Una vez que el visitante arriba a la Isla de la Juventud y visita el Presidio Modelo, hoy Monumento Nacional, recuerda que cuando las puertas del recinto penal se abrieron, el 15 de mayo de 1955, para liberar a Fidel y sus compañeros del Moncada, se abrió también en la historia de Cuba una nueva etapa de lucha, organizada durante muchos meses de injusto encierro.
Al beneficiar la amnistía política también a los moncadistas —un triunfo del esfuerzo desplegado por el pueblo hace 59 años— aquellos jóvenes rebeldes salían con la mente y el corazón más fortalecidos para emprender epopeyas como la del Granma y llevar a cabo la lucha insurreccional en la Sierra y el Llano, que concluyó con el triunfo de enero de 1959.
El pueblo de la entonces Isla de Pinos, no muy numeroso por aquella época, y marcado por los horrores de la cárcel, despertó del letargo y unió sus voces a las de familiares y amigos de quienes, guiados por las ideas del Apóstol, no vacilaron en lanzarse a la lucha por la total independencia de la Patria.
Pero la estancia tras las rejas no fue fácil. Desde que el Presidio se inauguró, el 16 de septiembre de 1931, fue escenario de crímenes y torturas que lo identificaban como un centro de exterminio. No en balde el revolucionario y periodista Pablo de la Torriente Brau habló de «la Isla de los 500 asesinatos».
El Presidio Modelo tenía el propósito, según el dictador Gerardo Machado, de «reeducar» a individuos de alta peligrosidad y a quienes tuvieran ideas «revolucionarias». La realidad que trascendió tras esos muros fue la de las torturas, la del tiro tras el supuesto intento de fuga, la cruel obligación de cavar la propia tumba antes de ser asesinado, los «accidentes casuales» o el lanzamiento a la muerte desde cualquiera de los pisos de las circulares de quienes no soportaban los vejámenes a que eran sometidos.
Los jóvenes revolucionarios también conocieron los rigores de aquel lugar de muerte. Separaron a Fidel del resto y lo mantenían bajo amenazas. No obstante, el líder cubano se las ingenió para escribir sin que sus carceleros lo supieran La historia me absolverá, alegato de su defensa que luego se convirtió en el programa político de la Revolución, para el desarrollo económico y social de Cuba, y que entonces fomentó la rebeldía entre los compatriotas que ya miraban la posibilidad real de ser libres.
Cada vez que alguien visita el antiguo reclusorio para hombres, puede imaginar la entereza de aquellos jóvenes que, a pesar de los rigores carcelarios, se prepararon intensa y organizadamente para continuar el combate, mientras que familiares y amigos libraban la batalla para que la amnistía también los beneficiara a ellos.
Cada vez que el almanaque da paso al quinto mes del año, el pueblo recuerda cómo la presión de la opinión pública obligó al régimen tiránico de Fulgencio Batista a firmar la Ley de Amnistía y a abrir las puertas de la cárcel a los revolucionarios el 15 de mayo de 1955, una fecha que en este Municipio Especial sirve para ratificar compromisos y apostar por el futuro.