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Japón transfigurado

Con programas de intercambio la nación asiática potencia los tres nuevos principios básicos de su política exterior para América Latina esbozados en agosto de 2014

Autor:

Nyliam Vázquez García

Tal vez esperaban desde hace mucho o no, porque este pareciera el único lugar en el planeta donde nada ocurre fuera de tiempo. Seguro su día (13 horas antes que el nuestro) había comenzado desde temprano. Pero cuando la puerta del aeropuerto de Narita se deslizó, Japón se convirtió en dos rostros femeninos, pero sobre todo, en la expresión sonriente de Michico Murai.

En las próximas intensas jornadas de descubrimientos, experiencias e intercambios esa sonrisa sería una constante. Esa expresión, su español de lujo y el conteo obsesivo de los participantes del programa Juntos —llegados de distintos países de América Latina y el Caribe— marcarían las jornadas en el Imperio del Sol Naciente.

Juntos, organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón (MOFA) y apoyado por el Centro de Cooperación Internacional de Japón (JICA), puso en contexto la esencia de la nueva política exterior de Japón hacia América Latina y el Caribe, basada en tres principios básicos: «Progresar juntos, inspirar juntos, liderar juntos».

Lograr acortar la distancia geográfica a partir del redescubrimiento de valores compartidos y potenciar los vínculos económicos en disímiles áreas de desarrollo está en la base de las acciones japonesas en un contexto geoestratégico complejo.

En el modo japonés de hacer los detalles suelen ser centrales y están milimétricamente calculados. Digamos que la mejor forma de adentrarse en el tejido nacional estuvo guiada por la sonrisa de Michico, el optimismo e iniciativas de Tezuca y la incansable paciencia de Shingo Maeyama para repetir infinitas veces las orientaciones del éxito de cada actividad de las muchas previstas a diario. Este trío estelar de coordinadores-traductores se llevó muchas ovaciones al estilo de nuestro continente.

Mientras, uno de los elementos que más destacaron los latinoamericanos fue la alegría de trabajar de los japoneses, de entregarse a cada acción por más insignificante que parezca y hacerlo bien, con el orgullo de su contribución personal algo aún mayor: la sociedad en su conjunto.

Más de 400 años después

Contrario a lo que podía pensarse, las relaciones de Japón y América Latina cargan con 400 años de historia. En Cuba tuvo un amplio programa de actividades el acontecimiento, porque fuimos uno de los puertos a los que arribó Hasekura Tsunenaga, jefe de la misión del primer acercamiento.

Según los historiadores, a partir de 1888, con la firma del primer tratado de amistad y comercio con México, las relaciones comienzan a dinamizarse. Después de la Segunda Guerra Mundial tienen un amplio avance. Muchas compañías japonesas llevan operando en Latinoamérica más de 50 años.

«Las compañías japonesas no solamente compran y venden productos en América Latina y el Caribe, también transfieren tecnología avanzada, de conjunto crean nuevos   productos con la población local y apoyan el modelo de negocios para el desarrollo a largo plazo», afirmó Fumio Kishida, ministro de Asuntos Exteriores japonés en un discurso reciente.

De lo que se trata, y en ello están empeñados, es de darles un vuelco a las relaciones con la región, a fin de cuentas es otro de los terrenos económicos donde compiten con China y Rusia.

Luego de más de una década de recesión económica, Tokio busca con cada acción potenciar los vínculos a corto, mediano y largo plazos, aprovechar el terreno ya recorrido en algunos países, así como los nuevos escenarios en otros.

«Considero mi viaje a América Latina como el inicio de un nuevo capítulo en las relaciones entre Japón y la región, un momento para una mayor cooperación», expresó el primer ministro Shinzo Abe durante su gira latinoamericana de 2014.

El modelo japonés de intercambio

Para las autoridades niponas resulta vital el sello japonés. Pretenden destacar por todo aquello en lo que se saben superiores y aprovechar las ventajas, sobre todo, porque en ciertos contextos occidentales, quienes tengan ojos rasgados pertenecen al mismo saco, y no es cierto, hay historia, tradición, modos de hacer y otras pequeñas sutilezas que marcan importantes diferencias.

Las autoridades sostienen que Japón viene construyendo y potenciando un nuevo modelo de intercambio que supone oportunidades para ambas partes, enfocadas en relaciones económicas distintas.

Akio Hosono, director del Instituto de Investigaciones de Jica, en su conferencia para los participantes de Juntos, destacó las distintas modalidades del Comercio Exterior, la inversión y la asistencia oficial para el desarrollo, que incluye formación de los recursos humanos y transferencia tecnológica.

El académico mencionó ejemplos como el Proyecto Cerrado en Brasil que, con la participación y persistencia japonesa, consiguió convertir una zona estéril en un importante granero, donde logran altas producciones de soja. Brasil es el mayor exportador de soja a nivel mundial. Anteriormente, el propio Abe en su discurso en Brasil, lo había destacado; allí también mencionó la contribución de expertos japoneses al cultivo del salmón en los fiordos chilenos y hoy ese país es líder mundial en su exportación.

A juicio de Hosono, uno de los elementos esenciales del modelo de intercambio japonés es el compromiso con la comunidad, el modo en que las empresas y proyectos nipones intentan ampliar la cadena de valor y, especialmente, capacitar los recursos humanos, lo cual se inscribe en una tradición.

Si bien es cierto que desde la gira latinoamericana de Abe en 2014 la mirada a la región ha sido revaluada a partir de los tres pilares antes mencionados, como tercera economía mundial, aún está lejos de explotar todo su potencial en el intercambio con América Latina y el Caribe.

Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, el promedio de intercambio anual de 2010 a 2013 fue de 6 900 millones de dólares. Muy por debajo de lo que podría lograr o de lo que ya tiene anualmente con África —unos 30 000 millones de dólares— por solo citar un ejemplo.

Para el archipiélago asiático, que depende de las importaciones de materias primas, combustibles y otros elementos prioritarios, las relaciones con la región son muy importantes y convertirse en un socio confiable para «progresar» resulta vital.

Los últimos cuatro años revalorizan lo que sigue siendo una declaración de intenciones de los japoneses, porque aún falta mucho por trabajar para llevar a vías de hecho ese relanzamiento de las relaciones a niveles macro, y sobre todo, a los niveles que harían la diferencia para ambas partes.

Michico y Tezuka, durante la entrega de los diplomas de participación en el programa de intercambio. Foto: Iramsy Peraza periodista del diario Granma

Juntos

El programa Juntos se convierte en sí mismo en una muestra de la firme apuesta de Japón por la región y de la importancia que le conceden a lograr sus objetivos aquí, en el marco de una estrategia global de promoción de su cultura y modo de vida que luego permita ampliar su presencia en todas las ramas.

La experiencia, en función de las actividades en Tokio, Kioto e Hiroshima, no deja duda de que Japón tiene mucho que aportar en infraestructura urbanística antisísmica, tratamiento de la basura y cultura del reciclaje, cuidado de los bosques, transporte, conservación del patrimonio o desarrollo científico. Sin embargo, también deja claro que el camino para conseguir objetivos mutuamente beneficiosos recién comienza.

Para Cuba, en el contexto de la actualización del modelo económico, los nuevos pilares de la política nipona hacia América Latina y el Caribe se convierten en oportunidad. De hecho las relaciones bilaterales están en un excelente momento. En la Isla se celebró durante todo el 2014 el 400 aniversario de la llegada del samurai Hasekura, y en 2015 la visita del canciller Fumio Kishida a Cuba constituyó la primera en la historia de las relaciones bilaterales.

Autoridades de ambos países reconocen que, sobre todo después del 17 de diciembre de 2014 (anuncio del proceso de restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos), ha aumentado el interés de empresas japonesas y se trata de un proceso en franco crecimiento.

Ya sabemos que es posible leer montañas de libros, artículos y ver decenas de documentales, pero la vivencia complementa razonamientos y supera ideas preconcebidas de complejísimas realidades a nivel cultural.

Japón es más que los objetivos de políticas gubernamentales, es, claro está, más que dos semanas de respirar el mismo aire que los japoneses, dormir y comer a su estilo, aprenderse algunas palabras, agradecer e inclinarse sin ningún contacto físico. Sin embargo, también se convierte en cada una de esas horas viviendo esa realidad… otra.

La nación asiática se convierte en los puentes de Tokio, la tierra ganada al mar, el tren bala (Shinkansen), Kioto y sus templos, las huellas cubanas sobre el suelo del Parque de la Paz en Hiroshima, la hospitalidad de la familia japonesa y la paciencia del abuelo enseñando caligrafía a los bulliciosos latinoamericanos; también es Ashimo, el simpático robot…

Japón toma el rostro de los miles de japoneses con los que nos cruzamos, de aquellos que mantienen ciudades con más 12 millones de habitantes como Tokio con una limpieza envidiable, de quienes participaron como voluntarios en las actividades y sobre todo, los de nuestros dedicados coordinadores-traductores. Japón también se trasforma en la sonrisa de Michico Murai.

Vista de la ciudad desde la famosa Torre de Tokio. Foto: Nyliam Vázquez García

Hiroshima y el edificio que se mantuvo en pie luego de la bomba atómica. Foto: Nyliam Vázquez García

Un robot que no lo parece. Foto: Nyliam Vázquez García

La Puerta Ootorii es el símbolo de Miyajima. Foto: Nyliam Vázquez García

En el templo Meiji de Tokio. Foto: Nyliam Vázquez García

En el Museo Nacional Ciencia e Innovación niños juegan con un perro robot. Foto: Nyliam Vázquez García

El shinkansen (tren Bala). Foto: Nyliam Vázquez García

Desde el ferri llegando a  la isla Miyajima en Hiroshima. Foto: Nyliam Vázquez García

El Embajador cubano Marcos Rodríguez en la clausura del Programa Juntos. Foto: Nyliam Vázquez García

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