Que si el mosquito pica de día, que si pone huevos únicamente en agua limpia, que la fumigación acaba con el insecto y con las enfermedades que transmite, que en el invierno no hay peligro, que los criaderos solo existen en recipientes de grandes dimensiones…
Persisten las falsas creencias en torno al Aedes Aegypti y por ello la percepción de riesgo es baja, porque en la medida en la que le restamos importancia a la causa de un problema, este crece, se multiplica y luego tiene consecuencias fatales.
Los mosquitos del género Aedes pican a cualquier hora, aunque se reporta mayor frecuencia durante el día porque necesitan ver dónde picar, pero en el horario nocturno con una luz encendida, ¿por qué no lo harían? Sus huevos pueden ser colocados en agua limpia, estancada o sucia, y los criaderos pueden tener cualquier tamaño.
¿Acaso ya olvidamos el mensaje televisivo que nos recuerda que un poco de agua almacenada en una cáscara de huevo puede ser un depositario ideal? La fumigación mata el mosquito adulto, pero esta no es la solución porque los huevos y las larvas ya existentes no desaparecen con el tratamiento y durante el invierno el ciclo de vida de estos artrópodos se hace más lento, pero no quiere decir que no se reproduzcan.
Entonces, ¿por qué hay que esperar a que el vecino o alguien conocido se enferme de dengue o de zika para tomar conciencia y «mandarnos a correr» en casa? La cercanía a una desgracia es la que nos despierta el temor relacionado con la probabilidad de que también nos aqueje, pero ¿solo así podemos funcionar nosotros, la especie identificada como la más inteligente del planeta? Cabe la duda.
En muchos casos, la población ignora las alertas emitidas por las instancias sanitarias del país ante la amenaza epidemiológica que nos rodea, sobre todo por formar parte de una región que muestra índices elevados de infestación y contagio de esas enfermedades, además del chikungunya y la fiebre amarilla.
Se le achaca a la suciedad del barrio o a la ineficiente recogida de los desechos sólidos la causa del mal, y aunque esos factores también inciden, ¿por qué no dejamos de mirar la paja en el ojo ajeno y nos preocupamos un poco más por nuestro entorno?
¿Cuántos de nosotros miramos por el hueco de la puerta y al distinguir al personal que labora en la lucha antivectorial nos mantenemos en silencio? ¿Cuántos de los que leen estas líneas no permiten la revisión en su domicilio para evitar que se descubra la gaveta del refrigerador llena de agua, los cubos llenos sin tapa en el patio o el pozuelo del agua del perro sin fregar hace días?
Se olvida —o se desconoce— que el artículo 18 del Decreto-Ley 272, referido a la higiene comunal, establece en sus incisos r, s y u multas de entre cien y 600 pesos para quien dificulte en cualquier forma el cumplimiento de las medidas sanitarias dictadas por la autoridad competente en la erradicación de vectores vinculados con enfermedades transmisibles.
La pesquisa febril que se despliega, incluso con la colaboración de estudiantes de Ciencias Médicas, no es en vano. Urge reportar cualquier síntoma relacionado con las arbovirosis y acudir al médico, porque lo que empieza como un caso, luego puede convertirse en epidemia. Cada cubano es su propio médico, a veces, y ahí radica el peligro de cualquier complicación o contagio a otros.
¿Cuánto más nos hace falta entender para cuidar mejor nuestra salud? ¿Los mosquitos son más inteligentes?