Fue el 22 de diciembre de 1993 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó que el 22 de marzo de cada año se declarase Día Mundial del Agua. De entonces a la fecha la aldea global tiene muy poco que mostrar y mucho por hacer, para que tan indispensable recurso natural esté al alcance de todos y cada uno de sus habitantes.
Parientes muy cercanos del chantaje que favorece la dependencia, los «condicionamientos» también han sido vehículo para imponer a los necesitados países del Tercer Mundo, los modelos pensados en el Norte.
Una antigua compañera de escuela, raigalmente apegada a los horóscopos, me preguntó acerca de su cientificidad. La respuesta hubiera podido ser un sí o un no, pero esto no es lo que esperaba mi interlocutora, por lo que me atreví a comenzar por el inicio.
Quien dude del carácter enteramente original de los nuevos caminos que transita América Latina, puede mirar, entre otros sitios, a Bolivia, donde la redacción de la nueva Carta Magna ha hecho una suerte de alto para abrir las puertas a la ciudadanía y consultar a la población.
Cuando José Martínez Ruiz —conocido internacionalmente en el mundo intelectual como Azorín—, cumplió 93 años, se le hizo un breve aunque famoso cuestionario de cinco preguntas, al que contestó con 17 palabras.
Una mañana formularon la pregunta con prisa y medio en serio, y nadie le hizo demasiado caso. Sin embargo, después, aquella incógnita tronó en varias ocasiones en mi mente: ¿Están igual que Mente Pollo, que todo lo critica?
Lo encontré con la humildad propia del título que le da nombre. Estaba allí en un discreto estante de la librería de la Terminal de Ómnibus Nacionales. Lo tomé en mis manos y miré a ambos lados como quien teme que le arranquen el último boleto para montar en el Arca de Noé ante un inminente diluvio.
La llamada vida moderna, con sus cargas de agitación y estrés; con su voluminoso y casi siempre engañoso fardo informativo (léase Internet, satélites, video celulares, DVD y otras novedosas tecnologías) desdeña a los juglares: esas personas gracias a las cuales conocemos, desde épocas inmemoriales, cómo éramos antes de tanto invento.
Por supuesto que corresponde a una exaltación de su prepotencia imperial, y ello les conduce a ni siquiera sonrojarse para dejar claro el proceder hegemónico. Así que por la puerta ancha de la injerencia entró el almirante William Fallon, al asumir el mando del cuerpo armado estadounidense que se enseñorea desde el Cuerno de África hasta Asia Central; por tanto, dirigirá las guerras de Iraq y Afganistán con el concepto de «por los siglos de los siglos»...
El optimismo desenfrenado nos asecha cuando, si estás apurado, alguien te advierte: No corras, hay más tiempo que vida. Uno, al oírlo, sonríe disimulando las ganas de responderle: si, cará, por eso me apresuro, porque la vida siempre es corta frente al tiempo. Habría que virar al revés, o al derecho, tan consoladora frase, y decir: Apúrate, que hay menos vida que tiempo. Solo así es válido el optimismo ante el paso de las estaciones y los años.