Mientras un niño deja de ser niño antes de tiempo, brincando su edad pistola en mano —chamuscada la candidez por haber crecido en la selva del día a día—, en otro lugar del mundo Carlos juega a ser hombre; pero su ardid está rociado siempre de inocencia y de conquistas por la novia imaginaria.
Mientras un chico hambriento, en esqueleto puro, rodeados sus ojos de insectos, apenas tiene fuerzas para abrir la boca y enseñar encías sin blancuras... en otro lugar del mundo Daniellis, retozando a su antojo, exige a su padre que se exprima los bolsillos y le compre un helado o una chupeta casera, no importa cuán modesta.
Mientras un inocente, deshilachada la sonrisa, acude con un paño a pulir el cristal de Mister o Don Tiene… en otro pedazo del planeta Daniel, hijo de cualquier hombre con casco, sueña ser Omar Linares, Chucho Valdés o Tamayo Méndez, y se cree sus juegos... y hasta los hace realidades en el reloj de la verdad.
Mientras un pequeño, con el rostro contraído, carga un trozo de madera o un peñasco que le servirá de pupitre en su aula oscura, en otro punto del planeta Amauris se regodea en una computadora escribiendo «Sol», «zapato», «hospital», «caimán», «violín»…
Mientras una pobre criatura, gastado el cuerpo de tanto y tanto viaje horrendo, es convertida en trofeo frío y pálido, o en mercancía de última hora... en otro sitio de la Tierra Yeni pasma con su canto inflado a plaza llena, recibe un beso en la mejilla del mismísimo Presidente del país y se ríe del suceso como si no pasara nada.
Mientras un pequeñuelo conoce al dedillo pregones, pandillas e inyecciones anestésicas, en otro paraje del universo Mónica compite con su prima a saberse capitales de naciones o a nombrar los símbolos del país donde nació entre sábanas y básculas.
Mientras un inocente se quiebra la salud por la lágrima invisible que corroe el espíritu, en otro punto del Globo Amanda emula con Yoandri a ver cuál de los dos es más alto y robusto, o cuál camina con menos granitos en la cara.
Mientras un niño desanda, vulnerable, la vida ante las fiebres de la desilusión y las contrariedades... en otro lugar del mundo Alejandro, enseñando la marca de la vacuna en su brazo, se sabe inmune al abandono y la desesperanza.
Mientras un niño sin nombre no habla de fiestas o colorines en el primer día de junio —porque su infancia es espina y quemadura— en otro lugar del mundo —Cuba —, lleno de imperfecciones pero también de luciérnagas y verdes, unos duendes intranquilos trotan de travesura en travesura, poniendo las palmas, las lomas, las aceras y hasta el universo entero a sus pies porque se saben reyes.