Desde el mismísimo día en que el movimiento revolucionario cubano —dirigido por su Comandante en Jefe Fidel Castro— triunfó en Cuba, el Gobierno de Estados Unidos empezó a aplicar una política agresiva contra el mismo.
El Gobierno Revolucionario apenas empezaba a aprobar algunas leyes en beneficio del pueblo y ya la administración norteamericana de entonces creaba condiciones para empezar a aprobar otras en contra de ese pueblo cubano. La hostilidad no empezó a partir de las medidas que comenzó a aplicar la Revolución triunfante, sino desde que escucharon el discurso nacionalista de la misma.
Los distintos gobernantes de Estados Unidos no estaban acostumbrados a oír discursos del tipo que se estaban produciendo en La Habana. Muy al contrario: estaban acostumbrados a escuchar solamente halagos y muestras de pleitesía desde el otro lado del Estrecho de la Florida. Es bien sabido que el hombre fuerte en Cuba no era el que se sentaba en la silla del Palacio Presidencial de Refugio No. 1, sino el que se sentaba en el cuarto piso del edificio de Calzada y Malecón. El de la calle Refugio estaba a expensas de las llamadas que le hacía el de Malecón.
Por mucho que se dijera que Cuba era un país independiente desde el 20 de mayo de 1902, en concreto se sabía que, aunque ya no existiera en letra la infame Enmienda Platt, su espíritu estaba bien vivo en la práctica cotidiana. A los gobernantes cubanos les daban un pequeño largo en la cadena, pero esta estaba bien aguantada en la capital del país del Norte.
Es por eso que, cuando esa cadena se fue de las manos que la agarraban, el que la tenía no pudo controlar su ira. Para ellos era inaceptable que Cuba se soltara de la cadena por la cual estaba controlada y se declarara independiente y soberana. Desde el día del triunfo revolucionario, las decisiones sobre el camino que sigue el pueblo cubano se toman en Cuba y por cubanos. Eso ha sido insoportable para los gobernantes de este país, de ahí la política agresiva que aun después de 55 años sigue manteniendo contra esos hombres libres que un día determinaron dejar de ser esclavos.
Hace unos días, por motivo de la injusta inclusión de Cuba en la lista de los países que apoyan el terrorismo, la vocera del Departamento de Estado en Washington, Marie Harf, fue cuestionada de por qué y hasta cuándo Cuba iba a ser incluida en esa lista. La respuesta de la señora debería llenar de vergüenza a todas las ramas del Gobierno norteamericano, pues dijo: «Como no tengo más detalles, no sé la respuesta». A ninguno de los periodistas presentes les dio por ridiculizar a la llamada vocera, pero sí se oyeron carcajadas en el auditorio donde se llevaba a cabo la reunión.
Es casi increíble que hayan vuelto a incluir a Cuba en esa lista, pero no es de extrañar, ya que ese hecho es coherente con la política de agresión, injerencista y criminal que han mantenido hasta este momento en que escribo este comentario.
Unos días antes de este último zarpazo contra el pueblo cubano, fueron detenidos en Cuba cuatro terroristas procedentes de la ciudad de Miami, que es un nido de los mismos. Es decir, que desde Estados Unidos salen terroristas para hacer terrorismo en el país que acusan de proteger a terroristas. ¿Quién los protege de verdad?
Desde hace meses, Cuba es sede de los diálogos de paz de los colombianos. A finales del año pasado, la Asamblea General de la ONU volvió, aplastantemente, a votar en contra de la política de bloqueo de EE.UU. A principios de este año se llevó a cabo en La Habana la reunión de la Celac, en la que participaron todos los países de América Latina y el Caribe. Hace solo semanas que funcionarios de la Unión Europea sostuvieron una reunión con funcionarios cubanos en busca de normalizar las relaciones entre aquellas naciones y Cuba… ¿Cómo es posible que, a raíz de que hayan ocurrido los hechos antes mencionados, Estados Unidos haya vuelto a colocar a Cuba en una lista de naciones que apoyan el terrorismo?
La vocera del Departamento de Estado dijo que no sabía las razones para que Cuba permaneciera en la misma. Años atrás, Richard Nuccio —quien fuera asesor especial del presidente William Clinton sobre asuntos cubanos— me dijo por qué lo hacían.
Miente la vocera del Departamento de Estado. Ella sabe las razones. Nuccio dijo la verdad: lo hacen porque quieren y porque pueden.
*Periodista cubano radicado en Miami