Para algunos, cualquier momento es bueno para la música. Se saca un bafle, una bocina… y se forma. Hay toda una cultura (o una subcultura) al respecto y muchos se comportan cual si fuesen dueños del aire.
Es un tejido sentimental invisible el que teje la cabeza de familia. En torno a esta matriz simbólica van conformándose las relaciones de poder y benevolencia de ese contexto. Por su guía se rigen varias generaciones de parientes, sin que su influencia sea tan perceptible y evidente. Y pueden transcurrir años sin que cambie esta armonía diaria. Pero, ¿qué pasa cuando este ser todopoderoso ya no está para establecer un orden?
Su historia tiene de las privaciones de una cuna humilde, de la constancia del joven negro, sencillo albañil, quien aprendió en la misma vida que la lucha es el único camino de los pobres para conquistar sus derechos escamoteados; y de la sencillez de quien llegó a la cumbre sin olvidar sus orígenes.
Con vistas a poner en marcha una idea del compañero Fidel, el Doctor José M. Miyar, entonces recién nombrado rector de la Universidad de La Habana, apareció sorpresivamente en la Escuela de Letras y Arte. Nos sentamos a conversar. Su propósito era indagar acerca de las posibilidades de instrumentar, con la participación de estudiantes y profesores de Humanidades, acciones culturales en distintas zonas del país. Entusiasmados, empezamos a generar propuestas.
Otra vez nuestra Isla inspira asombro, admiración, y múltiples interrogantes. Le ha dado la vuelta al mundo la noticia de que ella será el escenario para el encuentro entre los primados de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa Rusa. Que Francisco y Kirill puedan dialogar y que esté prevista la firma de una Declaración Común, provoca preguntas tales: ¿Acaso será Cuba tierra de elegidos? ¿Qué milagrosa suerte parece atravesarle?
«Estamos en remodelación», decía el cartel de la pizzería, de modo que tuve necesidad de «remodelar» mis deseos y consumir un producto sustituto. Me sucedió, tres jornadas después, algo similar con el café, unos días más tarde, con un almuerzo y de nuevo con las pizzas, en otro espacio gastronómico…
Hace muchos años me tocó viajar con una pareja muy agradable y humilde. No recuerdo el nombre de ellos, pero la esposa de mi colega era muy dicharachera. Nos encomendaron trabajar juntos durante un tiempo en Yemen. El viaje fue extenso, pues hicimos escala en Berlín, después en Moscú, pasando por Chipre hasta llegar a nuestro destino. En cada lugar, como es normal, debíamos comunicarnos para poder salir del aeropuerto o alimentarnos durante el tránsito.
Yo solo había tenido de las maestras clásicas, las del moño serio y las jabas enormes, las del carácter fuerte y el tono maternal, las del respeto que casi parece miedo, pero es amor, del que une a los pequeños con quienes los protegen y los llevan del brazo por el mundo. Yo solo había tenido de esas, y hasta un maestro mimoso y fuerte que me mortificó sin parar para que yo nunca olvidara que había escrito una vez «merengue» sin u. Merenge, me decía siempre, como jugando para hacerme recordar. Y claro que los quise, los quiero y los admiro, aunque lleve otra historia de profes singulares.
Considero que Electra, mi mascota, es la perra más inteligente del mundo. Sensible, solidaria y amistosa, se comunica de manera eficaz con su cola y el timbre de sus ladridos. Emplea su patica para llamar la atención. Pero es incapaz de descifrar la razón de los fenómenos naturales. No puede transformar el conocimiento en conciencia de sí y de su condición mortal. Vive inmersa en el día a día. No puede prefigurar el mañana.
Propaganda, economía, corriente de pensamiento, espectáculo… En todo eso y mucho más han convertido a una buena parte del arte contemporáneo. Desde que Marcel Duchamp colocó en un museo un urinario al revés bajo el título La Fuente (1917) y firmado por R. Mutt, mucho ha cambiado la manera de percibir y valorar el arte.