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No siempre provocativas y siempre legítimas

Azul Pandora y Queer, dos de las muy notables propuestas exhibidas recientemente en nuestras salas de cine, son estandartes para apoyar el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia

 

Autor:

Joel del Río

Tanto el cortometraje de ficción cubano Azul Pandora como el largometraje de ficción británico-italiano Queer, ambos estrenados el año pasado, constituyen dos de las muy notables propuestas exhibidas recientemente en nuestras salas, que servirían de estandartes para apoyar el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, a celebrarse el 17 de mayo, una fecha promovida por Naciones Unidas para generar conciencia sobre la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género.

Porque, además de consagrarse a normalizar el comportamiento de sus protagonistas, ambos filmes corroboran la voluntad del cine actual por mostrar al personaje homosexual en medio de un contexto en el que se ha naturalizado su presencia y sus inclinaciones. No es optimismo a destiempo; es que muchos realizadores, cubanos y extranjeros, han comprendido que insistir en la narrativa de la homofobia y la intolerancia solo consigue, tal vez, prorrogarlas, continuar cimentando los ghettos y el odio.

Pandora, la protagonista del filme de Alan González, es una mujer trans, mestiza y de unos 40 años, que vive una vida normal, y hasta ordinaria, en un barrio habanero cualquiera, lejos de los escenarios y divismos que suelen acompañar, en otros filmes, a estos personajes en versión transformista. En el escaso tiempo del metraje (el espectador se queda con ganas de más), Pandora debe decidir entre un hombre casado y un jovencísimo pretendiente, además de que las situaciones dramáticas insinúan la energía de pasadas tragedias y futuros amoríos en la vida de Pandora. Los tres personajes está interpretados con la naturalidad devenida pauta dominante, como siempre ocurre en el cine de Alan González (La profesora de inglés, La mujer salvaje), por Lady Chiv, Eduardo Martínez y Mateo Menéndez.

Filmada en blanco y negro, la película pareciera acercarse a un mundo esquemático, dicotómico, que tal vez, a lo largo de años, ha vuelto amargada, adolorida, la expresión facial de la protagonista. Pero los antiguos dolores y desprecios quedan implícitos, ahora solo la vemos cuidar un niño, escuchar a uno y otro pretendiente, ponderar, cavilar, caminar con paso calmo por la vida, como midiendo decisiones que impidan los errores flagrantes.

Entre contradicciones, búsquedas y desengaños transcurre la vida de Pandora (Lady Chiv), mujer trans cubana que protagoniza este cortometraje

Si algo hay que celebrar en el filme es, ante todo, su capacidad de sugerir historias pasadas y futuras, biografías enteras de personajes con solo unos cuantos trazos caracterizadores, y el inmenso respeto, comprensión que manifiestan el director y su guionista Nuri Duarte por sus personajes; ni una sola extravagancia, ni un solo histrionismo pomposo, la verdad pura y dura, humanísima, de una mujer tan vulnerable y valiente como cualquier hija de vecina.

Queer es la tragedia de un hombre en plena adultez, obsedido por un enfermizo y adolescente deseo de posesión absoluta. El actor de James Bond (Daniel Craig) interpreta al escritor gay William S. Burroughs en los bajos fondos de la Ciudad de México durante la segunda posguerra. Puesta en escena conscientemente estetizada, que a veces opta por el simbolismo y el surrealismo, y siempre se apresta a mostrar la cara triste y desintegradora de una pasión amorosa. Todo ello es esta película dirigida por Luca Guadagnino en 2024, una de las mejores de ese año, aunque algunos se aparten de ella acusándola de sórdida y pesimista.

Centro absoluto del histrionismo en este filme, Craig interpreta a un personaje que permanece casi todo el tiempo en pantalla, y asume con ternura y respeto el complejo perfil sicológico del escritor atormentado y promiscuo, hiperestésico y vulnerable, adicto a cualquier cosa, un hombre raro, rudo y roto, como se afirma en el título de este texto.

En la nueva película del italiano Luca Guadagnino (autor de la popular Llámame por tu nombre, de 2017) se representa el muy poco espectacular vagabundeo de un hombre maduro que se sorprende deseando, hasta la veneración, a alguien a quien apenas le importa ser acariciado ni mucho menos idolatrado. La escenografía y las locaciones crean una atmósfera mortecina e intimista que asume el espíritu mórbido de la tragedia descrita, aunque el segmento selvático de la narración carezca de la fuerza y el sentido que la puesta conserva en los interiores y encuadres pensados con una intención netamente pictórica.

Para hablar sobre un amor imposible, Guadagnino desdeña los hilos del melodrama, y prefiere sumergirnos hasta los ojos y orejas en las densidades de la tragedia, en los tormentos de alguien consumido por la imposibilidad de lograr compensación para un amor capaz de tragarse el océano Atlántico, incendiar la Antártida, desviar el curso del Amazonas, escalar el Himalaya de rodillas, o simplemente morir recordando a aquel nombre mientras del cuerpo exánime brotan auroras boreales.

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