La joven de 17 años grita. Su cuerpo recibe una brutal paliza y al espectáculo asisten decenas de personas que permanecen impávidas. Sus tres agresores se ensañan. Uno le sujeta los pies y otro la cabeza y un tercero, con barba negra y turbante, la flagela con una correa de cuero.
Como en el ajedrez, donde el rey prefiere enrocarse a tiempo para evitar un ataque sorpresivo que termine por sacarlo del tablero, así, en tiempos de crisis económica, algunos gobiernos mueven piezas.
He dicho que soy periodista que lee a periodistas. Por lo cual me resulta casi imposible juzgar a mis colegas desde el prejuicio, esa técnica de evaluar, definir, calimbar por rumores o por simple suposición. Acabo de leer un libro, más bien, lo he releído esta semana, aunque como volumen impreso solo tiene aproximadamente un mes.
Uno de los peores dramas de la emigración africana tuvo lugar a inicios de este mes, cuando cientos de africanos salieron de Libia con destino a Europa en busca de sus sueños: un buen empleo, un país donde no se sienta, ni de cerca, la guerra, y la posibilidad de enviarles a sus familias unos euros que les garanticen la supervivencia. Pero como sucede casi siempre, estas historias no tienen finales felices, y esta vez, a muchos les tocó hundirse con sus sueños en las aguas del Mediterráneo.
Pienso que nuestro diario de la juventud cubana, Juventud Rebelde, es el vehículo indicado para desarrollar un diálogo sistemático de generaciones en el que participen quienes traemos la experiencia vivida en el siglo XX y los que vivirán bien entrado el siglo XXI: existe la necesidad de ese diálogo entre dos siglos.
El diario español El País está preocupado: cree que una masiva llegada a Cuba de visitantes procedentes de Estados Unidos podría provocar una desestabilización ideológica.
Pan y circo eran los ingredientes utilizados por los emperadores romanos para controlar al vulgo. Aunque el imperio estuviese al borde del cataclismo, aunque sus hijos muriesen en los rincones de Europa para mantener la riqueza de la aristocracia, aunque miles de mendigos y vagabundos anduviesen por las calles de Roma, la plebe vivía feliz como rebaño, cegada por el espectáculo y el artificio de la magnificencia.
La muchacha se desgargantaba cantando a capela aquella hermosa canción de Silvio: «Se está arrimando un día de sol, un día de duendes en añejo...», pero solo dos o tres la atendían.
Animado por una información aparecida en Juventud Rebelde, un contemporáneo acude a una tienda para adquirir un antivirus informático en moneda nacional. La empleada que lo atiende le indica los requisitos necesarios y añade uno más: tiene que venir con otra vestimenta. El buen hombre vestía pulóver de mangas muy cortas y discretas bermudas, tan convenientes para nuestro permanente verano. Primero sonrió creyendo que era objeto de una divertida e insólita inocentada. Pero no, vaya a usted a saber si se trataba de alguna fobia freudiana hacia las velludas pantorrillas masculinas, porque ni explicación hubo ni tampoco advertencia escrita a la entrada del establecimiento.
EL pequeño Jeremy Doble desapareció el pasado 8 de febrero en Queensland, zona septentrional de Australia, cuando jugaba junto a su hermano mayor en las inmediaciones de un área pantanosa cerca del río Dantree, donde sus padres operan un negocio turístico.