El fuerte evento El Niño/Oscilación del Sur ha estado afectando al país de forma ruda durante todo el verano, el otoño y lo que va de invierno, con pérdidas nada despreciables en la agricultura... y en nuestros bolsillos, que salen «atormentados» de los mercados agropecuarios
Como fue oportunamente pronosticado por la comunidad meteorológica nacional e internacional, el fenómeno climático El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) alcanzó la categoría de muy fuerte durante el período noviembre-enero, rango solo reportado para los eventos 1982-83 y 1997-98 en los últimos 50 años.
En el período enero-abril, el evento suele generar en Cuba un clima «muy lluvioso» y en ocasiones «más tormentoso», aseveración científica de la que hemos sido testigos durante el mes que concluye, con las constantes lluvias y otros sucesos.
El presente ENOS comenzó a desarrollarse en el trimestre febrero-abril de 2015, cuando se reportó un aumento promedio de la temperatura oceánica de 0,5 grados Celsius en la región El Niño-3.4 del océano Pacífico ecuatorial.
De entonces acá, la anomalía continuó incrementándose, y si bien el promedio del trimestre octubre-diciembre cerró con una subida de 2,3 grados sobre la temperatura normal del océano Pacífico en esa región, la situación se agudizó en las últimas cuatro semanas, cuando las temperaturas superficiales del mar (TSM) ecuatorial y tropical estaban muy por encima de la media a través de la mayor parte del Pacífico y el océano Índico.
El ENOS es un evento natural que siempre ha existido, sin embargo, su aparición y consecuencias cada día parecen más drásticas, debido al cambio climático, cuya causa es esencialmente humana: el abrumador uso de combustibles fósiles y la emisión de otros gases de efecto invernadero a la atmósfera.
La muestra más visible y «mediática» del ENOS la tuvimos por estos días, con la ocurrencia en solo una semana de dos inundaciones costeras en zonas bajas de la costa norte del archipiélago, en especial en el Malecón habanero.
No obstante, el «malévolo» Niño ha estado actuando y afectando al país de forma ruda durante todo el verano, el otoño y lo que va de invierno, con graves pérdidas en la agricultura y también en nuestros bolsillos, primero con la sequía, ahora con las lluvias a destiempo, que lo único que hacen es echar a perder no pocos cultivares de viandas, hortalizas y granos, y entorpecer la zafra azucarera, donde las cañas, además de no haber crecido lo suficiente por la falta de lluvias en la primavera y el verano, ahora están más que aguadas.
Independientemente de la polémica generada por los draconianos precios de los productos agropecuarios, en el que todos los opinantes han aportado una parte de la razón, este redactor considera que el desabastecimiento y el desboque desmesurado de la especulación y las cotizaciones tienen su primera explicación —o al menos el punto de ignición—, en los daños que ha estado provocando al sector agropecuario el ENOS.
Todavía las pérdidas no se han cuantificado totalmente; el fenómeno permanece y continuará, tal vez hasta el comienzo del verano. Las afectaciones, empero, podrían sumar centenares de millones de pesos en ambas monedas.
En opinión de este reportero, entre otros ejemplos, durante este año se producirá una disminución en la captación de divisas por la caída que irremediablemente —considero yo— habrá en la zafra azucarera, por la sequía primero y por el exceso de lluvias ahora.
En CUP, en tanto, ya se calculan millonarias mermas debido a las casi 90 000 toneladas de arroz consumo que se dejaron de obtener en 2015 por la escasez de agua para las plantaciones de primavera y frío, a lo cual se sumaron las pérdidas de cosechas de hortalizas y granos en los últimos meses del pasado año por la abundancia de precipitaciones en momentos en que no eran prudentes, un proceso negativo que hoy continúa.
El ingeniero Eduardo Pérez Valdés acumula más de 40 años de trabajo en el área de la Agrometeorología cubana. En las últimas dos décadas fungió como Jefe del Servicio de Información Agrometeorológica del Insmet y director de la publicación seriada Boletín Agrometeorológico Nacional.
El ingeniero Eduardo Pérez Valdés acumula más de 40 años de trabajo en el área de la Agrometeorología cubana. En las últimas dos décadas fungió como Jefe del Servicio de Información Agrometeorológica del Insmet y director de la publicación seriada Boletín Agrometeorológico Nacional. Foto: Roberto Ruíz
Su experticia en la interrelación clima-cultivo puede ayudarnos a comprender mejor el impacto del fenómeno ENOS en la producción de alimentos en las condiciones del país.
—¿Qué efectos provoca en el sector agropecuario un evento El Niño/Oscilación del Sur?
—Cuando las condiciones ENOS se establecen en primavera o verano, provocan una disminución de las lluvias, lo cual puede desarrollar eventos de sequía, lo que afecta el crecimiento de la caña, de los pastos y de las viandas de verano, y a las siembras de la campaña de frío, que comienza en septiembre.
«El mayor riesgo —sobre todo cuando es un evento fuerte, como el actual— está en la campaña agrícola de frío. Entre enero y abril es cuando El Niño se comporta, digamos, de manera más «caprichosa», aumenta, por ejemplo, el acumulado de las precipitaciones, lo que puede afectar dos zafras, la azucarera y la tabacalera, y también puede impactar negativamente sobre las hortalizas y algunas viandas, como la papa. Un ENOS, como el presente, puede ser muy negativo en esta etapa, que es la de mayores cosechas, diversidad y rendimientos agrícolas.
«No obstante, no todo es “malo”. Disminuyen, por ejemplo, los incendios forestales, sobre todo en las regiones occidental y central; crecen los pastos, por lo que beneficia la producción lechera y el engorde del ganado, y también favorece cultivos como el boniato, el plátano y la yuca, aunque este en menor medida».
La lámina muestra la marcha de los rendimientos del tomate en la antigua provincia de La Habana (Artemisa y Mayabeque) entre los años 1967-1992. Se observa que en los años de eventos El Niño/Oscilación del Sur, sean débiles, moderados o fuertes, los rendimientos del cultivo caen de forma drástica. Gráfica: Ingeniero Eduardo Pérez Valdés.
La gráfica versa sobre los rendimientos agrícolas del tabaco negro de sol en el sector campesino de la provincia de Pinar del Río entre los años 1967-1994. Se verifica que en los años ENOS caen los rendimientos del cultivo. Gráfica: Ingeniero Eduardo Pérez Valdés.
—¿Cómo perjudica el evento a cultivos como la caña y el tomate?
—Un ENOS como el actual afecta a la caña de azúcar de dos maneras: la sequía agrícola durante el período de crecimiento de la gramínea —que se extiende de mayo a octubre—, provoca bajos rendimientos agrícolas; mientras que la lluvia, durante la madurez y la zafra (de noviembre a abril), conduce a bajos rendimientos en azúcar. Y en el tomate, que es un cultivo de frío por excelencia, las lluvias intensas le provocan la caída de flores y la humectación del polen, y las altas temperaturas nocturnas atentan contra la floración; las flores resultan pequeñas y se producen abortos. También afecta a la papa, los frijoles, el café, el tabaco y varias hortalizas.
—Una pregunta retórica: ¿Cuál ha sido el papel del Instituto de Meteorología, y en especial el de la Agrometeorología, en el aviso temprano sobre la aparición de estos eventos?
—Como ocurrió en todo el planeta, el ENOS fuerte de 1982-83 un poco que nos sorprendió a todos, pero ya para el de 1997-98 estábamos más preparados y se avisó con tiempo. Sobre el actual, el Centro del Clima del Instituto de Meteorología (Insmet) y los del mundo han estado avisando desde 2014, cuando empezaron a detectarse anomalías positivas en las temperaturas superficiales del mar en el océano Pacífico.
«La Agrometeorología no se ocupa de monitorear al ENOS de forma pura, eso corresponde a los compañeros del Centro del Clima. Nosotros trabajamos sobre el impacto de las condiciones climáticas en la agricultura, en los rendimientos agrícolas.
«El Niño favorece la aparición, más que de plagas, de enfermedades como las fungosas (hongos), que tienen un gran peso en la pérdida de rendimientos, y acaban de pudrir lo que el agua empezó a echar a perder al anegar los cultivares.
«Los agricultores saben lo que estoy diciendo; pero la gente de ciudad también puede comprenderlo, sobre todo quienes viven en la región occidental y central: ¿no han sentido que en estos días de lluvia los escaparates y clósets, huelen a humedad y han aparecido manchas en la ropa? Son los hongos».
—¿Cuál es el nivel de sinergia entre el área de Agrometeorología del Insmet y el Ministerio de la Agricultura ante los eventos ENOS?
—El Niño produce un impacto negativo muy pronunciado sobre la sanidad vegetal, y la interacción con los compañeros del Minagri a cargo de esta materia, por ejemplo, es muy positiva.
«Como parte de la preparación para enfrentar el actual ENOS, elaboramos un alerta agrometeorológica para la Comisión Nacional de Manejo Integrado de Plagas, la cual se grabó en video y se distribuyó no solo al nivel más alto de ese ministerio, sino en las organizaciones productivas, a través del proyecto Bases ambientales para la sostenibilidad alimetaria local (Basal), en este caso sobre el tema fitosanitario y los rendimientos agrícolas. Sanidad Vegetal fue muy receptiva a la información meteorológica y la amplificó a todo el sistema agropecuario».
—La percepción de riesgo, la amenaza de peligro, siempre es una aliada para enfrentar y mitigar los efectos de eventos de cualquier índole. ¿Hay percepción de riesgo entre los campesinos y demás agricultores cubanos sobre el evento El Niño/Oscilación del Sur?
—Ni entre los campesinos ni entre el público general. El ENOS no es un ciclón, ni una vaguada, ni un frente frío; tampoco es un episodio temporal relativamente breve o un fenómeno visible a través de una imagen satelital. Él no se estaciona, sino que nos golpea durante meses. Tampoco ocurre en el océano Atlántico o en el mar Caribe, sino en el Pacífico. Ni afecta un área más o menos restringida, sino que tiene un efecto global. Es, entonces, un proceso difícil de entender por el público y hasta de explicar por los meteorólogos de forma simple.
«Por otro lado, los ENOS fuertes o muy fuertes, como el que está aconteciendo —y que son los que dejan las marcas más profundas en la psicología de las personas, en especial en los productores agropecuarios—, no se suceden en intervalos cortos. En los últimos 50 años, los más severos ocurrieron en el período 1982-83 y 1997-98, entre estos hubo una diferencia de 14 años; y entre el de 1997-98 y el actual (2015-16), 17 años.
«Es una distancia temporal grande. Entre los campesinos se pierde la tradición, la percepción de riesgo, el alerta, el actuar para enfrentar y mitigar los daños. Esta situación es más aguda hoy, porque al mismo tiempo que la población rural está envejeciendo mucho, en los últimos años se han estado incorporado al trabajo agrícola nuevos actores económicos, como los usufructuarios de tierra.
«Es por todas estas condiciones que se hace difícil generar y mantener una percepción de riesgo, tanto entre los trabajadores agropecuarios como entre la población general».
—¿Qué hacer para acendrar esta conciencia de peligro?
—Lo que te comenté versa sobre los eventos fuertes, que no son muy frecuentes, pero los ENOS suceden con bastante sistematicidad. El clima mundial, en realidad, está marcado por los ciclos de este fenómeno, que comprenden, sin que necesariamente este sea el orden de aparición, a El Niño/Oscilación del Sur (ENOS), a la fase neutra, y a La Niña (AENOS).
«Para acentuar la percepción de riesgo sobre el fenómeno El Niño, habría que incrementar la divulgación y el conocimiento general no solo ante un evento fuerte, sino cuando son débiles o moderados, que también tienen un impacto sobre la producción agropecuaria: siempre producen un descenso en el rendimiento.
«Los ENOS débiles o moderados no se comentan mucho, no se habla mucho de ellos en la prensa; al mismo tiempo, nosotros tenemos que seguir investigando los efectos de estos, no solo de los gigantes. No podemos esperar por un Niño fuerte para trabajar en la percepción de riesgo».
Según diferentes modelos de pronósticos, El Niño/Oscilación del Sur pudiera transitar, debilitándose, hacia la fase neutral en el trimestre mayo-julio.
Un evento tan fuerte como el actual se produjo hace 17 años. Fue un ENOS que se extendió de abril de 1997 a abril de 1998. Entonces, después de un octubre de 1997 seco, noviembre, diciembre y enero fueron lluviosos en Occidente y Centro. En diciembre se reportaron vientos fuertes y temperaturas altas.
Antes de 1997-98, el otro ENOS fuerte aconteció en 1982-83. Un ejemplo de las afectaciones por él estuvo en Pinar del Río, donde ocurrieron lluvias intensas durante los meses de enero, febrero y marzo, con totales superiores a 500 milímetros, lo que tuvo un fuerte impacto en el tabaco.
Según señala el profesor Eduardo Pérez Valdés, el fenómeno de 1997-98 también provocó cuantiosos daños al sector agropecuario. La sequía agrícola de 1998 sumó pérdidas por 270 millones de pesos. Se afectaron 166 000 toneladas de cultivos varios, 8 000 hectáreas de caña de primavera y cinco millones de litros de leche. Hubo que evacuar 25 000 cabezas de ganado, y se reportó la muerte de 13 000 animales.
Ante los pronósticos de la permanencia de El Niño en los próximos meses, Pérez Valdés prevé que la situación actual no transite muy rápido hacia una situación normal en la agricultura. Señala que luego del comportamiento cálido y de sequía agrícola que caracterizó la campaña de primavera y verano en 2015; y la presente etapa seca (de noviembre a abril), que está siendo húmeda, muy lluviosa, con pronósticos de enfermedades en las plantaciones, pudiera esperarse que la campaña de primavera-verano de 2016 comience cálida y con sequía agrícola, lo cual no es buen pronóstico.
La región de El Niño-3.4 del Océano Pacífico ecuatorial está ubicada en la latitud: cinco grados Norte-cinco grados Sur, y la longitud 120 grados Oeste-170 grados Oeste (5oN-5oS, 120oW-170oW). Imágenes tomadas de Weekly ENSO Evolution, Status, and Prediction Presentation (PDF), en Climate Prediction Center, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOOA) de los Estados Unidos (en www.cpc.ncep.noaa.gov).
Como el resto de los expertos mundiales en el tema, los meteorólogos cubanos, liderados en este aspecto por el Centro del Clima de nuestro Instituto de Meteorología (Insmet), informan sobre la existencia de condiciones ENOS (El Niño/Oscilación del Sur), cuando se observa:
1) una anomalía positiva (algo así como un calentamiento anormal o por encima de lo normal para esas aguas) en la temperatura de la superficie del mar de 0,5 grados Celsius o más en un período de un mes en la región de El Niño-3.4 del Océano Pacífico ecuatorial (5oN-5oS, 120oW-170oW), y existe además la probabilidad de que se alcance el umbral del Índice Oceánico de tres meses de El Niño; y
2) se observa una respuesta atmosférica asociada típicamente con El Niño sobre el océano Pacífico ecuatorial; es decir, la llamada Oscilación del Sur: una oscilación en la presión atmosférica entre el sudeste y el sudoeste de las aguas del Pacífico, de modo que la presión atmosférica sube en el oeste de ese océano y cae en el este. Esta caída de presión viene acompañada por un debilitamiento de los vientos del este.