¿La pandemia actual y el confinamiento podría afectar la salud de las parejas? ¿Está el matrimonio de la era moderna diseñado para que sus integrantes permanezcan a la vez en casa mucho tiempo, lidiando con sus rutinas e intereses diferentes?
Disímiles pronósticos se han desatado en las redes sociales a raíz de la pandemia actual, y uno de ellos es que muchas parejas no aguantarán el confinamiento porque el matrimonio de la era moderna no está diseñado para que sus integrantes permanezcan a la vez en casa mucho tiempo, lidiando con sus rutinas e intereses diferentes.
En consonancia con esta preocupación se multiplican las fórmulas para superar la crisis, sugeridas por terapeutas familiares, profesores de gran experiencia, líderes espirituales, clínicas sicológicas, parejas de larga data…
La mayoría de esas «vacunas» sugieren no pelear pase lo que pase, y más específicamente orientan a la mujer quedarse quieta ante las «inevitables frustraciones» de un hombre varado en casa, limitado en su rol de proveedor económico del clan familiar.
Otras miran el fenómeno con un optimismo idílico (si hay amor, ¿por qué tendrían que surgir desavenencias?), y no faltan las recetas posmodernistas que proponen crear áreas de autoaislamiento dentro del hogar en las que uno de los dos se refugie mientras el otro asume la cotidianidad con el resto de la familia, al menos durante el tiempo que dura la «jornada laboral».
Más allá del sesgo machista, esos manuales de supervivencia matrimonial parecen poco viables porque no toman en cuenta el peso de la incertidumbre, factor propiciatorio de caos en cualquier estructura, natural o civilizada, contra la que es imposible avanzar si no es bajo sus propias reglas.
Por ejemplo, si eres de las personas que ocultan hábitos tóxicos a tu pareja (como fumar, ingerir alimentos inadecuados para tu salud o dedicar mucho tiempo a los juegos virtuales y las telenovelas), ¿cómo vas a lidiar a la vez con el encierro y la abstinencia? ¿Acaso develarás tu secreto y «que salga el sol por donde salga»?
Si en tu centro laboral acostumbras conversar en un tono muy cariñoso y delante de tu pareja lo evitas porque padece de celos compulsivos, ¿cómo te las arreglarás con el trabajo a distancia para no opacar tu imagen ni torturar a quien vive contigo?
De cierto modo, muchas recomendaciones que circulan en las redes son aplicables, siempre que tengas el sentido común de adecuarlas a tu situación.
Nada impide organizar horarios de pasarela y vestir lo más lindo o nuevo del ropero para estar en casa (con la esperanza de que dure poco sobre la piel), pero estar todos los días de tacón y maquillaje o con el uniforme de campaña no es práctico ni saludable.
Tampoco el otro extremo es bueno: si descuidas totalmente tu apariencia perderás el hábito de estar «presentable» y luego será un reto recuperarlo para volver al trabajo, sin descontar que tu pareja puede interpretar ese permanecer todo el tiempo «como quiera», como una señal de rechazo a pretensiones eróticas y el exceso de confianza derive en desinterés.
En cuanto a la frecuencia en los encuentros sexuales, la mayoría de los sitios recomiendan hablar del asunto con madurez (sobre todo en parejas de más tiempo) para no colapsar por exceso o defecto. Si eres de esas personas que te justificabas en el cansancio o el exceso de trabajo para tener «días libres», es momento de encontrar la verdadera causa de esa evasión y establecer, en base a necesidades y posibilidades de cada quien, el ritmo que mejor se ajuste a la cuarentena y al resto de la vida conyugal.
Es importante entender que sexo no es solo coito. Quienes así lo ven tienen un reto muy fuerte que seguro levantará algunas peleas. Las parejas acostumbradas a acariciarse y piropearse en casa, sin expectativas de materialización inmediata de sus deseos, están en mejores condiciones de atemperarse.
Hoy más que nunca ese «echar maíz», como le llamaban las abuelas, puede tener un efecto positivo, porque el exceso de adrenalina ante la estresante situación social y familiar se compensa con un adecuado nivel de vasopresina, la hormona del amor amistoso, la que nos lleva a estar bien y sentir seguridad con las personas amadas.
De todas formas habrá discusiones, y quien pretenda soslayarlas dividiendo el terreno o tragando en seco sus amarguras, tendrá que asumir en algún momento el cúmulo de reproches contenidos. Incluso puede llegarse al punto de que se enfríen los argumentos, pero también las pasiones, y la idea de separación gane terreno.
En la próxima página compartiremos algunas propuestas para pelear en casa con todas las de la ley, pero con la mirada puesta en el crecimiento espiritual y social de la pareja.