restregaba en la cara al muerto de hambre ni sus pieles, ni sus anillos, ni nada. No se los ponía cuando estaba con él, y el amor seguía lindo y parejito.

 

Onelio Jorge Cardoso

Cuentos Cubanos de Humor,

Editorial Letras Cubanas, 1979

Selección Samuel Feijóo

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