Las maneras en que se moldea un país suele tener sus ríos más profundos en casa, ese espacio entrañable donde cualquier nueva dimensión de la vida prefigura rostros, expresiones y comportamientos humanos que pueden ser síntesis de los sociales.
Revoleteaban en las ramas de los árboles pequeños. Sus alas se movían a una increíble velocidad, y del ruido de este rápido movimiento se podía claramente escuchar: zun zun… Se trata de unos pequeñísimos pajaritos que llamaban la atención por su pico alargado y fino. Una canción popular, el Zun, zun babae, pájaro lindo de la «madrugá», los hizo famosos en toda Cuba.
¿La juventud es ventaja o limitación? ¿Se promueve la edad o el talento? ¿Los impulsos noveles se animan o se regulan? ¿Renovar con riesgo lo que no sirve o mantener por comodidad lo que funciona a medias? ¿La responsabilidad tiene edad? ¿Pueden más las ganas que la experiencia? ¿Están estos dos sentimientos ligados a los años?
El primer día que anudé mi pañoleta fui feliz. Aunque no se pareciera en nada a aquella bicolor que décadas atrás usó mi madre o bastaran unos segundos después de lucirla para que el calor de octubre me provocara ganas de quitármela; ese fue, con apenas seis años, uno de los mejores momentos de mi vida.
Mariana decidió tener a su hijo, a pesar de no haber concluido aún sus estudios universitarios. Ahora, mientras observa con ternura el rostro del pequeño Diego, sabe que hizo lo correcto.
Bajo la luz diurna o durante la noche, a cualquier hora, entra en esta empresa, tienda, o en aquel restaurante… Pocos, sin embargo, lo reconocen. Desde oficinas donde la sociedad es como un cuadro en la pared, suele calificársele con categorías burocráticas: usuario, consumidor, títulos que legitiman el concepto de que es un impostor carente de derechos. Posiblemente, un fantasma.
Que las polillas se coman los papeles viejos no es tan preocupante como que devoren las ideas nuevas. El papel no es barato —ya sabemos de dónde se obtiene—, pero más costoso resulta, tanto desde el punto de vista personal como social, perder las concepciones y razonamientos que sobre ellos se estampan.
Quienes me conocen, lo saben. Tengo debilidad por los cumpleaños. Y no es por el deporte de empujar bajo la piñata, ni siquiera por emular ante la bandeja de las cajitas. Mi punto débil está en hacer demasiada memoria, en recordar hasta la celebración más extravagante.
La Ley de Inversión Extranjera que debe aprobar el Parlamento cubano el próximo sábado, en sustitución de su predecesora, la Ley 77, responde a una necesidad ineludible de una economía inmersa en raigales transformaciones de su modelo, pero sin grandes recursos ni acceso a financiamiento, y bloqueada por la principal potencia del mundo. Y esto último no es cuento de caminos.
Todavía los recuerdos de la infancia me persiguen a todas partes. A pesar de los problemas, fui feliz porque tenía una familia grande y unida.