Será como usted ordene, Comandante. Será como usted pida, como usted quiera. Y aunque me consta que lo sabe por ir delante, abriendo senderos y caminos difíciles, desbrozando las malezas de esta selva terráquea globalizada por el egoísmo, a todos nos alegra confirmarle que la nueva guerrilla anda bien, va con usted.
Hay hombres dispuestos al empuje dondequiera, desde lo Bravo de un río que es colindancia con el Norte y a la vez separación definitiva, hasta la Patagonia, delgada zona del mapa sobre la que descansa América, esa América nuestra y auténtica, esa América que despierta con una voluntad contemporánea que consuma el sueño de los libertadores.
Sepa que Venezuela, la cuna de Bolívar y de un Chávez amante y constructor del progreso en los inicios de este siglo XXI, generoso hacedor de un proyecto inmensamente grande, ha decidido seguir su expedición indetenible por la izquierda. Y con ella se emociona el continente, se oxigena la sangre de futuro que ya viene fluyendo por tantas venas históricamente abiertas y heridas.
¿Cómo escribir estas líneas con el ritmo trepidante del combate, la exaltación que nos deja la lucha y el triunfo que otra vez amanece? ¿Cómo asentar el nuevo campamento en la plenitud de unas letras que nacen agitadas, por la pujanza liberadora que nos rodea y se respira?
¿Cómo hablarle al Guerrillero, cómo hacerle un alto en su marcha audaz hacia el sur, rumbo al mundo de los atrevidos, los emprendedores, los enérgicos y soñadores terrenales de ahora y mañana? ¿Cómo gratificarle su más reciente profecía? ¿Cómo pedirle, sin que haya tregua ni descanso en la campaña, una visión conjugada y activa en presente?
¿Cómo encomiar al adelantado que nos instruyó en la épica del tiempo futuro, en la batalla de la resistencia y el heroísmo colectivo, en la forja de las revoluciones que empiezan para siempre y son motor de otras muchas, en el rechazo al pensamiento fácil y acomodaticio que empobrece y avergüenza el bienestar de las civilizaciones humanas?
¿Cómo pasar por octubre sin regresar 45 años atrás, cuando la desesperación de unos espantadizos aspiraba a engendrar muchas muertes con una muerte que aún no ha sido verdad? ¿A qué obligaban a creer entonces, qué buscaban, si solo lograron el desfallecimiento de lo físico, la flaqueza del cuerpo ante la grandeza que sobrevendría con la anchura eterna del alma y el espíritu?
No hay perspectiva mejor que la fe de esta era compleja inspirándonos a descubrir al Che vivo, capaz de la proeza, la polémica y la dialéctica en nuestra encrespada cotidianidad. Necesitamos hacernos del Che rebelde, ese Che que jamás aceptó el fracaso de antemano ni se encubrió en la a veces escasa honradez de las frases altisonantes, ese afanoso combatiente de la Sierra, el Escambray y la quebrada boliviana que nunca le temió a la fatiga de continuar en la ofensiva, ese espartano ejemplo de la conducta y la palabra justa y comprometida, ese creador que aborreció lo mediocre, lo torpe y malsano, la vagancia, la burocracia y la falsa espontaneidad.
Una hora triunfal acaba de anunciarse, o mejor, otra más. Y con usted, Guevara, en la primera fila de todos los combates, en la primera línea de todas las batallas, da lo mismo con crónica o sin ella, ya se aprestan a salir otras clarinadas.