Crecer espiritual y profesionalmente dentro del sistema sociopolítico cubano. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:43 pm
Raidel González Acosta se mueve entre cientos de vacas en gestación. En Samblá, en plena llanura de Camagüey, el sol no ha terminado de evaporar el rocío que baña los pastos, y el olor a tierra fresca y mojada inunda el lugar junto con el mugido de los animales. «Esto es lo mío, lo que siempre me ha gustado», afirma este joven de 31 años, padre de dos niños, Maikel y Romny, mientras revisa las novillas y las reses en gestación.
Natural de la zona, hijo de familia campesina, Raidel es celador del centro de novillas de la CPA Jesús Suárez Gayol. Es un trabajo duro, como el de todo vaquero: llueva con relámpagos o no, en medio de la sequía o del fango, en días de fiesta o descanso, siempre hay que levantarse por las madrugadas y atender a los animales. Es una labor muy fuerte, y aun así él insiste.
«Nací aquí y de aquí no me voy —reitera al preguntársele si ha pensado alguna vez irse para siempre de Samblá o de Cuba—. Me siento tan seguro y tranquilo que, incluso cuando llegue mi vejez, no renuncio ni por un segundo a mi Patria. Mis hijos, Maikel y Romny, tienen escuela, y mira que son aún unos vejigos... Aquí hay hospitales, medicinas, estudios y hogar seguro, y tierras para cultivar».
No obstante, el joven reconoce que no todo es una panacea. Hay muchas dificultades en el campo, familias y jóvenes que se quieren ir de allí. También el trabajo cotidiano se dificulta. Comenta que en sus labores, él y sus compañeros pudieran lograr más, pero el burocratismo no los deja.
«En todo a la redonda hay mucho compromiso —aclara—; sin embargo, también algunas cosas que se deben cambiar. Hay jóvenes desmotivados. Como yo, ellos no se explican la cantidad de trámites burocráticos que entorpecen el desarrollo de las CPA. Hay transformaciones muy oportunas; pero nadie sabe, por ejemplo, por qué siguen los intermediarios para todas nuestras funciones administrativas, si ellos obstaculizan el desarrollo. A ver, ¿alguien pudiera explicar por qué eso tiene que ser así? Díganme, ¿cuál es la razón?».
A ella le debo quien soy
No es el único con esa pregunta. A unos 450 kilómetros de donde vive Raidel, lejos del campo y de la idea del trabajo con las reses, el joven trovador matancero Reynaldo Montalvo Vasallo, de 24 años, se sumerge con su pelo largo y guitarra en mano en el bullicio de la ciudad de Matanzas. Rey —como se le conoce— es sociólogo de formación y practica el pluriempleo en la Empresa de la Música Rafael Somavilla.
Cuando se le pregunta si como joven cree posible desarrollarse dentro de la Revolución Cubana, el trovador responde: «A ella le debo lo que soy: mi formación de sociólogo en la Universidad de La Habana, mi condición de trovador, mi guitarra y las canciones que escribo e interpreto». No obstante, acota: «Gracias a ella soy quien quiero ser, pero a determinados funcionarios les debo una amonestación bien grave por obligarme a pasar días de trámites o desgastarme semanas completas en busca de un cuño que me autorice a participar en un evento. Eso es una de las amenazas más grandes: las actitudes que hacen frustrar a los jóvenes».
El listado de anécdotas pudiera continuar y algunas historias repetirse. En busca de la percepción que hoy tiene la juventud sobre el proyecto político cubano, JR entrevistó a un grupo de jóvenes de todo el país, pertenecientes a los sectores más disímiles, para indagar cómo veían su desarrollo personal y profesional en la Cuba actual.
Las entrevistas aportaron los matices más variados en medio de un consenso general. Los encuestados dijeron que ellos sienten que pueden crecer espiritual y profesionalmente dentro del sistema sociopolítico cubano. Sin embargo, también reconocieron que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante situaciones que pueden impedir un desarrollo espiritual pleno.
Durante las conversaciones, los primeros criterios casi siempre fueron los mismos: los muchachos reconocieron la posibilidad real de acceder a una formación completa, un sistema de salud y de seguridad social sin distinciones de razas y estatus social, pese a todas las dificultades que pueda tener el país por las carencias económicas; también se mencionó un nivel de seguridad ciudadana que aleja a su población de flagelos como el tráfico de estupefacientes y la violencia del crimen organizado.
Geovanys Valle Rojas, estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Psicología pedagógica en la Universidad de Ciencias pedagógicas Capitán Silverio Blanco Núñez, de Sancti Spíritus, reconoce que sin el proyecto de la Revolución él no pudiera haber estudiado, por su origen humilde y campesino. Es oriundo de Guasimal, un poblado a 20 kilómetros de la capital espirituana, cuyas calles y casas dan la impresión de haber llegado a un asentamiento del viejo Oeste.
«Una de las grandes ventajas —refiere— es el acceso a la educación, que es nuestro principal derecho gratuito. Yo, por ejemplo, vivo en una comunidad rural. En otro contexto sería casi imposible que hubiese alcanzado los conocimientos que hoy transmito a mis estudiantes en mi calidad de alumno ayudante».
En el reparto Vista Alegre, en la ciudad de Ciego de Ávila, Manuel Alfonso y su esposa Mayulis de la Caridad Yero se levantan todos los días a las 4:00 a.m. para tener abierto bien temprano su punto de venta de alimentos ligeros. Como trabajadores por cuenta propia, ellos reconocen que esa labor no es fácil y hay que estar dispuesto a esforzarse.
«Aquí trabaja duro la familia completa —dice Manuel—. Pasamos las dificultades que la mayoría de los cubanos tiene que atravesar. Nuestros dos hijos nacieron en el período especial, pero gracias a la Revolución y a sus familiares ellos son hoy personas decentes. Nos han salido muy buenos. El varón, Alejandro Lázaro Alfonso Yero, estudia en la universidad y es subcampeón de la Olimpiada Internacional de Física, celebrada en España. La hembra, Maryulis, es miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Ha filmado sus cortos y trabaja en el Icaic. Estamos muy orgullosos de ellos, y lo que son lo han obtenido por su esfuerzo».
Otro ejemplo de las oportunidades en la sociedad cubana, aun en medio de la difícil situación económica, es el caso de Yessiel Aguiar Pardo, de 26 años y abogada de bufete colectivo. Desde niña su sueño era ser jurista. Su mamá siempre se desempeñó como secretaria judicial del Tribunal Municipal de Artemisa y ese mundo le apasionaba. Sin embargo, tenía una dificultad: Yessiel es ciega. Con todo, en 2005 le prometió al Comandante en Jefe Fidel Castro que no se apartaría de su empeño. Su deseo es hoy realidad.
«No dejo de reconocer lo cierto en la alerta de Fidel de que la Revolución puede ser vulnerable —expresa—. La corrupción y el burocratismo son de los males que empañan nuestro proceso, pero tampoco se pueden negar sus virtudes. En mi caso, la principal oportunidad fue nacer en Cuba y formarme hasta estudiar Derecho y ejercerlo en igualdad de condiciones que mis compañeros, además de formar mi familia y pensar en un futuro para mis hijos. Mi caso es una prueba irrebatible de lo que se puede lograr en la Revolución».
Las fotos del pre
Si en Cuba hay tantas oportunidades, ¿por qué existen jóvenes que optan por salir del país o manifiestan ese deseo junto a expresiones de apatía? Las respuestas a esa pregunta abarcaron los temas más diversos. Desde propaganda y distorsiones informativas, hasta el deterioro del concepto de familia, sin obviar las tensiones económicas que impactan sobre la juventud.
Elizabeth Serrano Veliz, joven escritora camagüeyana, refiere que tiene 27 años de edad y afirma: «No soy la única que espera mejorar económicamente para tener mi familia dentro de mi patria. Es innegable que en 1959 la Revolución nos dio equidad profesional, laboral y social; pero actualmente, y a pesar de mantenerse estas conquistas, de las que estoy muy orgullosa y las que defenderé siempre, la meta de vida de numerosas muchachas pasa por el problema económico».
Esa combinación de conflictos con oportunidades crea una situación muy peculiar en el caso cubano. Y eso es lo que advierte de manera muy especial Ángel Ernesto Pérez Velázquez, estudiante de 22 años de la Licenciatura de Historia del Arte en la Universidad de Oriente.
«En Cuba —señala— se origina un ciudadano con una formación que en ocasiones no se corresponde con la situación económica y tecnológica real del país. A veces las buenas intenciones no bastan. Porque un joven bien preparado se encuentra ante una coyuntura que no siempre le permite vivir en una sociedad con el bienestar material que quisiera. Y eso, pese a las oportunidades, hace que algunos jóvenes busquen otros modos de vida aparentemente más atractivos y cercanos a su edad».
Por su parte, Yuván Contino Esquijerosa, de 32 años de edad, doctor en Medicina Veterinaria y Zootecnia e investigador-profesor de la Estación Experimental Indio Hatuey, del municipio matancero de Perico, se muestra renuente a aceptar afirmaciones que clasifican a toda la juventud cubana como «perdida», desconectada de la Revolución y con deseos de emigrar.
Como muestra, relaciona la participación de los jóvenes en la recuperación después del paso de los ciclones, su presencia en los planes alimentarios y en la cobertura del déficit de maestros. No obstante, señala, se hace necesario pensar más sobre lo que entorpece la vida del joven cubano, pese a las oportunidades creadas. Entonces señala, entre otras, la necesidad de que cuenten con un salario que permita satisfacer sus necesidades personales y espirituales, y que esté acorde con su contribución a la sociedad desde su puesto laboral, tal como se proyecta en la actualización aprobada en el VI Congreso del Partido.
Roger Rodríguez, pintor camagüeyano de 34 años, quien entre sus reconocimientos posee el premio nacional en Pintura de Artistas Aficionados, considera que el joven cubano que emigra es muy diferente a los que lo hacen desde otras partes del mundo. «Las medidas implementadas en materia migratoria lo han demostrado, porque no todo el que sale se queda, ni todo el que se va renuncia a su patria ni a su sistema, al que defiende incluso desde afuera».
El tema económico y su vínculo con la migración emergió en varios de los entrevistados. El joven periodista tunero István Ojeda, autor del blog Cuba Izquierda, comentó que cuando mira la foto de su grupo del preuniversitario descubre que varios de sus compañeros hoy no están en Cuba. Hace poco se reencontró con uno en Facebook, y le dijo que se casó con una hondureña y vive en ese país. Pero a István le preocupa tanto o más la migración interna, porque siguen siendo los más jóvenes quienes salen del campo o de otros espacios del país, debido a las diferencias de desarrollo.
Un joven campesino señaló la diferencia de la calidad de vida entre el campo y la ciudad como una situación que estimula el éxodo del terruño hacia las urbes.
«En mi casa tengo lo necesario: televisor, radio, electricidad, equipos de cocción eléctricos; pero hay otras zonas donde faltan muchas de estas cosas —acotó—. Si algo entristece y desalienta al campesinado es no contar con tecnología para investigar y cosechar más; sin agua no hay producción y eso requiere de técnica. No debería ocurrir tampoco que en unos lugares los círculos sociales del campo funcionen como debe y en otros hayan desaparecido».
Oiga, soy joven: respéteme
Otra inquietud que emergió en el sondeo es que a veces se impacta la realización espiritual allí donde al joven se le impide sentirse tal y como es —con sus gustos, sus modas y opiniones— y no como los mayores le dicen que debe comportarse.
En ocasiones, la ausencia de un lenguaje que se conecte con los jóvenes se aprecia en diversas convocatorias, o en los argumentos sobre la necesidad de defender la Revolución. Laura Santana Morera y Yinet del Soler son estudiantes de cuarto año de Derecho en la Universidad de La Habana, y coinciden en que muchas veces para acercarse a la juventud se utilizan argumentos repetidos, al punto de convertirse en frases huecas.
«Las convocatorias deben parecerse a nuestro tiempo y no se pueden seguir usando frases cliché —señalan—. La repetición, y del mismo modo, hace que se le pierda un poco el valor a lo que ya consideramos un derecho, y eso es un peligro, porque una manera de mantener joven a la Revolución es valorar lo heredado y luchar por mantenerlo».
Otros, como los estudiantes de Derecho Abel Arango, Alejandro González y Diane Amaro, se refirieron a cómo muchas veces en las convocatorias se transita el camino más fácil: el de tomar la asistencia y no ser creativos. También expresaron la necesidad de defender los valores nacionales, cuando hoy muchas personas usan en sus ropas símbolos extranjeros.
El trovador matancero Rey Montalvo, junto con otros testimoniantes, asegura que muchas veces los jóvenes deben sufrir la incomprensión y el conservadurismo en ciertos sectores y centros laborales, donde las ideas nuevas no siempre son bienvenidas por personas que llevan muchos años en cargos de dirección.
«Ser joven no es sinónimo de integridad —afirma Rey—, ninguno debe obtener responsabilidades solo por serlo; pero si demuestra capacidad y voluntad, hay que respetarlo como a un adulto más. A veces la burocracia nos aplasta y las novedades generan conflictos fuertes; te cierran y eso termina por generar apatía dentro de la juventud».
Luis Daniel Batista es un joven roquero, baterista y director del grupo Tragedy. Para muchos él era «El Pelú», el extraño, el marginal y no el especialista en Informática de la secretaría general de la Universidad de Oriente. Los gritos «llegaron al cielo» cuando ingresó al Partido. Ahora lo presentan como el «comecandela». Luis Daniel reconoce que a veces no le quedaba más remedio que echarse a reír y continuar adelante.
«Que me digan “comecandela”, y que me vean siempre como una persona honrada y con un principio justo para defender. A veces somos rápidos en censurar al joven que piensa diferente, aunque lentos en ayudar y guiar. Es ahí donde el enemigo aprovecha y se acerca a esos jóvenes a los que no escuchamos a tiempo y dejamos vulnerables. Ese es un lujo que no nos podemos dar. Todo el mundo puede aportar dentro de la Revolución con lo mejor que sabe hacer, pero eso tiene que lograrse con respeto al otro y especialmente a los jóvenes».
Como cuentapropista, Manuel Alfonso opina que las ilegalidades, la falta de solidaridad y las indisciplinas son males que se deben eliminar, tanto como la incomprensión hacia los jóvenes. Cuenta que no pocos quebraderos de cabeza provoca ver llegar a varias personas con total falta de cortesía por las mañanas bien temprano, antes de que salga el sol, y pedir con total desparpajo un vaso de café.
«Yo los paro con un buenos días y se aguantan —cuenta—. Pero la falta de cortesía es un problema serio».
En la unidad empresarial de base (UEB) extractiva de la Empresa Forestal Integral de La Palma, su director, Darién Sánchez Sosa, imparte las primeras orientaciones de la jornada. «Llevo solo cuatro años de graduado y ya mira el puesto en el que estoy», refiere orgulloso.
En medio de los ajetreos, el joven directivo responde a las interrogantes de JR. Expresa su convencimiento de que la juventud actual cumple cuando se le convoca, y no deja de reconocer que ella ha vivido momentos difíciles.
Una Cuba mejor
«Para el ingeniero Liván Milián Ferrer, quien con 32 años es jefe del Grupo Técnico del central Ciro Redondo, en Ciego de Ávila hay que terminar con la doble moral; esta solita le hace mucho daño a la Revolución. Existen personas que se dicen muy revolucionarios y realmente no lo son. En el fondo se comportan de una manera hipócrita, y eso no es ser revolucionario. Hay que acabar de convertir el trabajo en el centro de estímulo de una persona decente. Que ganen por lo que trabajaron y sientan que sus vidas mejoran gracias a su esfuerzo».
Al momento de valorar el conjunto de respuestas, resulta llamativo cómo los entrevistados asociaron el sentido de la Revolución con una serie de valores éticos, que preserva el concepto de todas las situaciones y conductas que limitan la vida del país en diversos sentidos. La burocracia, la ineficiencia económica, la doble moral, las imposiciones, entre otros males, serían ajenos al acto revolucionario, el cual sí lo encontraron identificado con gestos como solidaridad, humanismo, honestidad, valentía y patriotismo.
«La Revolución debe sentirse apoyada por sus jóvenes», asegura Carlos Manuel Rodríguez García, licenciado en Historia del Arte y especialista del Departamento de Edición de la Biblioteca Central de la Universidad de Oriente. «Hay que darles capacidad de decisión a los jóvenes para revolucionar esos espacios; muchas veces hay quienes no le dan cabida a la juventud en espacios de la cultura, por ejemplo, por temor a que puedan tergiversar el rumbo, porque se piensa que lo que está hecho está bien y no hay por qué cambiarlo; pero ese siempre ha sido el punto de partida para lograr estadios superiores».
Para los encuestados, cualquier cambio que se realice en el país en aras de preservar la Revolución —incluida una economía que le otorgue bienestar material—, debe realizarse sobre la base de los principios éticos que el proyecto político cubano ha inculcado en la sociedad desde 1959 y que en buena medida sostienen la identidad de muchos jóvenes.
En Pinar del Río, Darién Sosa no deja de observar el trasiego de sus trabajadores. «Hay que pensar en los jóvenes. La Revolución se tiene que preservar y son ellos los que lo deciden».