El gesto desprendido y generoso que caracteriza a los cubanos en cualquier rincón de la geografía nacional —y hasta en otras tierras del mundo— demuestra cuántas brechas podemos zanjar en medio de las situaciones económicas que atraviesa el país por adversas que estas sean.
«Carrera difícil, la mía, Matemática. ¡Esa sí que se las trae! El Periodismo jamás se le podrá comparar. ¡Es como un círculo de interés!», me dijo un día, medio en broma y medio en serio, un condiscípulo de mis tiempos en la santiaguera Universidad de Oriente. Y, como para neutralizarme con una evidencia que le pareció irrebatible, sacudió ante mis ojos un cuaderno repleto de ecuaciones y de combinadas que me hicieron recordar los caracteres del alfabeto chino.
Hace poco estuve hojeando una revista científica en la que un avezado equipo de especialistas (neurólogo, angiólogo, siquiatra, fisioterapeuta, cardiólogo y un pantrista que repartía la merienda en las sesiones de trabajo) llegaban a conclusiones puntuales sobre la mejor manera de prevenir, y más que prevenir, evitar un infarto.
¿Se fijaron? Acabo de cambiar la foto que me identifica en el diario. La otra permaneció diez años, más por pereza que por vanidad, pero si vivo agradeciendo la victoria de envejecer en un mundo donde tanta gente muere joven por causas solubles, ¿qué sentido tiene perpetuar una imagen que ya no es, ni volverá a ser la mía?
A pesar de las dificultades interpuestas por el cerco económico, regresa en febrero la Feria del Libro, señal inequívoca de la voluntad de conceder atención prioritaria a la educación y la cultura. El calendario se eslabona a través de hitos que convocan sucesivamente la atención mediática en torno al cine, el teatro, el jazz o el libro. Es de lamentar, sin embargo, que una vez transcurrido el acontecimiento, el interés por el tema de la lectura pase a un segundo plano. Se trata de un asunto primordial en este inicio de milenio, cuando la comunicación humana se empobrece, con graves consecuencias en el desarrollo de la conciencia ciudadana.
Mi buen Samsung Note 3:
Las políticas neoliberales de décadas pasadas estuvieron destinadas a desarmar o hacer económicamente dependientes de Estados Unidos, a los países de América Latina. Milton Friedman, un norteamericano, premio Nobel de Economía y padre de los manejos del libre mercado en el mundo, fue asesor por excelencia de dictaduras sangrientas como la de Pinochet en Chile y de Videla en Argentina.
TERMINADA la faena cotidiana, antes de acogerse al descanso reparador, los hombres se reunían a conversar. Comentaban los sucesos del día, narraban historias de otros tiempos y otros lugares, algunas veraces, en otras mezclaban realidad y ficción. En ese intercambio se rescataba la memoria del ayer y se alimentaban las alas de la imaginación, fuente de creatividad y de capacidad innovadora al abordar por caminos imprevistos, mediante la formulación de nuevas interrogantes, asuntos pendientes de respuestas por haber recorrido en su abordaje fórmulas rutinarias. Pero, sobre todo, el empleo de la palabra evocadora satisfacía la demanda de espiritualidad, esa otra hambre que, según Onelio Jorge Cardoso, subyace latente en todo ser humano. En la voz del cuentero iba naciendo la literatura desde la época remota en la que todavía no se habían inventado el jeroglífico y el alfabeto que ahora conocemos.
A las personas que denuncian hechos reprochables para alertar a las autoridades, más que solicitarles datos para su localización, se les debe agradecer ese gesto y proceder sin morosidad contra los protagonistas de las infracciones.
Dos décadas atrás, mis únicas referencias sobre un tribunal de justicia eran películas, series y libros policiacos, como probablemente les pase a muchos de ustedes. Mi arquetipo de juez era un hombre mayor, blanco, sedentario, amargado en su elevada soledad, a cargo de recitar castigos y poner orden en la sala, mientras fiscales y abogados conducían al presunto culpable por la cuerda floja de la opinión de 12 extraños, casuales e influenciables.