Una vez más, alea jacta est. La suerte está echada para Cuba en el cruce de 2019 a 2020, en medio de la persecución más feroz que haya desatado la obsesa guerra del imperio estadounidense contra este pueblo.
El título de este comentario me viene prestado de Raúl Roa. El futuro Canciller de la Dignidad, orgulloso de su estirpe mambisa, integró desde muy joven la generación que habría de enfrentarse a la dictadura de Machado.
No, ya no veo en las paradas el despliegue que semanas atrás «invitaba», con su sola presencia, a los choferes jíbaros a recoger paisanos. Ya no veo en los conductores díscolos la inclinación a parar esos vehículos cuya chapa moral dice que en realidad pertenecen a Cuba y a sus hijos. Por momentos uno siente que la generosidad vial pasa a ser bisiesta y que parecen adormilarse aquellas historias hermosas que más de una vez les dieron un matiz humano y hasta poético a esas redes sociales a menudo tan antisociales. ¡Qué poco nos ha durado!
El tiempo es imperturbable, su brújula apunta a una sola dirección. La memoria no, ella zigzaguea, se detiene, se sumerge. Ahora mismo estoy con mi madre, estoy rodeado de mis seres queridos, los de sangre, los que el tiempo agregó a mi camino. El recuerdo me devuelve ese instante, me lo rehace. Es mi círculo de amor. No tiene fórmulas, porque el amor no las tiene.
John Steinbeck (1902-1968), escritor estadounidense y Premio Nobel de Literatura, expresó: «Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo», y este redactor agregaría que también puede llegarse a la misma conclusión por la proliferación de basureros públicos.
Por fin nos montamos en el nuevo tren. Fue una experiencia que guardaba sus expectativas, lo confesamos, sobre todo por los comentarios que uno escuchaba en la calle y con los amigos. Por la reservación, no viajamos (porque ya no había pasajes) en un coche refrigerado, en el que (algunos friolentos lo aseguran) se debe ir vestido como si fuéramos al Polo Norte. Algo que, por el lado de acá, no se ve mal.
Por estos días, el homenaje a los maestros se ha hecho sentir en cada centro escolar. El reconocimiento, que es ya una tradición para los cubanos, cobra hoy especial dimensión porque, como cada 22 de diciembre, este domingo, es el Día del Educador en nuestro archipiélago; y, además, recuerda la épica Campaña de Alfabetización que hace 58 años declaró a Cuba territorio libre de analfabetismo.
Aunque los habitantes originarios del arco de las islas que se extiende desde las costas de Venezuela hasta la entrada del Golfo de México fueron indios arahuacos procedentes del continente, según lo demostró la expedición emprendida por Antonio Núñez Jiménez a partir de las fuentes del Amazonas, la historia posterior pareció acentuar la tendencia a la diversidad.
Me gusta la gente inteligente. Quedo admirada ante la ocurrencia, la reflexión, la interpretación y la ironía ajenas. Me atrae la palabra precisa puesta y dicha donde va, la solución correcta en el menor tiempo y con el mayor éxito posible, las decisiones que no dejan resquicio a la duda sobre la capacidad de los demás.
Se nos viene encima cabalgando, al trote, pero seguro, el control más infalible que hemos tenido, capaz de romper añejísimas marañas vigentes, a pesar, en primer lugar, de los administradores y del batallar de los inspectores, incapaces de taponear, por sí solos, los desmanes contra el consumidor.