Los errores, las equivocaciones y las acciones de las cuales de alguna forma nos lamentamos, son, como reza una sentencia popular: cuestiones humanas. Todos de una manera o de otra cometemos deslices, cargamos esas (grandes o pequeñas) cruces por el resto de la vida y debemos lidiar con la compleja disyuntiva de ignorar los yerros propios, justificando su aparición, o reconocerlos como manchas que pueden ser atenuadas con una buena dosis de sinceridad y arrepentimiento.
Año tras año y con los aires de un invierno anhelado por muchos, llega la Feria Internacional del Libro, el evento más multitudinario y también uno de los más esperados en Cuba. Como ocurre con el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, no son pocos los cubanos que hacen cábalas en los bolsillos y en su tiempo, en este caso para llegar a las áreas de venta y adquirir alguna novedad o recuperar algún volumen perdido por la voracidad de las polillas o los «olvidos voluntarios» de una amistad.
Dicen los creyentes en la Regla de Osha que soy hija de Obatalá. No lo he comprobado. Lo cierto es que mi color es el blanco, símbolo de pureza, y entre los metales preciosos prefiero la plata al oro. Importa sobre todo que la cochambre, en lo físico, en lo moral y en lo laboral, me produce alergia de extrema virulencia. Por esas razones, quizá, el tema de los valores me obsesiona e induce a observar con mucha atención la realidad del comportamiento humano, incluidas sus motivaciones.
Hojea con afán una, dos, tres veces las páginas. Me he apurado como nunca esta mañana, pero otra vez él ha sido el primero en comprar el periódico. Con sus ojos clarísimos sonríe victorioso y se guarda bajo el brazo las líneas sobre la zafra, las relaciones de Cuba con otros países, los encantos de la danza moderna...
Aquel insólito partido de fútbol comenzó poco antes de las siete de la noche, en pleno corazón de la ciudad. Hubo gambetas, gritos, pases, narración y, por supuesto, goles.
El dinero puede guardarse en los lugares más recónditos. Por ser un bien preciado —a veces demasiado—, es posible saber de quienes lo tienen debajo del colchón de la cama, al final de alguna gaveta en el armario e incluso enterrado en el patio de la casa.
La col, al igual que la habichuela, es de lo más recomendable para la digestión. Vaya a usted a saber por qué artes de la bioquímica, pero el caso es que, al comerlas por un tiempo y de manera seguida, en algunos organismos desaparece el mal rato a la hora de ir al baño. Nada de suspiros y sudores o las semejanzas de que se está en un parto de trillizos o soportando las presiones de un avión en picada, como parodian los caricaturistas a ese tipo de lances.
En algunos aspectos de la vida cubana, nos puede estar pasando como a la corneja de la fábula, que pretendía engullirse a dos pichones: por haber querido disfrutar de dos comidas, se quedó sin ninguna…
Exiliado en México, José María Heredia se refería con orgullo a «nosotros los americanos». Aludía al universo que se extiende al sur del Río Bravo y alcanza el arco de las Antillas. «Tan cerca de los Estados Unidos y tan lejos de Dios», acostumbran decir los mexicanos. En una etapa más reciente, Fidel señalaba que, a diferencia de lo ocurrido en otros continentes, los enfrentamientos armados entre nuestros países han sido relativamente escasos.
Cuando en Cuba se ve un molote de gente solo caben dos preguntas: «¿qué están vendiendo?» o «¿quién está ahí?». La primera se descubre por las malas caras, por el hastío de la espera; la segunda se revela por el alboroto. La Feria del Libro resulta un raro caso donde pueden converger ambas razones: que un escritor de fama venda un libro es causa suficiente para la apoteosis.