La represión persiguió a los que reclaman una nueva Constitución. Autor: Getty Images Publicado: 25/02/2020 | 08:21 pm
Parteaguas: eso constituye desde ya el plebiscito anunciado en Chile para el 23 de abril, sea cual fuere el resultado de la consulta que someterá al criterio ciudadano si quiere una nueva Constitución, y cómo debe estar conformada la Asamblea que la redacte.
Claro que lo que ha partido en dos la historia reciente chilena no es, propiamente, la convocatoria a votar, sino las intensas y mantenidas manifestaciones que han forzado al ejecutivo a abrir las urnas.
Las movilizaciones están externando todas las deudas del Estado chileno con la población, pendientes desde la mismísima instauración de la dictadura pinochetista. Ello ha obligado a una respuesta desde el ejecutivo pero, a estas alturas del reclamo, su alcance va más allá, porque ha abierto otra etapa en la percepción de muchos chilenos sobre su realidad; y tal punto de mira debe desembocar en reacomodos de formaciones sociales y políticas para ulteriores escenarios sea cual sea, reitero, el resultado del plebiscito.
En la otra pata de la pinza que atenaza el sentimiento y de allí va al entendimiento y la conciencia, está la represión feroz y el atropello. Jóvenes llevados a rastras a los camiones policiales como en cacería, gases, agua, y disparos bien pensados y a mansalva que han provocado en cuatro meses más de 30 muertos, miles de heridos, ceguera total a dos personas y falta de la vista parcial u otras afectaciones visuales a unos 400, según se denuncia, resultan suficiente escarnio para demostrar la presencia del modelo pinochetista no solo en esas leyes que no dejan acceder a las peticiones de los movilizados y que por eso es preciso cambiar.
Además, el legado de Augusto Pinochet y su régimen se ha hecho visible en la satrapía policial. Entonces, los que adentro la padecen, y quienes desde afuera observamos, podemos entender mejor el manto de silencio que siguió a los crímenes de una dictadura tan brutal que cuando se fue dejó instaurado el miedo y, entre muchos ciudadanos, un cuasi olvido. Un régimen, al propio tiempo, tan cínico, que penetró también parte del pensamiento social, al punto de que todavía hoy muchos siguen entendiendo como bueno el golpe de Estado de 1973, y el modelo segregacionista entronizado por la asonada y sus promotores. Eso tiene el neoliberalismo, potencia la macroeconomía e impone una ideología.
Eran los tiempos que no pueden olvidarse de las dictaduras promovidas desde el Departamento de Estado para aquietar a América Latina, y de la represión intrarregional que hizo cómplices a los regímenes militares mediante la tenebrosa Operación Cóndor.
No son tiempos totalmente pasados. Las consecuencias en Chile, al menos, están ahí, en el modelo económico y social que muchos quieren cambiar con la Constituyente, usado como vitrina de presunto progreso hasta hoy.
Y está también en los cientos de personas —algunos reportes dicen que sumaron 2000— que salieron este fin de semana a las calles a pronunciarse contra el plebiscito y a defender el statu quo. En tanto, el festival de la canción de Viña del Mar era estremecido por los otros, los que quieren un nuevo país mediante otra Carta Magna que derrumbe los pilares del modelo.
Los más de 80 puntos porcentuales de rechazo a su gestión que las encuestas adjudican, en este contexto, al presidente Sebastián Piñera, invitan a pensar que, evidentemente, le rechazan unos y otros: los que quieren cambios, porque el mandatario busca apenas acallarlos mediante transformaciones que llegarán morigeradas si la Constituyente se aprueba y entienden que hay que seguir presionando. Y los otros, porque ni siquiera quieren que el jefe del ejecutivo acceda a la consulta. O porque quieren insuflarle fuerzas.
Tal panorama podría hacer pensar en una sociedad polarizada que se volcará en campaña electoral con vista al plebiscito, a partir de este miércoles.
Pero eso no es todo lo importante. Lo trascendente es que Chile despertó, como afirman algunos, en observación que otros vemos de otra forma: se ha abierto la conciencia en Chile. Y las secuelas del terror impuesto a base de la sangre de miles de asesinados por la dictadura, torturados, quemados vivos o desaparecidos, hoy siguen doliendo, pero se les enfrenta.