Una buena nueva anunciada este curso escolar es que en lo adelante los estudiantes universitarios en el último año de la carrera serán asignados a una entidad y posteriormente cumplirán su servicio social. Esta modificación, de no sufrir distorsiones o desajustes, puede ser un buen paso para minimizar los niveles de insatisfacción de no pocos jóvenes cuando se incorporaban al empleo.
Precisamente en estas páginas, narré hace un tiempo el caso de un joven que después de años de estudio, dedicación y esfuerzo, veía perderse su carrera universitaria como informático en la incertidumbre, pues el llamado «plan de distribución» no se correspondió con lo que se necesitaba, y de la noche a la mañana se vio convertido en «ingeniero en cafetería», en todo un ilustre trabajador por cuenta propia.
Es verdad que una de las principales premisas del Estado cubano ha sido garantizar el acceso de los recién graduados al empleo —un derecho amparado legalmente—, pero también sabemos que, por años, la ubicación laboral generó no pocos contratiempos y en ocasiones los jóvenes tienen que reorientarse, capacitarse y valorar otras posibilidades de empleo que no son aquellas para las que fueron formados.
En medio de la actualización económica de nuestro modelo de socialismo, la decisión de la inserción temprana del estudiante en la producción podría aportar mucho, y no solo con respecto a las habilidades necesarias para enfrentar su profesión. Esta decisión también ayudará al país, porque el hecho de que los jóvenes también puedan realizar su trabajo de diploma enfocados en resolver los problemas que enfrentan las empresas e instituciones, favorece que esos estudios no se engaveten y puedan darles continuidad posteriormente.
Pero junto a las ventajas también se corren peligros con esta disposición. Ahora que se ha dado este paso también sería muy oportuno pensar en cómo son recibidos los jóvenes, en la asignación de un tutor que los ayude verdaderamente a desenvolverse en el mundo laboral y en estrategias que favorezcan sus gustos laborales y responsabilidad por el trabajo.
Es vital que estos jóvenes no se sientan subutilizados o mal atendidos —como ha sucedido—, sino útiles, además de que deben ser involucrados en procesos y actividades necesarias para que sea más sólida la relación alumno-centro laboral.
También urge que las universidades y la Federación Estudiantil Universitaria acompañen tan importante medida, que se ajusten los horarios docentes y se piense bien qué hacer con aquellos estudiantes que ya tenían sus temas seleccionados, porque de nada valdría que exista la resolución si después no podemos cumplirla. Desde ahora y hasta el próximo 15 de octubre, en que ocurrirá este proceso, toca a todos pensar cómo hacerlo exitoso.
Las reuniones de ubicación laboral tendrán que parecerse más a la realidad, hacerse con más calidad y considerando la integralidad del estudiante e indicadores que se incluyen en ella —como el Premio al Mérito Científico o los resultados en las investigaciones—, análisis que quedaba para el final del año terminal y ahora tendrá que ser al principio.
Todo tendrá que ser minuciosamente evaluado, porque de acuerdo con un reciente tuit de José Ramón Saborido Loidi, titular del Ministerio de Educación Superior, serán cerca de 14 000 los estudiantes ubicados en el mundo laboral como parte de su último año académico, los cuales se sumarán a los 17 800 que recibieron empleo tras graduarse en la universidad en el curso 2018-2019.
Hoy los propios estudiantes califican la resolución como «una magnífica idea», pero aún quedan interrogantes sobre la mesa que debemos ayudar a resolver: ¿cómo se ubicarán los de carreras nacionales o de determinadas provincias que luego regresan a ellas? ¿Cómo ajustar la reducción de los años de las carreras a esta nueva propuesta? ¿Cómo será realmente esa asignación para que combine armoniosamente con lo diseñado en la academia? ¿Qué pasará si un estudiante no se siente satisfecho en la entidad?
Como ha dicho María Josefa Luis Luis, investigadora del Centro de Estudios sobre la Juventud, quien desde 2002 ha estudiado estos temas, el primer empleo es significativo en la vida del joven trabajador, por lo que debe ser algo que deje una huella positiva, sobre todo si se le preparó bien.
Todo ello permitirá que esa preasignación laboral, que se hará efectiva un año más tarde, cuando el estudiante se gradúe y comience su servicio social tras 12 meses de contacto directo con sus futuros empleadores, ofrezca los resultados deseados, incluyendo el de convertirse en espacio para forjar los cimientos del futuro laboral.